Como en tantos otros países, en Gran Bretaña las autoridades sanitarias multiplican las campañas publicitarias para que los ciudadanos cuiden la salud. The Economist (23-06-2007) critica este celo por excesivo y poco eficiente. El fallo no está precisamente en que las recomendaciones, cada vez más enérgicas, caigan en oídos sordos: más bien, no hacen mella en quienes deberían seguirlas pero castigan los tímpanos de quienes no las necesitan.
Los países ricos han vencido las principales causas de mortandad en el pasado: pobreza, frío, falta de higiene. Ahora las amenazas a la salud provienen en particular de determinados “estilos de vida”, y las campañas se dirigen a cambiarlos. Mucha gente ya los ha abandonado o no los ha adquirido, por influencia de las campañas o por otras razones; pero queda un importante resto de apegados a los malos hábitos. Entonces la propaganda oficial sube el volumen y el tono de las advertencias, sin atender a la causa de la sordera de los recalcitrantes y con el riesgo de confundir o irritar a quienes no corren el riesgo del que se avisa.
La bebida y el tabaco suministran ejemplos claros. El Ministerio de Sanidad británico acaba de emprender una “estrategia nacional contra el alcohol”; con ella pretende que beber demasiado esté tan mal visto como en muchos ambientes el fumar. Ha instado a los fabricantes de bebidas alcohólicas a incluir advertencias en las etiquetas de todos sus productos, con la amenaza de imponerlo por ley si no obedecen. A la vez ha endurecido las recomendaciones a embarazadas: antes les decía que no pasaran de dos copas por semana; ahora no deberían probar ni gota desde que intentan concebir hasta que dan a luz. Reglas tan drásticas y sin fundamento médico conocido se desprestigian: molestan a los bebedores moderados, sin que sirvan para convencer a los que se exceden.
El 1 de julio entró en vigor en Inglaterra la prohibición total de fumar en prácticamente todos los locales de uso público. Se incluyen también los vehículos de empresa cuando llevan más de un pasajero. Con una ordenanza tan contundente y general se echa una carga indebida sobre los inocentes. Muchos establecimientos afectados por la nueva ley nunca han permitido fumar, como las iglesias o los gimnasios, y sin embargo estarán obligados a colocar ostensibles carteles de “prohibido fumar”, so pena de multa de hasta mil libras.
Esta táctica de disparar a bulto no alcanza a los recalcitrantes. Lo prueban también las campañas para prevenir el sida y demás enfermedades de transmisión sexual (ETS), que la información de The Economist no cita. Difundir el preservativo es una buena medida para limitar los daños en los ambientes de prostitución, donde es muy difícil lograr algo mejor. Pero no tiene sentido decir a todos los jóvenes que lo usen por sistema, dando por supuesto que están en peligro, como si las ETS fueran contagiosas. Los datos de ONUSIDA revelan que la mayor parte de las infecciones de sida se dan en “grupos de riesgo”, no en la población en general (ver Aceprensa 129/06). Las campañas pro “sexo seguro” no dan en la diana. No han frenado las ETS ni los embarazos de adolescentes, según muestra, por ejemplo, la experiencia británica (ver Aceprensa 53/04) o española (ver Aceprensa 91/06, 128/04). En cambio, una estrategia integral que afronte los riesgos de la promiscuidad, como la aplicada en Uganda, ha tenido considerable éxito (ver Aceprensa 53/06).
The Economist sugiere al Ministerio gritar menos e ir a la raíz. Los hábitos insalubres están desproporcionadamente concentrados en las clases más modestas. Es más fácil y eficaz atacar la relación entre salud y posición social que apuntar directamente a los comportamientos. Por ejemplo, habría que facilitar otras posibilidades a los habitantes de barrios donde a muchos les falta tiempo o dinero para hacer algo mejor que pasar horas trasegando en un pub. También sería útil apoyar más a las familias, pues las costumbres malas para la salud son más frecuentes en hogares monoparentales y en los hijos de matrimonios rotos, como hace un año señalaba el ex premier británico Tony Blair al anunciar un plan contra la marginación (ver Aceprensa 96/06).
Si algún Ministerio de Sanidad se percatara de la relación entre la salud y la familia, tal vez daría a los jóvenes mejores consejos.