Una alianza de organizaciones civiles y hospitales universitarios de Estados Unidos han emprendido una campaña a favor de la independencia de los médicos con respecto a los laboratorios farmacéuticos. La idea, «Prescription Project», surgió en enero del pasado año, cuando un grupo de profesores y médicos advirtieran en el «Journal of the American Medical Association» contra la connivencia entre médicos y compañías farmacéuticas. Ahora, el proyecto se encuentra en manos de Catalyst, una asociación en defensa de los derechos del paciente, y del Institute on Medicine as a Profession, de la Universidad de Columbia. Pretenden que sus recomendaciones lleguen a los médicos, a la industria farmacéutica, a las organizaciones profesionales y a los propios pacientes.
La campaña, de ámbito nacional y dos años de duración, insistirá en que los médicos receten buscando solo lo mejor para los pacientes, sin atender a lo que es más rentable para los laboratorios o para ellos mismos. Algunos centros médicos se han adherido ya a la propuesta. Las universidades de Yale, Pensilvania y Stanford se han comprometido a garantizar la independencia de sus centros médicos.
Se calcula que en Estados Unidos las empresas farmacéuticas gastan al año cerca de 12.000 millones de dólares en publicidad dirigida a médicos. Mediante muestras gratuitas, regalos, pago de asistencia a congresos, financiación de instrumental, etc., intentan influir en ellos para que receten o recomienden sus productos, en especial los más novedosos y caros. Es una manera de hacer frente a la competencia de los medicamentos genéricos. Por ejemplo, la Universidad de Michigan, que en 2005 prohibió a su personal médico aceptar comidas de compañías farmacéuticas, estimó que hasta entonces los laboratorios habían gastado en esas invitaciones cerca de 2,5 millones de dólares al año.
Esto favorece, como señalan los promotores del proyecto, que los médicos tengan en cuenta razones económicas al firmar sus recetas. Así, se ha demostrado -afirma la campaña- que los médicos que mantienen relaciones asiduas con determinadas compañías prescriben o aconsejan a sus pacientes medicinas más caras. Esto no significa que los médicos se dejen sobornar, aclara David Rothman, presidente del Institute on Medicine as a Profession. Las atenciones que les ofrecen los laboratorios no son cohechos, sino regalos; el problema es que «los regalos mueven a sentir la necesidad de corresponder», dice Rothman al «New York Times» (12-02-2007). Por eso el «Prescription Project» propone limitar obsequios, viajes y dádivas por el estilo.
Asegurar la independencia de los médicos al recetar resulta particularmente importante en un momento en que aumentan las prescripciones. En 2005, en Estados Unidos se firmaron 3.600 millones de recetas, 12,3 por persona. La factura nacional de medicamentos, cercana ya a 200.000 millones de dólares anuales, cantidad de la que una cuarta parte pagan los pacientes directamente de sus bolsillos, viene creciendo a ritmo doble que el resto del gasto sanitario. De ahí la importancia de que se prescriba en cada caso la medicina que ofrezca más eficacia al menor costo, según la experiencia clínica.
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