El profesor Ernesto Galli della Loggia escribe en «Corriere della Sera» (20 diciembre 2006) que, en Italia, la perspectiva católica está muy poco representada en el ámbito de la cultura y de la comunicación, lo que no se corresponde con el país real.
Para Galli della Loggia, uno de los más autorizados comentaristas de la prensa italiana, esta situación no es fruto de un complot anticatólico, sino sobre todo de la ausencia de los católicos en esas esferas.
«En los diarios más difundidos en el país, en las editoriales más importantes, en los programas televisivos más vistos, hay un gran predominio de trabajadores, colaboradores, autores, hombres y mujeres del espectáculo y del entretenimiento, que están ideológica y culturalmente alejados de las posturas cristianas y en especial católicas. O mejor dicho: personalmente, en ciertos casos, puede que no sea así, pero -al contrario que sus colegas laicos, los cuales están enseguida dispuestos a hacer de sus propias ideas un motivo de compromiso y una bandera- no quieren en absoluto que sus personales convicciones se manifiesten en su trabajo. El resultado es que el mundo de la cultura y de la comunicación representa la realidad del país de un modo masivamente desequilibrado».
Aunque en muchos temas la opinión pública está más o menos dividida por la mitad, «en el circuito cultural y de la comunicación los valores laicos tienden a presentarse como la norma absoluta, el estándar ideológico aceptado e interiorizado, mientras que la perspectiva y los valores religiosos corren el riesgo de ser prácticamente expulsados del sentido común, de ser de hecho rebajados al rango de opinión: una opinión todavía legítima, pero que parte ya con el estigma de minoritaria, casi en el límite de lo excéntrico».
El síntoma más claro de este estado de cosas, afirma Galli della Loggia, es que «para representar el punto de vista católico los medios de comunicación recurren cada vez más a un exponente de la jerarquía o en cualquier caso del clero. ¿Hay mayor prueba del carácter minoritario de este punto de vista que el que se presente como algo que pertenece en exclusiva a una burocracia ideológica oficial (y además solamente masculina)? Es decir, algo fuera de la verdadera vida, de la normalidad social auténtica». Así «se avala implícitamente la idea de que la discusión, por ejemplo en temas bioéticos, no se establece entre dos puntos de vista, entre dos posturas éticas, ambas bien presentes en el país, sino que en realidad es la lucha de todo el país contra la injerencia de la Conferencia Episcopal y del Vaticano».
De este modo, advierte el escritor, «se produce, no ya la expulsión de la religión de la esfera (institucional) pública, sino algo muy distinto y de efectos más graves e intolerantes: la expulsión de hecho de la religión, de sus motivos y preocupaciones, de la esfera argumentativa y cultural de nuestra sociedad».
Galli della Loggia se refiere a la situación italiana, pero es evidente que el razonamiento se puede aplicar a otros muchos países. Tal vez el aspecto más italiano es su referencia a que la presencia católica es tradicionalmente fuerte en el ámbito político, lo que a su vez provoca una fuerte politización de la voz católica en el debate público.
Censura preventiva
Una huelga de varios días en la prensa italiana impidió que las diversas posiciones sobre este tema se hicieran oír. Aun así, el diario «Avvenire» (21-12-2006), propiedad de la Conferencia Episcopal italiana, tuvo tiempo de dedicarle dos páginas de comentarios y entrevistas. El hilo conductor, ilustrado con ejemplos y casos concretos, fue que existe una dificultad objetiva para que los mayores medios de comunicación italianos ofrezcan con ecuanimidad el punto de vista cristiano, especialmente en temas éticos. Es lo que algunos llaman «censura preventiva».
Al mismo tiempo, se subraya la vitalidad y apertura mental de la cultura católica en Italia. Por ejemplo, afirma el profesor Vittorio Possenti, «el filósofo católico conoce el pensamiento agnóstico y ateo, pero es muy raro que suceda lo contrario».
Con respecto a los temas religiosos preferidos por la «prensa laica», un experimentado periodista, Gaspare Barbellini Amidei, subraya: «Con frecuencia, prefieren limitarse a los hechos milagrosos, o presuntamente tales, a los sentimientos religiosos intensos, a un cierto catolicismo extremo, que se lee de un tirón y no desconcierta a los laicistas con las armas de la razón, además de con las armas de la fe».
Una clave para entender la situación la ofrece otro periodista, Giuseppe Baiocchi: «No hace falta hacer periodismo católico, sino que el católico debe ser buen periodista. Es decir, la condición de creyente no es una razón para el privilegio ni para la condena. Sin embargo, en el mundo periodístico y cultural se ha difundido un profundo prejuicio anticristiano desde que los líderes del 68 han llegado al vértice de la información en Italia».