Los episcopalianos provocan división en el anglicanismo

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La Iglesia episcopaliana, rama estadounidense del anglicanismo, ha puesto en grave peligro la unidad de la comunión anglicana con la elección de una mujer como primada y con una resolución que apoya el matrimonio homosexual. Las Iglesias anglicanas de África y Asia piden desde hace tiempo la expulsión de los episcopalianos, pero también en Estados Unidos una diócesis ha solicitado ya su integración en otra provincia eclesial y otras prevén hacerlo. En la misma Inglaterra, el debate sobre la ordenación episcopal de mujeres amenaza con provocar un cisma.

«Los anglicanos están acostumbrados a maquillar las cosas, pero este asunto es tan serio que la táctica no servirá», ha dicho el obispo anglicano de Rochester a raíz de la polémica generada por los episcopalianos. «A veces, es necesario reconocer que existen dos posiciones irreconciliables y que hay que elegir entre una de ellas -añade-. La elección correcta está en línea con la Biblia y con el magisterio de la Iglesia a lo largo de los tiempos, y no en una nueva religión que nos inventemos para responder al siglo XXI. Me temo que la Iglesia de Inglaterra ha hecho una serie de movimientos en la dirección liberal y protestante».

Algo similar sostiene Lord Carey, el anterior arzobispo de Canterbury: «La amargura, la hostilidad, la incomprensión y la disputa provocan división entre las provincias [anglicanas] en el interior de cada una». Los «liberales», cree, son los responsables de haber devastado la comunión.

Una Iglesia «polarizada»

La polémica procede de los Estados Unidos, pero muchas acusaciones se centran en el arzobispo de Canterbury, el «liberal» Rowan Williams, «primus inter pares» nombrado por el Gobierno británico con una función de árbitro esencial dentro del anglicanismo. Hace unos meses, Williams decía, no obstante, que, «en una Iglesia polarizada y profundamente dividida, es particularmente importante» para el arzobispo de Canterbury «no ser alguien que impulse una agenda que no sea la agenda de todos».

La elección de Gene Robinson, un divorciado con hijos y homosexual practicante como obispo episcopaliano de New Hampshire en 2003, en contra de lo establecido por la Iglesia anglicana, puso al descubierto las profundas divisiones internas de una comunidad que, en las últimas décadas, ha tratado por todos los medios de adaptarse al «espíritu de los tiempos» en las provincias ricas del Norte, mientras que las Iglesias de África, Sudamérica y Asia insistían en la necesidad de permanecer fieles a las raíces (ver Aceprensa 156/03). El debate se zanjó con el Informe Windsor, en el que se ofrecía a los episcopalianos una salida diplomática a la crisis. Debían disculparse por haber actuado unilateralmente y aceptar una moratoria hasta que la Conferencia de Lambeth, el «sínodo» decenal de los primados anglicanos, decidiera en 2008 sobre esta cuestión (ver Aceprensa 138/04).

La LXXV Convención General episcopaliana ha dado sólo muy parcialmente respuesta a esta exigencia. En el último momento, el primado saliente sometió a votación un documento para evitar la ruptura inmediata. No hay una disculpa, pero sí se acepta crear «comités y designar a obispos con capacidad de impedir la consagración de ningún candidato al episcopado cuyas maneras [de vida] representen un desafío a la Iglesia y conduzcan a mayores erosiones en la comunión». Tres cuartas partes de los delegados votaron a favor, pero de inmediato varios obispos dijeron que no se sentían obligados por la resolución. El de Washington afirmó abiertamente que la desobedecería.

Rowan Williams, sin embargo, quiso mostrar cierto optimismo. En un comunicado a los delegados episcopalianos, agradeció «la seriedad excepcional con la que han respondido a la petición de los primados de la comunión anglicana», aunque añadió que «todavía no está claro» si se da una respuesta completa a las recomendaciones del Informe Windsor.

Pero la cuestión en disputa no es solamente de la idoneidad de los candidatos a obispo, sino que tiene afecta profundamente a los cimientos teológicos del anglicanismo. La obispa Katherine Jefferts Schori, la nueva primada episcopaliana, es conocida por sus opiniones feministas y su apoyo a las uniones homosexuales. Las teorías de género que defiende quedaron patentes en su primera homilía tras su elección, cuando se refirió a «nuestra madre Jesús».

Un indicio más de que se avecina un cisma es la resolución de la Convención General que aprueba «compartir internamente la eucaristía» con la protestante Iglesia Metodista Unida en celebraciones conjuntas, mientras se avanza hacia «un modelo de vida cristiana común». Otra resolución se opone a la enmienda constitucional para prohibir el matrimonio homosexual. Dado que esa propuesta ha sido ya rechazada por el Senado norteamericano, la única explicación posible a este documento no es otra que «reafirmar el apoyo de la Iglesia a los gays y lesbianas». No se contempla el matrimonio religioso, aunque algunas diócesis podrían casar a homosexuales -como sucede en Canadá-, pero sí se defiende el «matrimonio homosexual» civil, que sólo es legal en el estado de Massachusetts.

Ante estos cambios, la diócesis de Fost Worth (Texas) ha solicitado a Rowan Williams autorización para escindirse del episcopalianismo e integrarse en otra provincia anglicana. Se espera que otras hagan pronto lo mismo. No menos de 300 parroquias, que se oponen a la ordenación sacerdotal y episcopal de mujeres, quieren divorciarse de sus obispos e integrarse en otras diócesis. De lo contrario, amenazan con abandonar el anglicanismo, igual que han comenzado a hacer otras comunidades en el Sur. La Iglesia de Nigeria, por ejemplo, sigue siendo nominalmente anglicana, pero borró hace unos meses de su Constitución toda referencia a la sede de Canterbury.

Los episcopalianos, en decadencia

Es sabido que la Iglesia de Inglaterra ha perdido más de la mitad de sus fieles en sólo una generación (ver Aceprensa 36/03). En Estados Unidos, las estadísticas indican que los episcopalianos han iniciado esa misma tendencia.

Entre 2001 y 2004, el número de miembros activos bautizados cayó un 3%, y la asistencia al culto dominical descendió un 7,54%, según la propia Iglesia episcopaliana. En el mismo período, los bautizos cayeron un 10,29%, un 8,7% los matrimonios y un 21,4% las personas que quisieron que un sacerdote episcopaliano asistiera al entierro de un familiar. También descendió, un 7,58%, el número de padres que matricularon a sus hijos en colegios episcopalianos.

En lo que respecta a la vida interna de las comunidades, el 93% de las congregaciones afirma haber tenido algún conflicto en 2004. En la mayoría de los casos, un grupo importante de personas abandonó la Iglesia o anuló sus contribuciones económicas.

La pregunta es ahora cómo afectará el nuevo rumbo decidido por los delegados en la Convención General. El 43% de las congregaciones se define como «predominantemente conservadora» o «más bien conservadora», frente a un 30% de congregaciones «liberales». ¿Habrá llegado la hora de elegir entre posiciones irreconciliables?

Ricardo Benjumea

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