Una comisión sobre derechos de propiedad intelectual, creada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha concluido que se debería cambiar el régimen actual de patentes, porque perjudica a los países pobres. La asamblea general de la organización, celebrada a finales del mes pasado, no ha aprobado el informe, pero ha decidido crear un grupo de trabajo para estudiar las propuestas.
Entre las recomendaciones incluidas en el informe la más polémica es la que propone que las compañías farmacéuticas renuncien a patentar sus productos en los países en vías de desarrollo. Además se aconseja el establecimiento de un sistema de patentes alternativo para estos países con el que, gracias a la financiación de los gobiernos, se mejore el desarrollo y la distribución de los medicamentos.
Hasta el momento, la OMS no se había pronunciado sobre ningún tema relativo a los derechos de propiedad intelectual, por lo que se ha acogido la noticia con cautela. Países como Brasil o Kenia -afectados por el sida y con problemas de acceso a los tratamientos- han solicitado, sin éxito, la creación de un programa mundial de medicamentos esenciales, con el fin de asegurarlos a quienes los necesiten sin ningún tipo de restricción económica.
Las patentes constituyen una barrera económica para los países pobres, que no pueden pagar los precios que fijan las compañías farmacéuticas. Al mismo tiempo, estas últimas no encuentran rentable investigar en nuevos tratamientos que combatan enfermedades que afectan a estos países.
Hasta ahora, para asegurar el suministro de medicinas, se recurría a la producción de genéricos en aquellos países en los que no se reconocían derechos de propiedad intelectual. Esta práctica abarataba enormemente el precio de los productos. Por ejemplo, se calcula que el tratamiento que requiere un enfermo de sida puede costar hasta 10.000 dólares al año con medicamentos protegidos por patentes; utilizando genéricos el precio baja a unos 300-800 dólares. El sector farmacéutico se ha opuesto a esta fórmula, por considerar que pone en peligro la rentabilidad de las grandes inversiones necesarias para descubrir y desarrollar nuevos medicamentos.
A su vez, el inconveniente que presenta la propuesta de la comisión de la OMS es que no casa con las normas establecidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Los países pobres invocan, para importar genéricos, las excepciones a los derechos de propiedad intelectual que la propia OMC establece, pero cuando ingresan con pleno derecho en la organización tienen que adecuar sus legislaciones al régimen internacional de patentes, y la cuestión se complica.
Esto es lo que está ocurriendo en la India. La empresa farmacéutica norteamericana Gilead Sciences ha solicitado en India la patente de un antrirretroviral, Tenofivir, cuyo genérico se produce en el país. Se ampara en la ley de patentes que está en vigor desde el año pasado, cuando la India empezó a aplicar los reglamentos de la OMC.
El problema es que el tratamiento con Tenvir, el genérico producido por la empresa india Cipla, cuesta 700 dólares anuales; en los países desarrollados, el producido por Gilead Sciences supera los 5.700 dólares al año.
Quienes se han opuesto a que el gobierno conceda la patente a Gilead -algunas ONG y asociaciones de enfermos- argumentan que Tenofivir es una versión modificada de un medicamento anterior, por lo que no es patentable según la legislación india. Este fue uno de los motivos que llevó al gobierno indio a denegar la patente de Gleevar, un medicamento contra el cáncer, hace pocos meses.
Desde que la nueva ley entró en vigor se han solicitado en la India cerca de 9.000 patentes, de las cuales la mayoría pertenecen a multinacionales farmacéuticas. El sector farmacéutico indio es uno de los principales suministradores de medicamentos genéricos a países del Tercer Mundo, por lo que el reconocimiento en la India de patentes extranjeras puede tener graves consecuencias.