Todo está en venta en Internet. Por un puñado de dólares se puede encontrar una madre de alquiler en la India o en Lima, un donante de riñón en el sudeste asiático o tratamientos de rejuvenecimiento fabricados a partir de bebés abortados en Ucrania. Pero es China quien lleva la delantera. La materia prima es gratis: son los cadáveres de los prisioneros ejecutados.
Entramos en un foro de «chat» de Hispavista: «Hola, somos una pareja de Argentina que no puede tener chicos. Necesitamos que la madre sustituta también aporte el óvulo… Sería preferible que fuese de ascendencia europea». Responden jóvenes de varios países de Latinoaméria. La limeña Pilar, de 29 años, necesita dinero para estudiar un máster. Una chica de México está también interesada. Tiene experiencia en el negocio y, además, pedigrí: su bisabuela era francesa y su hermano menor tiene los ojos de color verdes.
La India cree haber encontrado un filón en el negocio de las madres de alquiler. El Consejo Indio para la Investigación Médica pronostica que el país no tardará en ingresar cada año 5.000 millones de euros. Una madre de alquiler, según el diario «Los Angeles Times», cobra entre 2.300 y 4.700 euros, cifras que contrastan con un ingreso medio anual de unos 420 euros. Es «un negocio para las dos partes», dice la antigua secretaria de Sanidad del Estado indio de Gujarat. «Es una empresa completamente capitalista. No hay nada contrario a la ética».
Lo habitual es que haya una empresa intermediaria entre la donante y el cliente extranjero, normalmente occidental. Los costes totales pueden llegar a ser muy elevados -viaje, estancia, comisiones, clínica…-, pero el visitante paga también por un entorno legal permisivo y por la seguridad de que la madre del niño no lo va a reclamar después.
El negocio se extiende a todos los ámbitos imaginables. La venta de un riñón puede ser la solución a los problemas económicos de una familia pobre en el sudeste asiático. El motivo es tan simple como la ley de la oferta y la demanda: unas 85.000 personas están a la espera de un transplante en los Estados Unidos, según estadísticas gubernamentales. Y en Europa, dice la OMS, 61.987 personas estaban en las listas de espera a principios de 2005, pero sólo un 40% consiguió el órgano durante el transcurso del año. Entre un 10% y un 20% de los europeos que necesitan un transplante muere sin poder llegar a operarse.
China: donantes ejecutados
China olió hace tiempo las posibilidades del negocio. En este caso, se trata generalmente de la venta de órganos de prisioneros ejecutados. Un informe de la Secretaría de Estado norteamericana se refería ya en 1991 a «numerosas informaciones no confirmadas» sobre «ejecuciones planificadas a fin de responder a las demandas específicas de órganos».
La prensa del Reino Unido ha dedicado mucho espacio a este tema en los últimos meses. Según alertó hace unos días la Asociación de Trasplantes Británica, «hay cada vez más indicios de que se extraen órganos de prisioneros para transplantarlos sin consentimiento del prisionero ni de su familia». En lo que, en todo caso, sí coinciden numerosas investigaciones periodísticas es en que algunos hospitales saben con antelación de qué órganos van a disponer.
Un enviado especial del diario francés «Le Monde» (25-04-2006) ha visitado el Centro Internacional de Asistencia a los Trasplantes de Shenyang, en el noreste del país. En la «web» del centro se exhiben sin recato los precios: 62.000 dólares por un trasplante de riñón; el hígado, a 100.000, y por una córnea se piden 30.000. «La temporada buena son los meses de diciembre y en enero, cuando hay más donantes», anuncia la clínica. «Le Monde» aclara que es en esos meses cuando se produce un mayor número de ejecuciones, con el fin de no hacerlas coincidir con el Año Nuevo chino.
Los cadáveres son también útiles para la industria cosmética. Con la piel de los ejecutados y con los restos de embriones abortados se produce colágeno, que se inyecta en los labios para darles un aspecto más sensual. El Gobierno británico investiga a una empresa china que parece haber introducido estos productos en Europa, aunque no está claro si utilizó los cadáveres sólo en la fase de investigación o también en el producto final. «The Guardian» habló con un responsable de la compañía que reconoció que, en su país, ésta es una práctica «considerada muy normal», por lo que dijo haberse quedado «muy sorprendido de que en los países occidentales se organice tanto escándalo por este asunto». A fin de cuentas, «China puede manufacturar colágeno humano por menos del 5% de lo que cuesta en Occidente».
La venta de óvulos para los tratamientos de las clínicas de reproducción asistida en los países ricos alimenta también un tráfico internacional. El diario británico «The Observer» (30-04-2006) ha realizado un reportaje de investigación en Ucrania y Chipre y ha descubierto que mujeres pobres de los países del este europeo venden sus óvulos para tratamientos de fecundación «in vitro» de mujeres que quieren ser madres en Gran Bretaña.
A pesar de los controles médicos y administrativos en Gran Bretaña, es casi imposible supervisar lo que ocurre en otros países. En Ucrania, se paga a las mujeres una media de 300 dólares por «donación» de óvulos, para lo cual se someten a veces a fuertes estimulaciones ováricas, que pueden ser peligrosas. En Chipre, las clínicas de FIVET, que mantienen lazos con otras de EE.UU. y Reino Unido, cuentan con mujeres de países del este europeo para obtener óvulos. Una enfermera declaró a «The Observer» que algunas mujeres donan hasta cinco veces al año para obtener dinero.
Ricardo Benjumea