Frente a 639 casos de «signos religiosos ostensibles» a comienzos del curso 2004-2005, sólo 12 chicas se presentaron con velo islámico comenzar el nuevo curso en septiembre de 2005. Mientras que la aplicación de la ley de 15 de marzo de 2004 que prohíbe los signos religiosos llevó el curso pasado a la expulsión o abandono de 143 alumnas (ver Aceprensa 34/05), sólo tres de los casos registrados este año parecen ser «problemáticos» (es decir, que no podrán resolverse de forma negociada).
El Ministerio de Educación francés, que ha difundido estas cifras (cfr. «Le Monde» 30-09-05),da así por concluida la polémica sobre el uso del velo, y asegura que la mayoría de los alumnas expulsadas han sido admitidas en otras entidades educativas, o estudian a distancia. Incluso, según la inspectora general Hanifa Chérifi, «muchas chicas y padres han vivido como una liberación la aplicación de la ley».
Opinión distinta tiene el Centro de estudios y de iniciativas de solidaridad internacional (Cedetim), que en 2006 publicará un «Libro negro de la ley anti-velo». El Centro asegura que hay «exclusiones silenciosas, víctimas invisibles, que simplemente no se presentaron a clase a comienzo de curso», y que oscilan entre un mínimo de 200 y un máximo de 800.
Por su parte, la paquistaní Asma Jahangir, que debe redactar un informe sobre la aplicación de esta ley para la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, afirma que es un arma «de doble filo»: «Tiene un efecto positivo, el de proteger a las chicas cuyas familias les obligan a llevar velo. Pero la ley da también lugar a muchos excesos, que no está claro que hayan tomado en cuenta las autoridades. Me han contado varios casos de mujeres acosadas en la calle o en otras partes por llevar velo. En muchos casos, la aplicación de la ley por los establecimientos escolares ha conducido a abusos que han provocado sentimientos de humillación, en particular entre las chicas musulmanas. Estas situaciones son susceptibles de radicalizar las creencias religiosas».