Después de intentar durante años -con muy poco éxito- que los padres se involucren en la escuela, algunos colegios tienen ahora que rechazar la ayuda que quieren prestar los padres. No importa que se trate de acompañar a los profesores durante una excursión al zoo o echar una mano en alguna clase extraordinaria: se ofrecen tantos padres que hay que realizar sorteos o establecer cuotas. Algunos colegios ya imparten cursos para que los profesores sepan aprovechar este insólito excedente.
Un reportaje del «Wall Street Journal» (2-09-2005) recoge algunos casos, sobre todo de la enseñanza privada. Durante los primeros días de este curso, los profesores de Red Pine, una escuela de Eagan, solicitaron 30 voluntarios para acompañar a los alumnos de 5º a un festival: se presentaron 70 padres; la Washington Woods, en Westfield, pidió 22 voluntarios para asistir al ballet: se ofrecieron 175 y algunos de los que no fueron elegidos en el sorteo compraron la entrada y acudieron por su cuenta; la Durhan Academy ha pedido a los padres que no se apunten a las actividades escolares hasta el primer día de curso y ha limitado la colaboración hasta que todos los voluntarios hayan tenido oportunidad de participar.
La mayor colaboración se da en escuelas de primaria de zonas acomodadas, aunque no exclusivamente. El fenómeno se explica en parte porque en la última década ha subido el número de madres que se quedan en el hogar, y diez Estados conceden permisos no pagados a los padres, que oscilan entre las 4 y las 40 horas al año, para que puedan participar en actividades escolares.
Los profesores agradecen la ayuda extra y los padres dicen que les sirve para conocer a otras familias y establecer un contacto con los profesores que será especialmente interesante en el caso de que surjan problemas escolares en el futuro.
Sin embargo, algunos profesores piensan que la intervención de los padres puede ser una prolongación del exagerado afán por involucrarse en todos los aspectos de la vida de sus hijos, incluido el tiempo que su hijo pasa en el banquillo del equipo del colegio. Otros lamentan que los padres no siempre desean ayudar sin más, sino que pretenden fisgonear o controlar cómo se enseña a sus hijos. En este sentido, la profesora Karen Geiger dice que en los últimos años ha observado que los niños estaban bajo presión para rendir, pero que ahora los padres quieren comprobar en directo qué tal lo hace su hijo: «Ya no te llega solo el niño; se recibe el paquete completo: madre, padre, hermanos e incluso abuelos», dice la profesora. Por otro lado, los profesores pasan horas escuchando las quejas o sugerencias de los padres, y muchos de ellos no tienen habilidad o experiencia suficiente para atenderlos.
Desde hace cuarenta años, diversos estudios han demostrado que el ambiente familiar puede tener mucho más repercusión educativa que el colegio. Preocuparse por el tiempo libre de los hijos, controlar las tareas escolares, etc. suele traducirse en buenos resultados. Sin embargo, parece que algunos padres llevan la intervención más allá, y han decidido pasar más tiempo en el colegio.
Anne Henderson, investigadora del Institute for Education and Social Policy de la Universidad de Nueva York, afirma que «es muy importante estar en contacto con el colegio, pero eso no significa necesariamente tener que ir a las excursiones escolares. Lo más importante es lo que los padres hacen con sus hijos fuera del colegio».