Roma. Cuando en 2002 estalló en Estados Unidos el escándalo de los abusos de menores cometidos por algunos sacerdotes, una comisión de cardenales y obispos del país mantuvo un encuentro en Roma con Juan Pablo II y algunos miembros de la Curia romana para afrontar de nuevo el problema.
Una de las conclusiones prácticas, según refirió el comunicado final del 24 de abril, fue «promover sin retraso una nueva y seria visita apostólica en los seminarios y otros centros de formación, en la que se haga especial énfasis en la necesidad de la fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia, especialmente en el campo moral, y la necesidad de un estudio más profundo de los criterios de admisión de los candidatos al sacerdocio».
La reunión atrajo la atención de prensa y televisión, sobre todo estadounidense. Por lo general, los medios de comunicación postulaban la actitud de «tolerancia cero» con los supuestos autores de los abusos sexuales, en su gran mayoría de naturaleza homosexual y con menores de 15 años, mientras que por parte eclesiástica se subrayaba la necesidad de llevar a cabo los procesos previstos por el derecho canónico antes de emitir sentencias. Algunos vieron en ese matiz una señal de debilidad. Las medidas sonaban a poco.
Ahora se tiene noticia de que la Congregación para la Educación Católica, el organismo vaticano encargado de los seminarios y otros institutos de estudio eclesiásticos, está poniendo en marcha esa visita apostólica en los 229 centros de este tipo presentes en Estados Unidos. La sorpresa es que esa medida ha sido calificada ahora, por los mismos que antes defendían el populismo de la «tolerancia cero», como una «caza de brujas contra los homosexuales en los seminarios», como «una inspección para detectar gays» o como «persecución a los seminaristas gays en EE.UU.». Se llega a decir incluso que el Vaticano enviará «un equipo de investigadores, camuflados bajo una supuesta visita apostólica»…
Desde luego, no habrá ni detectives ni espías en los seminarios, sino pacientes entrevistas con centenares de personas. El cuestionario que guiará el trabajo de los más de cien eclesiásticos que realizarán la visita apostólica es un texto de trece páginas que, a pesar de su carácter reservado, circula desde hace días por Internet. Si se lee se puede comprobar que de las 56 cuestiones que servirán de marco al trabajo de los «investigadores», solo una se refiere a la homosexualidad: «¿Hay algún indicio de homosexualidad en el seminario?». Y no es que no sea un tema importante, sino que la visita tiene una finalidad más amplia y pretende ir a las raíces de los problemas.
Hay que recordar que los obispos americanos encargaron una investigación sobre los abusos de sacerdotes a un consejo de laicos creado al efecto, la Comisión Nacional de Estudio para la Protección de Niños y Jóvenes. Entre sus conclusiones destacaron que en los seminarios había habido una mala selección de candidatos, lo que dejó pasar un número excesivo de personas inmaduras o con tendencias sexuales desviadas. También señaló que los seminarios no proporcionaban a los candidatos una buena preparación para vivir la castidad y el celibato que exige el sacerdocio (cfr. Aceprensa 36/04).
En muchos casos se ha confundido esta visita apostólica con el contenido de un documento sobre las condiciones que deben reunir los candidatos al sacerdocio, que la Santa Sede está preparando y que al parecer sí se centra específicamente en la cuestión de la homosexualidad. En ese caso, el documento tendrá validez universal. Es posible que el revuelo y confusión que ha suscitado la visita apostólica tenga como una de sus finalidades advertir de lo que puede ocurrir si ese documento llega efectivamente a publicarse.
Diego Contreras