Los profesionales que se pasan a la enseñanza son ya una parte muy importante del sistema educativo estadounidense. El trasvase comenzó a principios de los ochenta (cfr. Aceprensa 60/02), y ahora los requerimientos de la ley No Child Left Behind («no sólo hacen falta más profesores, sino que tienen que estar muy bien cualificados en sus materias») lo favorecen. Se les conoce como profesores de la «ruta alternativa», porque no son licenciados en Educación. Unos 250.000 profesores han tomado ya esa vía.
El National Center for Education Information (NCEI) estudia este fenómeno desde 1983. Ya son 48 los Estados que imparten programas alternativos de cualificación donde los profesionales de otras titulaciones consiguen el certificado exigido para enseñar en las escuelas públicas. No existe un certificado nacional, sino que cada Estado otorga las licencias para poder enseñar en su territorio y establece los requisitos para entrar en las aulas por la ruta alternativa.
En 2004, 35.000 nuevos profesores consiguieron este certificado y 200.000 estudiantes se graduaron en las carreras de Educación. Lo más destacado es que todos los que consiguieron el certificado han acabado dando clase en 2005; en cambio, solo el 40% de los licenciados en Educación han trabajado este año en las aulas. El 34% de los nuevos profesores dedicó dos años a obtener la certificación; otro 34%, un año; y el resto, más o menos tiempo, pero solo el 3% dedicó menos de 6 meses.
En el tiempo que lleva aplicándose este sistema, la calidad de los nuevos profesores ha convertido la cualificación alternativa en una vía respetable, ya que la mayoría de las academias dan una preparación excelente. El aumento de la demanda ha ido a la par, en especial en las grandes ciudades y en las zonas rurales, donde la falta de candidatos es muy considerable. Otro acierto de los programas ha sido preparar un mayor número de candidatos para las materias más demandadas: educación especial, matemáticas y ciencias.
En los próximos años se jubilarán muchos profesores contratados en los años del «boom» educativo; en Estados Unidos se calcula que harán falta 2,2 millones de nuevos profesores en los próximos diez años, y el reemplazo generacional no está garantizado (ver Aceprensa 128/03). La ruta alternativa puede aliviar esta necesidad, además de hacerlo con profesores con mucho entusiasmo -según los preparadores-, años de experiencia laboral y muy buena cualificación profesional.
El NCEI, además de analizar estas cifras, publica este año un exhaustivo perfil de estos nuevos profesores en el estudio Profile of Alternate Route Teachers (http://www.ncei.com/PART.pdf).
La representación por edades está muy equilibrada: 18-29 años (28%), 30-39 (25%), 40-49 (27%), 50+ (20%). Casi dos tercios (63%) son mujeres. El 57% son licenciados en carreras no relacionadas con la educación; el 19% tienen un master en Educación y el 18%, un master en otro campo. Antes de pasarse a la docencia, el 47% trabajaba en actividades no relacionadas con la educación; el 22% en tareas relacionadas con la educación; el 12% eran estudiantes, y el 9%, militares.
Quizás lo más sorprendente sean las razones que daban para subirse a la tarima: el 62% deseaba trabajar con gente joven y el 45% dio el paso por la importancia de la educación para la sociedad. Una vez que empezaron a trabajar, esas dos respuestas seguían siendo las primeras, en porcentajes casi idénticos (el 90% trabaja a tiempo completo). La tercera razón es el interés en la materia que enseñan (27%).
El 66% da clases en ciudades de más de 50.000 habitantes. Por materias, los mayores porcentajes se dan en enseñanza general elemental (22%), matemáticas (20%) y educación especial general (14%). En cuanto al plazo, el 48% no ha decidido cuánto tiempo trabajará de profesor o lo hará mientras sea capaz; el 14% prevé dedicarle 15 años o más; el resto, se distribuyen entre uno y 10-14 años.
Movilización de padres
Otro fenómeno reciente en el sistema educativo de EE.UU. atañe a las familias. Preocupados por el contenido de la enseñanza que se imparte en algunos colegios públicos, numerosos padres han decidido organizarse para que se respeten sus convicciones. En lo que va de año se han presentado proyectos de ley en 14 Estados para permitir a los alumnos denunciar a los profesores que utilicen las clases para transmitir ideologías (cfr. «The Christian Science Monitor», 6-06-2005). Aunque las iniciativas no han prosperado, han servido para sacar el asunto a la opinión pública.
Jon Ward («The Washington Times», 27-05-2005) califica de «tendencia de ámbito nacional» esta movilización de padres. Ward cita el caso, entre otros, de Maryland, donde la asociación Citizens for a Responsible Curriculum ha conseguido que se abandone un programa de educación sexual recusado por los padres de alumnos. Aparte de otras cuestiones polémicas, el programa presentaba como científicas algunas ideas discutibles sobre la homosexualidad. La asociación lo denunció ante los tribunales, que a mediados de mayo ordenaron dejarlo en suspenso. En vista de ello, las autoridades educativas decidieron retirarlo.
Las asociaciones de padres también han tenido últimamente actuaciones sonadas en el debate en torno al evolucionismo, en lugares como Dover (Pensilvania) o Bluffton (Indiana). En el Estado de Kansas, el Comité de Educación está estudiando si habría que modificar la enseñanza de ciencias naturales para incluir un análisis crítico del evolucionismo, como quieren los padres partidarios de la teoría «creacionista» o del «diseño inteligente».