La pretensión de adopción por parte de parejas homosexuales se ha querido justificar con estudios que demostrarían que los niños criados en uniones de este tipo son tan normales como los demás. También en España las organizaciones de homosexuales y el propio gobierno se han remitido a estos estudios al presentar el proyecto de ley que permitiría el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero una lectura atenta deja ver los serios defectos metodológicos de estos estudios.
No es posible aquí analizar uno a uno los documentos remitidos al Congreso por la Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGT), por lo que vamos a hacer un análisis de conjunto de los mismos, poniendo algunos ejemplos particulares a título de muestra del tenor común de todos ellos. Téngase en cuenta que se trata de trabajos que se citan unos a otros con permanentes referencias cruzadas para sustituir con autocitas mutuas la escasa información real que entre todos ellos manejan.
Los documentos de referencia se dividen en dos tipos. Unos son resoluciones de la Academia Americana de Pediatría y otros son trabajos de expertos que aportan información de campo (estudios de casos reales) y/o valoran la disponible. Lógicamente, el valor de un tipo y otro de documentos es distinto: las resoluciones de la Academia Americana de Pediatría son opiniones, todo lo académicas que se quiera pero opiniones, cuyo valor será proporcional al de los datos que las fundamenten. Por tanto, lo que interesa de verdad es valorar los estudios y no las opiniones de la Academia.
Digamos en todo caso que la citada Academia se ha convertido en portavoz acrítico del movimiento de gays y lesbianas estadounidense, de modo que sus resoluciones en esta materia tienen un carácter claramente ideológico que les resta credibilidad.
Defectos metodológicos serios
La doctora española Ana Martín Ancel, especialista en pediatría, ha elaborado un trabajo sobre el conjunto de estudios tenidos en cuenta por la Academia Americana de Pediatría. Sus conclusiones son éstas: «Hoy por hoy, los estudios científicos disponibles son escasos. Además, en general presentan serios problemas metodológicos».
Estas deficiencias metodológicas son las siguientes:
a) El número de niños estudiados es tan pequeño que no es científicamente posible llegar a ninguna conclusión que se pueda considerar representativa. Así, entre todos los trabajos tenidos en cuenta por la Academia Americana de Pediatría el número de niños estudiados no llega a 300 y en el único estudio existente en España -el del Colegio de Psicólogos de Madrid y la Universidad de Sevilla- el número de casos estudiados es de 28. Con muestras tan pequeñas no es serio pretender llegar a ninguna conclusión sobre ningún tema, máxime si se añaden las deficiencias que señalamos a continuación.
b) Tanto en los estudios americanos como en el español antes citado, los casos estudiados no son una muestra aleatoria que se pueda considerar representativa de la población general, sino que se estudia a parejas presentadas voluntariamente tras pedir voluntarios a través de revistas gays y asociaciones de homosexuales. Esta forma de seleccionar al grupo a estudiar inhabilitaría cualquier trabajo de este tipo por no representativo.
c) En todo trabajo sobre grupos humanos es necesario contar con un grupo de contraste representativo de la población general, para poder comparar los resultados obtenidos en el grupo estudiado con los obtenidos en el de contraste. Pues bien, en todos los estudios de que hablamos se ha elegido como grupo de contraste a niños que viven con un padre o madre heterosexual, pero no a niños que viven con un matrimonio de hombre y mujer. Se argumenta a favor de esta opción que los niños que viven con parejas homosexuales han pasado previamente por la ruptura del matrimonio de sus padres y por tanto hay que compararlos con niños que hayan pasado por lo mismo; pero así no es posible concluir si hay diferencias con quienes viven con un matrimonio hombre-mujer, cuestión que es la relevante a efectos de decidir sobre la adopción.
d) Una parte muy importante de los niños estudiados son de corta edad, preadolescentes, por lo que es casi imposible valorar de verdad la influencia en su personalidad y orientación sexual de la convivencia con homosexuales.
e) La mayor parte de estos estudios no hacen un seguimiento en el tiempo de los niños, sino que basan sus conclusiones en una entrevista y un cuestionario. Sin seguimiento en el tiempo es imposible llegar a ninguna conclusión sobre la incidencia en la personalidad de los niños de cualquier situación.
Reservas no ocultas
Estos defectos metodológicos de los estudios valorados por la Academia Americana de Pediatría y de los enviados al Congreso de los Diputados por la FELGT son evidentes para cualquiera que lea tales trabajos e incluso son reflejados por los propios estudios remitidos. Así, el Informe técnico de la Academia Americana de Pediatría de febrero de 2002 (1), que es uno de los remitidos al Congreso, dice textualmente al inicio de sus conclusiones: «Las muestras estudiadas, pequeñas y no representativas, y la relativamente joven edad de la mayoría de los niños sugieren algunas reservas» sobre las conclusiones.
Por su parte el estudio español del Colegio de Psicólogos de Madrid y la Universidad de Sevilla en sus conclusiones afirma: «No sabemos si estamos estudiando una muestra que representa al universo poblacional»; y añade: «ni en nuestra sociedad ni que sepamos en ninguna otra, se dispone de datos fidedignos del conjunto de familias homoparentales».
Lástima que, a pesar de estos reconocimientos de limitaciones, la Academia Americana y los autores del estudio español se lancen a sacar conclusiones como si hubiesen estudiado miles de casos, seguido a los niños durante años y contrastado sus conclusiones con niños de la misma edad adoptados por matrimonios de verdad.
Conclusiones provisionales
En todo caso, y a pesar de todas las limitaciones enumeradas, sí es posible extraer algunas conclusiones provisionales de los citados estudios.
La doctora Ana Martín Ancel expresa así la principal: «Más relevante es el hecho de que los datos disponibles sí sugieren diferencias significativas con respecto a la orientación sexual de los niños que han crecido con padres homosexuales en comparación con los hijos de padres heterosexuales».
Y cita a continuación las conclusiones del estudio publicado en 1996 por Golombok y Tasker (2) -citado por la Academia Americana de Pediatría y al que se refieren los trabajos españoles remitidos al Congreso por la FELGT-, que es uno de los pocos existentes que hace un seguimiento de los niños estudiados durante un periodo de 16 años: «Cuando los niños eran pequeños, no encontraron ninguna diferencia entre los hijos de lesbianas y los hijos de mujeres heterosexuales divorciadas que vivían solas; 46 de aquellos niños fueron seguidos hasta el inicio de la edad adulta (edad media de 23,5 años) y las investigadoras encontraron entonces una incidencia significativamente mayor de relaciones homosexuales entre los que habían crecido con madres lesbianas (24%), comparados con los que habían crecido con madres heterosexuales (0%)».
También aporta la Dra. Martín Ancel el dato de que otro de los estudios que cita la Academia Americana de Pediatría -el de Bailey y colaboradores, publicado en 1995, tras estudiar a 75 jóvenes adultos de entre 17 y 43 años, hijos de padres homo o bisexuales (3)- se encontró con que «el 9% de ellos eran homo o bisexuales, mostrando una tasa de homosexualidad mayor de la sugerida por estudios poblacionales, que puede encontrarse alrededor del 1% en adolescentes estadounidenses y alrededor del 3,7% en adultos británicos».
Estos datos que aporta la Dra. Martín Ancel no son desconocidos para los estudios remitidos al Congreso de los Diputados, pues en ellos se hace referencia a los estudios de Golombok y Tasker y de Bailey. Además, el citado informe de la Academia de febrero de 2002 dice textualmente: «La mayoría de ellos -hijos de madres lesbianas- experimentó por lo menos una relación breve con alguien del mismo sexo».
Por su parte, el trabajo de Frías Navarro, Pascual Llobet y Monterde Bart de la Universidad de Valencia presentado en 2004 al V Congreso Virtual de Psiquiatría y remitido también al Congreso de los Diputados afirma: «Los niños criados en una familia de madres lesbianas habían explorado en mayor medida relaciones con personas del mismo sexo».
El único estudio español
En España, el único estudio de campo sobre niños educados por parejas de personas del mismo sexo que se cita -también enviado al Congreso- es el realizado por el Colegio de Psicólogos de Madrid y la Universidad de Sevilla, por encargo del gobierno autonómico de Madrid, que lleva por título «Dinámicas familiares, organización de la vida cotidiana y desarrollo infantil y adolescente en familias homoparentales» (4).
Este estudio adolece de todos los defectos metodológicos antes enunciados y su análisis nos puede servir para hacernos una idea de cómo son estos estudios y de la solvencia de sus presuntas conclusiones.
Las parejas y niños estudiados fueron voluntarios que se presentaron al equipo de estudio a través de anuncios en revistas y librerías gays y a través de las asociaciones de gays y lesbianas de Madrid y Andalucía. Su representatividad es, en consecuencia, perfectamente cuestionable. ¿Alguien admitiría estudiar la realidad de las familias cristianas en España sólo a través del análisis de los voluntarios que presentase el arzobispado de Madrid o se acusaría de sesgado al estudio?
Han sido estudiadas 28 «familias»: 16 de lesbianas que conviven con hijos tenidos de matrimonios anteriores de ellas mismas, 10 de lesbianas y gays que tuvieron hijos por inseminación artificial (5) o por adopción (5) y 2 más que ni siquiera tenían la custodia de su hijos pero los veían a diario. De estas 28 «familias», sólo 14 eran biparentales, es decir, sólo en 14 casos el menor convive con dos adultos del mismo sexo y en todos ellos se trata de lesbianas (o sea, no se estudia ningún caso de convivencia del niño con dos homosexuales varones).
Del total de los 28 casos estudiados, 21 son lesbianas y 7 gays y su nivel económico y cultural es muy superior al de la media de la población, como reconoce el propio estudio.
Todos los niños objeto de estudio son menores de 16 años porque los autores excluyeron de su trabajo a los mayores de esa edad. ¿Por qué? ¿No les interesaba acaso explorar su orientación sexual?
En el grupo de contraste priman las familias monoparentales y reconstituidas sobre las biparentales, con lo que resulta imposible saber qué diferencias habría con niños que conviven con su padre y madre naturales o adoptivos.
Expresamente afirman los autores del estudio que «a los niños estudiados se les ha visto una sola vez». Es decir, no hay ningún seguimiento en el tiempo de los menores. Viendo los cuestionarios que se usaron y acompañan al estudio se puede comprobar que no se les hace ni una pregunta sobre su orientación sexual; este tema no parece interesar a los psicólogos de Madrid y Sevilla.
A la luz de estos datos sobre la metodología y la muestra estudiada es imposible sacar ninguna conclusión que sea científicamente homologable para afirmar nada sobre si la convivencia con dos homosexuales tiene incidencias negativas o no en la personalidad del niño.
Podemos concluir de los anteriores datos que no hay ninguna certeza, a la luz de los propios estudios que gays y lesbianas -y el gobierno- manejan como más favorables a sus posturas, de que dar niños en adopción a parejas homosexuales no sea pernicioso para los menores. Por lo tanto, dado que no se debe experimentar con los menores, es claro que el proyecto de ley que va a abrir las puertas a estas adopciones es como mínimo irresponsable.
El informe clave
Reproducimos parte del capítulo «El debate sobre la adopción», de la monografía Homosexualidad, matrimonio y adopción (5).
Aunque existen otras muchas fuentes, el informe técnico de la Academia Americana de Pediatría, La adopción por parte de co-progenitores o segundos progenitores del mismo sexo [ver nota 1 del artículo anterior] ha venido constituyendo el argumento central de la adopción por parte de parejas homosexuales. Ante este estudio con razón se han venido dando objeciones en cuanto a los datos manejados y críticas referidas a las conclusiones a las que llega. Las razones fundamentales son las siguientes:
a) El estudio parte de considerar que en Estados Unidos existen entre 1 y 9 millones de niños que tienen un padre o madre «gay-lésbica». La imprecisión, la variación del universo, es excesiva como evidencia una proporción de 1:9. Por otra parte, se desconoce en qué proporción estos niños viven con parejas homosexuales, y cuáles no.
b) La diversidad de fuentes y heterogeneidad de las mismas. El informe utiliza trabajos ya realizados de naturaleza muy distinta y que no son, en términos científicos, homologables entre sí.
c) El reducido número de niños estudiado, poco más de 300 en total, procedente de muestras todavía más pequeñas. Claramente, es un grupo demasiado reducido sobre un universo mínimo de un millón de casos.
d) La nula representatividad de las muestras. No ha existido ninguna aleatoriedad en su confección, sino que han sido compuestas en muchos casos por «grupos simpatizantes» de los homosexuales o a través de centros de técnicas de reproducción asistida. No sólo no existe aleatoriedad, sino que el sesgo es muy grande en relación al conjunto de la población con padre o madre homosexual. Una consideración que nos puede hacer reflexionar sería esta: ¿se aceptarían estas muestras, en cuanto a dimensión y características, para determinar la intención de voto o la opción de compra de una población sobre un público objetivo de un millón de personas? La respuesta es no, en ningún caso. Para llegar a conclusiones válidas, deberíamos referirnos a una única muestra, y no a una suma de varias, cuya dimensión mínima fuera de 600 entrevistas y, sobre todo, que tratara de casos elegidos aleatoriamente entre el universo que se quiere representar.
e) La edad de los hijos. Excepto en dos casos, la edad de los hijos era demasiado temprana como para poder deducir comportamientos sexuales definidos. Demasiado pocos, demasiado jóvenes, demasiado poco tiempo. Son muchos demasiados.
f) El detalle de los estudios utilizados [ver tabla].
Por todo lo dicho, no resulta comprensible que el citado informe se convierta en una especie de Biblia de la adopción.
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(1) American Academy of Pediatrics, 2002. «Coparent or Second-Parent Adoption by Same-Sex Parents». Pediatrics 109(2): 339-340 (febrero) (disponible en http://aappolicy.aappublications.org/cgi/content/full/ pediatrics;109/2/339).
(2) Golombok, S. y Tasker, F., 1996. «Do Parents Influence the Sexual Orientation of Their Children? Findings From a Longitudinal Study of Lesbian Families». Developmental Psychology 32(1): 3-11 (enero).
(3) Bailey, J.M., Bobrow, D., Wolfe, M. y Mikach, S., 1995. «Sexual Orientation of Adult Sons of Gay Fathers». Developmental Psychology 31(1): 124-129 (enero).
(4) González Rodríguez, M.M., Chacón Manrique de Lara, F., Gómez, A.B., Sánchez, M.A. y Morcillo, E. Estudios e Investigaciones, 2002. Madrid.
(5) Josep Miró i Ardèvol, Centro de Estudios de la Realidad Social, Serie Monografías nº 1, Fundación Universitaria San Pablo-CEU, 2005, 149 págs.