Uno de los efectos colaterales de la atención de los media a los últimos días de Juan Pablo II ha sido ver en la televisión gente que reza. Parecía una especie en peligro de extinción, con la diferencia de que el lince preocupaba más. Fuera de las esporádicas retransmisiones de ceremonias litúrgicas, donde los protagonistas son eclesiásticos, se diría que la gente corriente que reza era invisible, a no ser que subsistiera como una sociedad secreta de los últimos templarios. ¿Cuándo es la última vez que vio rezar a alguien en una serie de televisión?
Y, de repente, estaban ahí, rezando en la plaza de San Pedro, o en las iglesias de tantas partes del mundo. Y no solo sacerdotes y monjas. También esa chica con los ojos brillantes de lá…
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