El articulista británico Fraser Nelson ve en Juan Pablo II anciano y enfermo una confirmación viviente de su predicación sobre el valor de toda vida humana («The Scotsman», 2 marzo 2005).
«Un puñado de Oscars se ha llevado la película «Million Dollar Baby», sobre una boxeadora que queda paralítica y pide a su entrenador que la ayude a poner fin a su vida. Mientras el film atrae espectadores en todo el mundo, en el Vaticano se interpreta el drama opuesto.
«Como el personaje que encarna Hillary Swank en la película de Clint Eastwood, Karol Wojtyla estaba en otro tiempo sobrado de vigor. Era el Papa viajero que ha visitado 117 países y que se hizo construir una piscina en su residencia de verano. La fortaleza física era su distintivo».
Nelson contrapone el personaje de Swank, que se sume en la depresión cuando un golpe sucio la deja paralítica, y Juan Pablo II, que cuando le atacó el parkinson «hizo de su padecimiento un don, y lo aprovechó para abrir un nuevo capítulo en su papado».
En Estados Unidos, comenta más adelante Nelson, el aborto y la eutanasia son temas explosivos que dividen a la opinión pública. En Europa, en cambio, no suscitan grandes debates. Otro Oscar de este año ha sido para la película española «Mar adentro», que presenta bajo una luz favorable el suicidio -con cooperación ajena- de un inválido tetrapléjico. «Los europeos, dicen algunos, tienen un relativismo más sofisticado que los americanos. En cualquier caso, las cuestiones ‘morales’ que electrizan Estados Unidos, en Gran Bretaña no provocan más que una chispa. Por eso, la Iglesia católica ha asumido el papel de oposición oficial».
Juan Pablo II, recuerda Nelson, ha defendido incansablemente el valor sagrado de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Se ha hecho heraldo de lo que llama el «evangelio de la vida», en oposición a la «cultura de la muerte». «El parkinson debía haber puesto fin a su campaña, forzándole a recluirse en su debilidad. Pero el Papa hizo que la enfermedad reorientase todo su papado, y se puso él mismo como ejemplo vivo del mensaje que había predicado.
«Lo dijo expresamente hace diez años. ‘El Papa debe sufrir para que todas las familias y el mundo entero vean que hay un evangelio, diría yo, más alto: el evangelio del sufrimiento, con el que uno debe preparar el futuro’, dijo entonces.
«Así, el Papa siempre ha desechado las sugerencias de que debería retirarse. ‘¿Bajó Cristo de la Cruz?’, preguntó en una ocasión. Muchos cristianos ven en él el sufrimiento de Cristo mismo, comparación a la que el Vaticano no se ha opuesto».
El cristianismo da un significado especial al dolor, explica Nelson. «El sufrimiento se ve como el nexo de unión entre la experiencia humana y la de Cristo. Él no venció con el poder terreno, pero obtuvo una victoria mayor. El crucifijo nos habla de un triunfo espiritual a través de una derrota a los ojos del mundo».
Volviendo a la comparación con el argumento de «Million Dollar Baby», Nelson señala: «Las escenas donde la boxeadora yace frustrada y desesperada en su cama del hospital, tienen su contrapunto en la vida real en el Vaticano, donde un hombre de 85 años con una enfermedad que lo debilita y con una traqueotomía persevera firme en el cumplimiento de su deber.
«El argumento de que el Papa está demasiado enfermo para dirigir el Vaticano va muy descaminado. La Iglesia católica no es una empresa multinacional, las Iglesias locales no se gestionan desde Roma, sino que las sostienen sus fieles. Pueden seguir funcionando sin el Santo Padre.
«Y, sobre todo, el Papa, por medio de su sufrimiento, está haciendo llegar su mensaje a más gente que cualquier sacerdote, sermón o libro. Hace pleno uso de su condición de primer pontífice de la era de la televisión.
«No serán muchos los que hayan leído «Salvifici doloris», la carta del Papa sobre el poder redentor del sufrimiento. Pero los millones que ahora lo ven comprobarán cómo desmiente con su propio ejemplo la idea de que la vida en una cama de hospital no vale la pena vivirla. En la última etapa de su vida, el mensaje clave del Papa resulta quizá más claro que nunca: el cuerpo humano puede ser frágil, pero la vida humana es sagrada y el espíritu humano indomable».
Héroe y testigoTambién el teólogo español Olegario González de Cardedal resalta la figura de Juan Pablo II como símbolo de dignidad en la vejez y la enfermedad («El País», 4 marzo 2005).
«Tres palabras suyas caracterizan su persona y misión: ‘No tengáis miedo’, que pronunció el día de la elección, recogiéndolas de labios de Cristo dirigidas a los apóstoles; ‘Mar adentro’, expresión de una responsabilidad cristiana, confiadamente asumida: hay que adentrarse en la historia, en la razón y en la gracia, confiados en quien nos llama, guía y sostiene. Finalmente la palabra más sagrada de todo apóstol: ‘Abrid las puertas a Cristo’. Para ellas ha vivido y hasta el final las ha acreditado en un ejercicio personal que funde vida personal, misión eclesial y misterio divino. Lo ha cumplido como persona y no como personaje, en la enfermedad y en la vejez, dignificando así, en un tiempo en que la juventud se afirma como edad absoluta y normativa a la vez que aumentan los viejos, a la enfermedad y la vejez, la fidelidad y la confianza en la Iglesia para vivir del Espíritu, que es quien la sostiene más que el régimen eclesiástico».
«Un héroe, un testigo, un padre ha sido Juan Pablo II. A su luz uno siente el gozo de ser cristiano, a la altura del tiempo, y la alegría de ser miembro de la Iglesia católica, sin sospecha alguna ni reticencia disidente, sino en lúcida y gozosa confianza».
«Un hombre así devuelve la fe en la humanidad y acrecienta la fe en Dios. Bendito sea su nombre».