A las pocas semanas de que California aprobara en referéndum dedicar 3.000 millones de dólares de los fondos públicos a investigaciones con células madre embrionarias, han surgido las primeras críticas. Ahora no se trata de reparos a la destrucción de embriones humanos, sino de cuestiones éticas de otro estilo: no hay garantías de que el dinero del estado se vaya a emplear para el bien común. Se teme que las subvenciones sean una lotería para empresas interesadas y los frutos acaban en manos privadas.
En virtud de la Proposición 71, votada el 2 de noviembre, se ha creado el Instituto de Medicina Regenerativa, que financiará los proyectos. La adjudicación de los fondos será decidida por un comité supervisor de 29 miembros. Para presidirlo, el gobernador de California ha designado a Robert Klein, un magnate de la construcción, que fue el principal promotor de la campaña a favor de la Proposición, también en lo económico, pues dio la mayor parte de los 25 millones de dólares gastados en propaganda. Los demás miembros del comité son representantes de las facultades de Medicina californianas, de institutos de investigación sin fin de lucro y de empresas de biotecnología, más algunas personalidades que defienden estas investigaciones para encontrar terapias contra unas u otras enfermedades.
El presupuesto del Instituto es un cebo muy apetitoso para empresas y organismos interesados. Y, según los críticos, no hay suficiente supervisión pública de las subvenciones para que la selección de proyectos responda a las prioridades sanitarias. Existe el peligro de que el plan quede cautivo de partidarios de líneas de investigación con más expectativas de beneficios para las empresas biotecnológicas que de terapias para enfermos. Como la investigación con células embrionarias es todavía muy básica y las aplicaciones terapéuticas están muy lejos, los principales resultados serán nuevas técnicas, que los descubridores patentarán, y no está claro cómo se asegurará que los inventos logrados gracias a fondos públicos sean de dominio público.
Tales preocupaciones han sido expresadas no solo por los contrarios de la investigación con células embrionarias, sino también por expertos que están a favor, como Miriam Piven Colter, profesora de ética médica en la Universidad del Estado de California, o Marye Anne Fox, rectora de la Universidad de California en San Diego. Por su parte, Klein asegura que se tomarán todas las cautelas necesarias para evitar conflictos de intereses. Pero el hecho es que los procedimientos que ha de seguir el comité no están definidos.
Según Charles Krauthammer, miembro del Consejo Presidencial de Bioética creado por Bush, la iniciativa californiana se basa en las exageradas esperanzas depositadas en las células madre embrionarias. «Esta es -dice- una enorme subvención del pueblo de California a un negocio biotecnológico muy específico, y solo por la notoriedad de las células madre. Si los contribuyentes van a gastar 3.000 milllones de dólares, lo lógico habría sido dedicar el dinero a las áreas de investigación más prometedoras, pero eso nunca se discutió por el atractivo de las células madre» («New York Times», 27-11-2004).
El vicegobernador de California, Cruz Bustamante, pronunció el 16 de noviembre, con ocasión del nombramiento de un miembro del comité supervisor del Instituto, una frase que se ha hecho célebre. La investigación con células madre embrionarias, dijo, «es la fiebre del oro de este siglo». Eso es justamente lo que muchos temen.