Como una tradición más añadida a las Navidades vuelve cada año por estas fechas la pretensión de erradicar del espacio público los signos cristianos que evocan lo que estamos celebrando. En países de antigua tradición cristiana, en nombre de lo «políticamente correcto» se quiere imponer unas fiestas «desangeladas», o sea, sin ángeles ni portal de Belén, no sea que se vaya a molestar alguien. Se admiten los paisajes nevados, las luces de colores y los renos de Santa Klaus. Pero nada de referencias religiosas.
Los laicistas alérgicos a los villancicos populares y a las figuras del belén aseguran que les mueve el respeto a las minorías religiosas y culturales. Lo curioso del asunto es que a los miembros de esas minorías no les molestan en absoluto los símbolos cristianos de la Navidad. Al contrario, se alegran al ver en el espacio público un signo de religiosidad, aunque sea la de otros. Como ha escrito el abogado musulmán Waleed Aly en The Australian (7-12-2004), la tendencia a descristianizar la Navidad no favorece la tolerancia ni el diálogo entre las culturas. «A las minorías religiosas les interesa que se respete y proteja el derecho a la expresión religiosa. Y este, desde luego, es un derecho que corresponde también a las mayorías».
En su opinión, «una campaña en contra de la Navidad es más propia del ateísmo radical que de los musulmanes». Aley defiende mantener el sentido cristiano de la Navidad precisamente en nombre de la tolerancia. «La idea de restringir las expresiones religiosas me resulta mucho más ofensiva que cualquier signo navideño». «Las sociedades tolerantes se construyen desde el mestizaje cultural y desde el encuentro de las distintas expresiones religiosas, celebraciones incluidas (…). Negar el espíritu cristiano en Navidad o, peor incluso, suprimirlo, no ayuda a nadie. No es multiculturalismo. Es anticulturalismo», concluye.
También en Estados Unidos ha habido algunos casos de escuelas o municipios que han suprimido villancicos o signos religiosos para no molestar a otras religiones. Charles Krauthammer comenta en The Washington Post (17-12-2004): «Los intentos de descristianizar las Navidades son tan absurdos como implacables. Estados Unidos es hoy la sociedad más tolerante y diversa de la historia. Celebra todas las religiones con un corazón y una mente tan abiertas que, comparada con los más avanzados países europeos, es única».
Esta diversidad lleva incluso a magnificar otras fiestas no cristianas. Krauthammer dice sentirse «divertido y satisfecho al ver cómo la cultura americana ha inflado la importancia de Hanukah, la menos importante de las siete celebraciones judías, convirtiéndola en un evento mayor con felicitaciones, regalos y conmemoraciones públicas, como un modo creativo de dar a los judíos el equivalente de la Navidad».
A los pocos padres que quieren prohibir los villancicos en las escuelas porque temen que sus hijos puedan sentirse «diferentes» e «incómodos» si oyen canciones cristianas, Krauthammer les pregunta: «¿Qué identidad religiosa tan frágil han legado a sus hijos si temen que se vea amenazada por oír villancicos?»
Un abeto en la escuela laica
En la laica Francia, la lucha contra el velo islámico en la escuela lleva a algunos a ver signos religiosos incluso donde no los hay. En un liceo de Lagny-sur-Marne, donde como todos los años se había puesto un árbol de Navidad en el vestíbulo, dos alumnas fueron a protestar al director por la presencia de un signo que, en su opinión, contradecía el principio de laicidad. El director les aseguró que no era un signo religioso, pero, para evitar conflictos, retiró el árbol. Molestos con esta decisión, numerosos alumnos pusieron por su cuenta un árbol en el patio y se dedicaron a engalanarlo.
Para zanjar el conflicto, un grupo de profesores tuvo que preparar un comunicado en el que se recordaba a los alumnos que «la utilización del abeto como símbolo de vida o de renacimiento, después del solsticio de invierno, es mucho más antiguo que el cristianismo». Se ve que no está de más estudiar religión en la escuela. El abeto expulsado volvió al comedor, para decorar la tradicional comida de Navidad.
La que no tiene el menor complejo antinavideño es la ministra de Educación italiana, Letizia Moratti, que ha dirigido una carta a todos los directores de escuela animando a que se mantengan los símbolos de la Navidad en los centros escolares. La ministra recuerda que, junto a la Navidad de luces y regalos, «hay otra Navidad, la de la tradición del belén, la Navidad que nos recuerda el nacimiento de Jesús, nacido en una gruta para traer a la tierra un mensaje de amor, el amor más sublime, el amor a todos, también al que es distinto, lejano, a quien no ama, el amor más extremo llevado hasta el sacrificio de la muerte».
«El significado de la Navidad, tanto para el creyente como para el que no lo es, es este mensaje del valor universal del amor, de aquel amor dispuesto a dar todo sin pedir nada», agrega Moratti. Si se trata de respetar las identidades culturales, la ministra piensa que «sin respetar nuestra historia, nuestras raíces, no podemos comprender y respetar los valores de quienes tienen una historia distinta de la nuestra». De modo que concluye apelando al sentido universal del amor manifestado en la Navidad: «No quitéis el símbolo del amor de la vida de nuestros estudiantes, sino ayudadles a través del belén a comprender su importancia y a vivirla en su más profundo significado, el más verdadero, el más puro». Multicultural y desinhibida esta Moratti.