Desde que en Estados Unidos se propuso facilitar que las escuelas públicas pudieran ser de educación diferenciada (ver servicio 122/02), se ha extendido mucho esta modalidad pedagógica. En enero de 2002, todos los colegios públicos del país, menos 24, eran mixtos. Ahora hay 147 escuelas que ofrecen educación diferenciada, 50 más que en el curso pasado, según el recuento de la National Association for Single Sex Public Education (NASSPE: www.singlesexschools.org). Esos centros están repartidos en 32 estados.
La NASSPE distingue entre 34 centros públicos para estudiantes de un solo sexo y 113 que ponen a las chicas y a los chicos en aulas distintas, al menos para algunas asignaturas. Pero la diferencia resulta cada vez menos neta, a medida que las escuelas prueban nuevas fórmulas. Así, es difícil decir si la Lewis Fox Middle School de Hartford (Connecticut) es mixta o lo contrario. Ofrece a sus alumnos y alumnas elegir entre la enseñanza diferenciada y la coeducación, sin salir del colegio. En cada sección diferenciada, todas las clases y actividades son independientes: para chicos o para chicas. En el presente curso, 150 de los 900 estudiantes del centro han escogido esta opción.
Mientras la educación diferenciada gana terreno, sigue el debate público. Según Leonard Sax, director ejecutivo de la NASSPE, la Oficina para los Derechos Civiles ha recibido más de 5.000 comentarios sobre la reforma que ha permitido el fenómeno. La gran mayoría de los desfavorables apenas argumentan sobre la cuestión, y se extienden con críticas al gobierno por favorecer la educación diferenciada. Pero la realidad, señala Sax, es que la iniciativa se debe más bien a una enmienda promovida por parlamentarios de uno y otro partido, Hillary Clinton entre ellos. De ahí deduce Sax la necesidad de procurar que el debate se centre en las cuestiones sustanciales: las ventajas o inconvenientes de la enseñanza diferenciada y la libertad de elección para las familias.