Roma. Los enfermos en estado vegetativo no son enfermos terminales ni en coma: son pacientes cuyo organismo funciona a la perfección, pero cuya mente -despierta- no puede interferir con el ambiente que les rodea. Esas personas necesitan atenciones ordinarias (alimentación, hidratación e higiene) que en nada se asemejan al «ensañamiento terapéutico», pues en buena parte coinciden con los cuidados que se prestan a personas con regímenes dietéticos especiales.
Unos de los objetivos de un congreso internacional, organizado en Roma (17-20 de marzo) por la Academia Pontificia para la Vida y la Federación Internacional de Médicos Católicos (FIAMC), ha sido precisamente aclarar conceptos ante la tendencia, presente en algunos países, de privar a los enfermos en estado vegetativo de los cuidados básicos y dejarlos morir de hambre y sed, por considerarlos irrecuperables.
En el congreso se ha puesto de relieve que los errores de diagnóstico del estado vegetativo oscilan entre un mínimo del 18% de los casos a un máximo del 43%, a lo que hay que añadir un 33% de personas que salen de esa situación. «Estar en estado vegetativo no significa encontrarse en estado terminal, de ahí que aceptar suspender los cuidados sea una especie de caballo de Troya para la eutanasia», afirmó Gian Luigi Gigli, presidente de la FIAMC. La falta de cuidados ordinarios provoca la muerte en el plazo de un par de semanas. Y como es una muerte particularmente desgarradora (algunos estudios sostienen que el paciente sufre), «una vez que se ha aceptado este tipo de conducta, más de uno acabará por preguntarse si no es más compasivo y humano aplicar una inyección letal para suprimir la vida de estos pacientes», añadió Gigli.
En el discurso que dirigió a los cuatrocientos participantes, Juan Pablo II subrayó que el uso del adjetivo «vegetativo», aunque consolidado en el ámbito clínico, no es muy feliz al referirse a las personas humanas. «Siento el deber de reafirmar con vigor -dijo el Papa- que el valor intrínseco y la dignidad personal de cada ser humano no cambian, cualesquiera que sean las circunstancias concretas de su vida. Un hombre, aunque esté gravemente enfermo o impedido en el ejercicio de las funciones más altas, es y será siempre un hombre, nunca se convertirá en un vegetal o un animal».
El Papa insistió en que consideraciones sobre la «calidad de vida», dictadas con frecuencia por presiones de carácter psicológico, social y económico, no pueden prevalecer ante el principio moral según el cual «incluso la simple duda de estar en presencia de una persona viva obliga a su pleno respeto y a abstenerse de cualquier acción que lleve a anticipar su muerte». Indicó también que es preciso promover acciones positivas en este campo, y en primer lugar el apoyo humano, psicológico, económico y pastoral a las familias que tiene un ser querido «en esta terrible condición clínica».
Diego Contreras