En Europa se habla mucho de la integración de los inmigrantes. Pero ¿cómo medirla? En Francia, un estudio del demógrafo Patrick Simon ha tratado de analizar la integración de las comunidades turca, argelina, marroquí y portuguesa, sobre la base de cuatro criterios: el matrimonio, la utilización de la lengua, el hábitat y la adquisición de la nacionalidad.
Según los datos del estudio -recogidos en Le Monde (27-I-2004)-, los matrimonios fuera de la comunidad de origen siguen siendo poco numerosos. Entre los inmigrantes que llegaron ya adultos, el porcentaje de uniones «mixtas» es algo más del 25% para los originarios del África negra, un 20% en el caso de los marroquíes, y menos del 15% en las demás nacionalidades. Los turcos son los que se mezclan menos, solo un 8%. En comparación, las parejas mixtas son, en el caso de los turcos, un 4% en Bélgica y un 7% en Holanda y, en el caso de los marroquíes, un 15% en ambos países.
En cuanto a los inmigrantes que llegaron a Francia siendo niños, el 21% de los argelinos viven en pareja mixta, tasa que sube al 60% entre los hijos de inmigrantes españoles.
¿Qué ocurre con la vivienda y los contactos entre vecinos? Entre los turcos, dominan los contactos comunitarios: el 60% no tratan más que a otros turcos. Los argelinos, marroquíes y originarios del África negra se relacionan más con otros, pues su tasa de relaciones intracomunitarias está entre el 35% y el 40%. Esa tasa depende mucho del tipo de vivienda: la vivienda unifamiliar favorece una sociabilidad más variada que la de los bloques de viviendas sociales.
La utilización de la lengua en la familia depende mucho de la edad del inmigrante al instalarse en Francia. Pocos inmigrantes que llegaron de adultos utilizan solo el francés para hablar con su cónyuge, mientras que el uso está más extendido entre los que llegaron de jóvenes. Más de la mitad de los marroquíes, argelinos o portugueses que llegaron de niños hablan solo en francés con su cónyuge. Para hablar con los hijos, se impone más el francés y desaparece el empleo exclusivo de la lengua materna, salvo en el caso de los turcos, que son los más renuentes al empleo del francés.
La relación de los hijos de inmigrantes con la lengua del país de origen es cada vez más distante: por ejemplo, casi todos los jóvenes nacidos en Francia de padres argelinos comprenden el árabe, pero solo lo hablan el 69%, el 20% entre los hijos de parejas mixtas.
El paso más definitivo, la adquisición de la nacionalidad, lo han dado el 36% de los inmigrantes residentes en Francia. En este caso van por delante los turcos, con un 40%, mientras que argelinos y marroquíes tienen una tasa del 25%. En comparación con otros países, en Holanda se han naturalizado el 40% de los marroquíes (hijos incluidos) y en Bélgica el 39% de los turcos y el 38% de los marroquíes.
La adecuación a las pautas del país de acogida se aprecia también en la natalidad. Otro estudio titulado Cinq idées reçues sur linmigration, de François Héran, director del Instituto Nacional de Estudios Demográficos, ha desmentido algunos tópicos sobre la inmigración en Francia. Entre ellos, la idea de que la mayor tasa de fecundidad en Francia se debería sobre todo a los inmigrantes.
La realidad es que el índice de fecundidad en los países del Magreb bajó ya rápidamente en los años noventa hasta situarse por debajo de los tres hijos por mujer: 2,7 en Argelia, 2,9 en Marruecos, 2,1 en Túnez. En suelo francés, los jóvenes hijos de inmigrantes visibles en el espacio público nacieron hace quince o veinte años. Hoy, por su fecundidad las mujeres inmigrantes no se diferencian mucho de las francesas nativas. El estudio de historia familiar, realizado durante el censo de 1999, mostró que el número medio de hijos por mujer era de 1,72 en la Francia metropolitana, y de 1,65 en el caso de las francesas nativas. Héran concluye que las inmigrantes, «que representan solo la duodécima parte de las mujeres en edad de concebir, son demasiado poco numerosas como para poder elevar significativamente la tasa de fecundidad general del país».