En noviembre pasado dio mucho que hablar una urna funeraria del siglo I hallada en Jerusalén. Las palabras grabadas sobre ella indicaban que contuvo los restos de un hermano de cierto «Jesús». Algunos afirmaron que ese «Jesús» era Cristo. Ya en aquel momento otros especialistas advirtieron que la identificación era dudosa (ver servicio 150/02). Ahora resulta que la inscripción es falsa, según la Autoridad de Antigüedades de Israel.
El descubrimiento del osario fue anunciado por André Lemaire, epigrafista de la Sorbona, en una conferencia organizada en Washington por la Biblical Archeological Review. La urna lleva una inscripción en arameo que dice: «Jacob, hijo de José, hermano de Jesús». Se dijo que eso podría ser una prueba arqueológica de que Jesús tuvo al menos un hermano, contra el testimonio de la Biblia.
Cuando el propietario de la urna la puso en venta, la Autoridad de Antigüedades de Israel decidió formar un equipo de catorce especialistas para estudiarla. Los expertos han concluido que el osario es auténtico del siglo I, pero la escritura grabada en ella es una falsificación. Su autor, dice, es de tiempos modernos y trató de imitar la grafía antigua. Por otro lado, la piedra de que está hecho el osario es más propia de Chipre y del norte de Siria que de Israel.
El estudio confirma además que la tabla llamada «de Josías», que se suponía escrita por este rey judío, también es falsa. En este caso, se trata de quince líneas escritas en hebreo antiguo que aluden al Templo de Jerusalén. Algunos consideraron la tabla como la primera prueba arqueológica de la existencia del Primer Templo del que se habla en la Biblia. Pero la Autoridad de Antigüedades afirma que la inscripción es una falsificación moderna.
El propietario de la urna y de la tabla, el ingeniero israelí Olden Goldman, se ha apresurado a defender la autenticidad de sus posesiones y poner en duda la imparcialidad de los expertos que las han examinado. Mientras, la policía de Jerusalén tiene en curso una investigación para aclarar cómo los dos objetos llegaron a manos de Goldman.