Viena. El comienzo de la visita papal estuvo marcado por el agradecimiento de Juan Pablo II a la fidelidad de los católicos croatas en momentos de persecución. En la audiencia general en la víspera del comienzo del viaje, el Papa dijo que los católicos croatas «permanecieron fieles a Cristo en la época de la persecución religiosa, y en el momento actual afrontan sin temor los nuevos desafíos para continuar testimoniando la fe de Cristo». Cuál puede ser uno de estos desafíos actuales lo dijo claramente el arzobispo de Zagreb, cuando recordó que «siendo Croacia en su enorme mayoría católica, en los diarios, la televisión y los demás medios es presentada como si no lo fuese; se propaga un sistema de vida con el cual los católicos en ninguna medida se sienten identificados».
Por eso, desde su primer discurso al llegar el jueves 5 al aeropuerto de Rijeka, Juan Pablo II recordó «las antiguas raíces cristianas de este país, regadas por la sangre de numerosos mártires». Un homenaje, pero también una misión, ya que acto seguido el Papa se refirió a la candidatura de Croacia al ingreso en la UE, y deseó que culminara con éxito. No cabe duda de que el Papa desea que los croatas aporten a la Unión un cristianismo vivo, frente a la actitud de quienes quieren evitar hasta la mínima referencia a la fe cristiana en la futura constitución de la UE.
El viernes 6, al beatificar en Dubrovnik a Marija Petkovic, Juan Pablo II centró su homilía en uno de sus pasajes evangélicos preferidos: el del joven rico que pregunta a Jesús qué ha de hacer para conseguir la vida eterna. El Papa se refirió además a dos lemas croatas con los que dio en el blanco. El primero, escrito en la fortaleza de San Lorenzo: «La libertad no se vende ni por todo el oro del mundo»; el otro, grabado en la residencia de los antiguos príncipes de la República de Dubrovnik (Ragusa): «Olvidaos de vuestros asuntos y ocupaos del bien común». Dio en el blanco porque, si pudiera hablarse de vicios relativamente extendidos en este país sin caer en la injusticia de una generalización, es posible que el primer lugar lo ocuparan las divisiones internas y el excesivo criticismo. El servicio abnegado al prójimo es, ordinariamente, el camino para dar respuesta a las inquietudes del joven rico, y así lo fue en el caso de la primera mujer croata beatificada.
Desde el sur de Dalmacia viajó el Papa el sábado al extremo oriental de Croacia: la llanura de Eslavonia, el más duro de los escenarios de la guerra de 1991-92 (más la ocupación serbia, que en el caso de Vukovar no terminó hasta diciembre de 1997). Al visitar las capitales civil y religiosa (Osijek y Ðakovo) de esta región llamada «el granero de Croacia», cualquiera puede percibir los efectos de la guerra: abandono del campo, desempleo en las ciudades, injusticias no reparadas… En Osijek, ante unos cien mil peregrinos, Juan Pablo II hizo un llamamiento a la reconciliación entre croatas y serbios: «Tras los duros tiempos de la guerra, que ha dejado en los habitantes de esta región heridas profundas, no cicatrizadas del todo, el compromiso por la reconciliación, la solidaridad y la justicia social exige el valor de individuos animados por la fe, abiertos al amor fraterno», dijo el Papa en la homilía.
En su discurso en Osijek, Juan Pablo II no olvidó saludar al metropolita Juan y a los demás obispos de la Iglesia Ortodoxa Serbia, ni de mandar un saludo fraterno al patriarca Pablo de Belgrado. Como en las demás ocasiones, el Papa extendió sus saludos a los representantes de las comunidades religiosas judía e islámica.
El Papa no quiso limitarse a un gesto de afectuoso aliento, y además puso la primera piedra de la Iglesia del Nacimiento de San Juan Bautista en Sarvas: fue la primera de los cientos de iglesias católicas destruidas por los rebeldes serbios en Croacia, muchas de las cuales siguen hoy en ruinas.
La misa dominical en la fiesta de Pentecostés en Rijeka fue el último acto importante de esta tercera visita papal a Croacia, centésimo viaje de Juan Pablo II fuera de Italia. En su homilía, el Papa se centró en la familia, «camino de la Iglesia y de la nación», lema elegido por los obispos croatas para la visita papal. El Papa pidió para la familia «medidas concretas que garanticen su constitución, desarrollo y estabilidad», y mencionó explícitamente el problema de la vivienda y del empleo (el paro está en torno al 22%). En un momento en que se está discutiendo un proyecto que pretende liberalizar el trabajo en domingo, el Papa destacó que «es de fundamental importancia respetar el carácter sagrado del día festivo, que permite a los miembros de la familia encontrarse y ofrecer juntos a Dios el culto debido».
El viaje ha demostrado el entusiasmo que despierta Juan Pablo II en Croacia, donde todos los actos han reunido a multitudes, a pesar del agobiante calor de los últimos días.
Santiago Mata