Juan Pablo II invita a avivar la herencia cristiana de Europa

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Exhortación apostólica «Ecclesia in Europa»
Juan Pablo II ha promulgado la exhortación apostólica Ecclesia in Europa, el quinto y último documento de los sínodos continentales celebrados para preparar el Gran Jubileo (ver servicio 139/99). Con la carta apostólica Novo millennio ineunte, forma el programa del Papa para la reevangelización del Viejo Continente. Seleccionamos algunos puntos destacados del nuevo documento.

Europa ha sido impregnada amplia y profundamente por el cristianismo. «No cabe duda de que, en la compleja historia de Europa, el cristianismo representa un elemento central y determinante, que se ha consolidado sobre la base firme de la herencia clásica y de las numerosas aportaciones que han dado los diversos flujos étnicos y culturales que se han sucedido a lo largo de los siglos» [Motu proprio Spes aedificandi, 1-X-1999] (n. 24).

[Entre las raíces culturales de Europa] se han de recordar el espíritu de la Grecia antigua y de la romanidad, las aportaciones de los pueblos celtas, germanos, eslavos, ugrofineses, de la cultura hebrea y del mundo islámico. Sin embargo, se ha de reconocer que estas influencias han encontrado históricamente en la tradición judeocristiana una fuerza capaz de armonizarlas, consolidarlas y promoverlas. Se trata de un hecho que no se puede ignorar; por el contrario, en el proceso de construcción de la «casa común europea», debe reconocerse que este edificio ha de apoyarse también sobre valores que encuentran en la tradición cristiana su plena manifestación. Tener esto en cuenta beneficia a todos (n. 19).

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha mantenido lazos muy estrechos con nuestro Continente, de tal modo que la fisonomía espiritual de Europa se ha ido formando gracias a los esfuerzos de grandes misioneros y al testimonio de santos y mártires, a la labor asidua de monjes, religiosos y pastores. De la concepción bíblica del hombre, Europa ha tomado lo mejor de su cultura humanista, ha encontrado inspiración para sus creaciones intelectuales y artísticas, ha elaborado normas de derecho y, sobre todo, ha promovido la dignidad de la persona, fuente de derechos inalienables. De este modo la Iglesia, en cuanto depositaria del Evangelio, ha contribuido a difundir y a consolidar los valores que han hecho universal la cultura europea (n. 25).

Constitución europea

En el proceso de integración del Continente, es de importancia capital tener en cuenta que la unión no tendrá solidez si queda reducida sólo a la dimensión geográfica y económica, pues ha de consistir ante todo en una concordia sobre los valores, que se exprese en el derecho y en la vida (n. 110).

Deseo dirigirme una vez más a los redactores del tratado constitucional europeo para que figure en él una referencia al patrimonio religioso, y especialmente cristiano, de Europa. Respetando plenamente el carácter laico de las Instituciones, espero que se reconozcan, sobre todo, tres elementos complementarios: el derecho de las Iglesias y de las comunidades religiosas a organizarse libremente, en conformidad con los propios estatutos y convicciones; el respeto de la identidad específica de las Confesiones religiosas y la previsión de un diálogo reglamentado entre la Unión Europea y las Confesiones mismas; el respeto del estatuto jurídico del que ya gozan las Iglesias y las instituciones religiosas en virtud de las legislaciones de los Estados miembros de la Unión (n. 114).

La mujer

Las mujeres han tenido siempre un lugar relevante en el testimonio del Evangelio. (…) La Iglesia manifiesta su confianza en lo que las mujeres pueden hacen hacer hoy en favor del crecimiento de la esperanza en todas sus dimensiones. Hay aspectos de la sociedad europea contemporánea que son un reto a la capacidad que tienen las mujeres de acoger, compartir y engendrar en el amor, con tesón y gratuidad. Piénsese, por ejemplo, en la mentalidad técnico-científica generalizada que ensombrece la dimensión afectiva y la importancia de los sentimientos, en la falta de gratuidad, en el temor difuso a dar la vida a nuevas criaturas, en la dificultad de vivir la reciprocidad con el otro y en acoger a quien es diferente (n. 42).

La Iglesia no deja de alzar su voz para denunciar las injusticias y violencias cometidas contra las mujeres (…). Pide que se apliquen efectivamente las leyes que protegen a la mujer y que se establezcan medidas eficaces contra el empleo humillante de imágenes femeninas en la propaganda comercial, así como contra la plaga de la prostitución; desea que el servicio prestado por la madre, del mismo modo que por el padre, en la vida doméstica, se considere como una contribución al bien común, incluso mediante formas de reconocimiento económico (n. 43).

Sacramentos

Se debe dar gran relieve a la celebración de los Sacramentos (…). Los Padres sinodales han destacado esta exigencia para contrarrestar dos peligros: por un lado, algunos ambientes eclesiales parecen haber perdido el auténtico sentido del sacramento y podrían banalizar los misterios celebrados; por otro, muchos bautizados, por costumbre y tradición, siguen recurriendo a los Sacramentos en momentos significativos de su existencia, pero sin vivir conforme a las normas de la Iglesia (n. 74).

Ante la pérdida tan extendida del sentido del pecado y la creciente mentalidad caracterizada por el relativismo y el subjetivismo en campo moral, es preciso que en cada comunidad eclesial se imparta una seria formación de las conciencias. Los Padres Sinodales han insistido en que se reconozca claramente la verdad del pecado personal y la necesidad del perdón personal de Dios mediante el ministerio del sacerdote. Las absoluciones colectivas no son un modo alternativo de administrar el sacramento de la Reconciliación (n. 76).

Familia y vida

La Iglesia en Europa (…) ha de proponer con fidelidad la verdad sobre el matrimonio y la familia. (…) El valor de la indisolubilidad matrimonial se tergiversa cada vez más; se reclaman formas de reconocimiento legal de las convivencias de hecho, equiparándolas al matrimonio legítimo; no faltan proyectos para aceptar modelos de pareja en los que la diferencia sexual no se considera esencial. En este contexto, se pide a la Iglesia que anuncie con renovado vigor lo que el Evangelio dice sobre el matrimonio y la familia, para comprender su sentido y su valor en el designio salvador de Dios (n. 90).

Junto con la disminución de la natalidad, (…) se ha de mencionar con tristeza, ante todo, la difusión del aborto, recurriendo incluso a productos químico-farmacéuticos que permiten efectuarlo sin tener que acudir al médico y eludir cualquier forma de responsabilidad social; ello es favorecido por la existencia en muchos Estados del Continente de legislaciones permisivas de un acto que es siempre un «crimen nefando» [Gaudium et spes, n. 51] y un grave desorden moral. Tampoco se pueden olvidar los atentados perpetrados por «la intervención sobre los embriones humanos que, aun buscando fines en sí mismos legítimos, comportan inevitablemente su destrucción» [Evangelium vitae, n. 63] (n. 95).

Ante este estado de cosas, es necesario «servir al Evangelio de la vida» incluso mediante una «movilización general de las conciencias» y un «común esfuerzo ético», para poner en práctica una gran «estrategia en favor de la vida» [Evangelium vitae, n. 95] (n. 96).

Ecumenismo y diálogo interreligioso

La consolidación de la unión en el seno del Continente europeo estimula a los cristianos a cooperar en el proceso de integración y reconciliación mediante un diálogo teológico, espiritual, ético y social. En efecto, en la Europa «que está en camino hacia la unidad política ¿podemos admitir que precisamente la Iglesia de Cristo sea un factor de desunión y de discordia? ¿No sería éste uno de los mayores escándalos de nuestro tiempo?» [Homilía, 13-XII-1991] (n. 119).

Es necesario también que se establezca un diálogo interreligioso profundo e inteligente, en particular con el hebraísmo y el islamismo. (…) Se trata (…) de tomar mayor conciencia de la relación que une a la Iglesia con el pueblo judío y del papel singular desempeñado por Israel en la historia de la salvación. (…) Es necesario, pues, favorecer el diálogo con el hebraísmo, sabiendo que éste tiene una importancia fundamental para la conciencia cristiana de sí misma y para superar las divisiones entre las Iglesias, y esforzarse para que florezca una nueva primavera en las relaciones recíprocas (nn. 55-56).

Es importante una correcta relación con el Islam. (…) Hay que preparar adecuadamente a los cristianos que viven cotidianamente en contacto con musulmanes para que conozcan el Islam de manera objetiva y sepan confrontarse con él (…). Por lo demás, es comprensible que la Iglesia, así como pide que las Instituciones europeas promuevan la libertad religiosa en Europa, reitere también que la reciprocidad en la garantía de la libertad religiosa se observe en Países de tradición religiosa distinta, en los cuales los cristianos son minoría (n. 57).

«¡Europa, no tengas miedo!»

Hoy te repito, Europa, que estás comenzando el tercer milenio, «vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces» [Discurso en Santiago de Compostela, 9-XI-1982]. (…) ¡No temas! El Evangelio no está contra ti, sino en tu favor. Lo confirma el hecho de que la inspiración cristiana puede transformar la integración política, cultural y económica en una convivencia en la cual todos los europeos se sientan en su propia casa y formen una familia de naciones, en la que otras regiones del mundo pueden inspirarse con provecho. (…) Ten confianza! En el Evangelio, que es Jesús, encontrarás la esperanza firme y duradera a la que aspiras. (…)

¡Ten seguridad! ¡El Evangelio de la esperanza no defrauda! En las vicisitudes de tu historia de ayer y de hoy, es luz que ilumina y orienta tu camino; es fuerza que te sustenta en las pruebas; es profecía de un mundo nuevo; es indicación de un nuevo comienzo; es invitación a todos, creyentes o no, a trazar caminos siempre nuevos que desemboquen en la «Europa del espíritu», para convertirla en una verdadera «casa común» donde se viva con alegría (nn. 120-121).

Prof. Pedro Rodríguez: «Relanzar el cristianismo en Europa es vital para el resto del mundo»

Desde su posición de experto, el profesor Pedro Rodríguez, de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, fue testigo privilegiado del sínodo sobre Europa de 1999. Fruto de los trabajos de aquella reunión es Ecclesia in Europa, que -afirma el Prof. Rodríguez- para el Papa «tiene una importancia excepcional. No olvidemos que este documento es la decantación de dos sínodos dedicados al continente europeo: uno el realizado después de la caída del comunismo, y el de 1999, como preparación al Jubileo».

«Europa, en su conjunto, es un continente que, desde el punto de vista de la cultura cristiana, está en decadencia, y con todo, Juan Pablo II insiste en que sigue teniendo un carácter emblemático para el cristianismo. En Europa están los países que llevaron la fe cristiana a todo el mundo, y aquí están los que llevaron la división, la ruptura. Porque el cristianismo no se dividió en Australia, o en América, se dividió en Europa. Por esto el Papa está convencido que todo lo que sea relanzar el cristianismo en Europa es vital para África, para América, para Asia».

Como muestra del relieve que tiene este documento, el Prof. Rodríguez señala «la solemnidad que el Pontífice ha dado a la promulgación de Ecclesia in Europa. Juan Pablo II la ha firmado en Roma, la víspera de la fiesta de San Pedro, coincidiendo con la visita del enviado especial del Patriarcado de Constantinopla. Es decir, es un documento cargado de ‘romanidad’, y creo recordar que se consultó a los padres sinodales dónde querían que se promulgase la exhortación postsinodal, y entre las distintas propuestas Roma salió con gran mayoría. Esto es muy significativo».

— En síntesis, ¿qué quiere recordar el Papa con este documento?

— El núcleo del mensaje es el tema que se eligió para el sínodo de 1999: Jesucristo vivo en su Iglesia y fuente de esperanza para Europa. Es decir, Jesucristo no como figura histórica, sino como viviente en su Iglesia. Este Cristo vivo es fuente de esperanza para Europa.

Este tema alude a una cosa que me parece muy verdadera: Europa es un continente desesperanzado. El contraste con América es fuerte; recuerdo un reciente viaje que hice por países sudamericanos donde, a pesar de tantas miserias, de tantos problemas, notas en la gente la fuerza de la esperanza.

Hablar de la vida eterna

— Uno de los puntos en los que se insistió fue la urgencia de hablar más a la gente de la vida eterna y de las verdades últimas.

— El Sínodo subrayó tres presupuestos para la transmisión de la fe. El primero, que es esencial «hablar de vida eterna», que es de lo que hablaba Jesucristo; hay que decir a la gente que después de esta vida hay otra vida, y que esta vida eterna debe configurar el modo de vivir en la tierra. Los obispos advirtieron que si se olvida la dimensión trascendente, se acabará viendo el cristianismo como una simple suma de «buenos consejos» para organizar la sociedad.

El segundo aspecto en el que se hizo hincapié fue una visión de la Iglesia que responde a la idea de «Cristo presente en los cristianos», y no a la de una realidad meramente organizativa y societaria. Si pensamos en las noticias que los medios de comunicación difunden habitualmente sobre la Iglesia, comprobamos que, en la mayoría de los casos, se trata de debates sobre aspectos organizativos. Es una visión de la Iglesia como una organización que se trata de asemejar lo más posible a la estructura de la sociedad civil.

Y el tercer punto, la necesidad de que los fieles reciban no sólo formación doctrinal sino también formación espiritual, para que puedan ser verdaderos cristianos en el mundo.

— ¿Hay otros puntos claves para la reevangelización de Europa?

— Quiero subrayar también un nuevo punto de vista para resolver la crisis de vocaciones, un punto fundamental en Europa. En el tema de las vocaciones sacerdotales, el documento afirma que hay que llevarlo a la pastoral ordinaria. Hasta ahora, el problema recaía sobre el delegado diocesano de vocaciones, pero el Papa quiere que la cuestión de las vocaciones al seminario sea objeto ordinario de la predicación en las iglesias y así sea un tema de todos los fieles.

Constitución europea

— Es de subrayar también la parte dedicada al papel de la Iglesia en la nueva Europa.

— El Papa repite su llamamiento a que en la construcción -y en la constitución- europea se tenga en cuenta a la Iglesia. La Iglesia, afirma Juan Pablo II, «no pide volver a formas de Estados confesionales», pero al mismo tiempo «deplora todo tipo de laicismo ideológico o separación hostil» entre instituciones civiles y confesiones religiosas. Y en concreto solicita que en el tratado constitucional europeo «figure una referencia al patrimonio religioso, y especialmente cristiano, de Europa». Respetando el carácter laico de las instituciones, expresa su deseo de que se reconozcan tres aspectos: el derecho de las Iglesias y las comunidades religiosas a organizarse libremente, el respeto de la identidad de las confesiones religiosas, y el respeto del estatuto jurídico que ya gozan las Iglesias y las instituciones religiosas en las legislaciones de los estados de la UE.

En uno de los últimos puntos del documento, Juan Pablo II retoma el «non abbiate paura», no tengáis miedo, de la homilía de inauguración de su pontificado, y dice a Europa: «No temas, el Evangelio no está contra ti, sino en tu favor».

— ¿Qué impacto cree que tendrá la exhortación «Ecclesia in Europa»?

— El futuro de este documento está en cómo los pastores, que son los miembros del sínodo, lo tomen como guía pastoral. Ecclesia in Europa obliga a los pastores a una relectura de la Novo millennio ineunte, desde los acentos puestos en este documento.

Un pastor europeo tendría que tener en una mano la Novo millennio y en la otra la Ecclesia in Europa, que son dos documentos abarcantes, que plantean la nueva evangelización. Luego están los sectoriales, como Rosarium Virginis Mariae o la encíclica Ecclesia de Eucharistia, pero Novo millennio es la clave del tiempo histórico que estamos viviendo, mientras que Ecclesia in Europa es la clave del espacio cultural en el que vivimos.

— ¿Por qué el documento subraya tanto el ecumenismo?

— En la exhortación postsinodal es muy importante la búsqueda de la fraternidad entre los cristianos de las distintas confesiones en Europa. Del mismo modo que decimos a los Estados que deben darse cuenta de las raíces cristianas de Europa, mucho más nosotros, los cristianos. No se entiende el ser cristianos y no vivir la fraternidad entre las distintas confesiones, y así profundizar en el Evangelio que queremos proponer a los europeos.

En Europa el ecumenismo es muy importante. Y hay que llevarlo al tema de la fraternidad. En Alemania, por ejemplo, un protestante que tiene fe en Jesucristo y un católico que también tiene fe en Jesucristo están rodeados de no creyentes. Lo lógico es que entre ellos vivan la fraternidad. Que, entre las confesiones, haya una profundización común del Evangelio y de la revelación divina. Si hay fraternidad, la separación duele, sientes la separación y la tomas en serio, y se ven con seriedad los temas que separan, que dividen. En cambio, si no la tomas en serio, el ecumenismo se banaliza y se tratan con ligereza cuestiones que no son negociables.

Miguel Castellví

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