En las informaciones sobre la rentrée escolar de este año, la prensa francesa destaca la solidez del sector privado. Se ocuparán prácticamente todas las plazas disponibles de primaria y secundaria, especialmente en las grandes ciudades (París, Nantes, Montpellier, Marsella, Lyon). Según Le Monde (30-VIII-2003), las huelgas de profesores del curso pasado han provocado el aumento de peticiones de inscripción en las escuelas privadas.
Además, los padres están cada vez más prevenidos contra la violencia y el fracaso escolar, aparte del temor a que se reproduzca en otoño el activismo sindical de la pasada primavera. Más que un efecto coyuntural, parece reflejar una tendencia de fondo.
En 2002, según las estadísticas oficiales, 56.000 alumnos pasaron de un centro estatal a uno privado bajo contrato (sostenido con fondos públicos) al comenzar la secundaria, mientras que sólo 23.000 hacían lo contrario. La escuela católica no pudo admitir entonces a unos 20.000 alumnos, que estaban en lista de espera. Como explica la directora de una escuela de París, no tiene plazas libres desde enero de 2003. A juicio del secretario general de la enseñanza católica, Paul Malartre, se trata de un fenómeno creciente en los últimos tres años, que refleja la superación de viejos clichés.
Una tesis semejante expresa en La Croix (29-VIII-2003) el responsable de la enseñanza católica en Rennes: este curso el crecimiento será más pronunciado que en años anteriores; los buenos resultados se deben sobre todo a la afirmación de la propia identidad, como centro católico abierto a todos: según una encuesta realizada por los servicios diocesanos entre 600 familias bretonas, al elegir, los padres piensan en «una red», no en «un centro». Su homólogo de Lyon coincide: «Hemos logrado la imagen de una enseñanza que sabe innovar desde el punto de vista pedagógico».
Así lo confirma también la tesis del sociólogo François Dubet, ferviente partidario de la escuela pública, que lamenta que su debilidad fortalezca a la escuela privada: «Las familias se comportan más como consumidores exigentes, que en función de criterios ideológicos». En cierto modo, lo reconoce en La Croix el responsable diocesano de Lyon, cuando alude a los padres que reclaman sus derechos si no están de acuerdo con una orientación o con que un alumno repita.
Pero, además, los centros privados satisfacen mejor los deseos de seguridad, la regularidad de horarios, la disponibilidad de los profesores o, incluso, la integración de los padres en la acción educativa, como asegura Eric Raffin, presidente de Unapel, la federación de padres de alumnos de la escuela libre. La enseñanza privada en Francia acoge a unos dos millones de estudiantes, un 20% del total (de estos, el 96% van a escuelas católicas).
Salvador Bernal