La inmunización reduce el riesgo de contraer enfermedades infecciosas, previene millones de muertes y es fundamental para el desarrollo económico de los países pobres. No obstante, según el informe State of the World’s Vaccines and Immunization (OMS, UNICEF, Banco Mundial) anualmente mueren casi 11 millones de niños menores de cinco años a causa de enfermedades infecciosas. La inversión es escasa y lo seguirá siendo si los países pobres no adquieren las vacunas en cuanto estén disponibles.
Gracias a los programas de vacunación, sobre todo a partir de la puesta en marcha en 1974 del Expanded Programme on Inmunization de la OMS, la viruela ha desaparecido en todo el mundo, cada vez hay menos casos de polio (ver servicio 67/01) y dos terceras partes de los países en desarrollo han erradicado el tétanos neonatal. La tasa de vacunación de niños se mantiene en un 70% desde comienzos de los años noventa. Lógicamente, hay grandes variaciones según los países. Los del África subsahariana, por ejemplo, no llegan al 55%.
Sin embargo, si se compara la cobertura actual con la de principios de los ochenta, el crecimiento ha sido espectacular. Este esfuerzo ha supuesto que la polio esté a punto de ser erradicada del planeta. Más de la mitad de los países y de la población mundial están libres de la enfermedad. En 1988 hubo 350.000 casos en 125 países, y en 2001, solo 483 en diez países.
El objetivo es el mismo con el sarampión: en 2001 murieron 770.000 niños a causa de esta enfermedad. La campaña de erradicación ya está en marcha. En cuanto al tétanos neonatal, la campaña empezó en 1989, pero en 2001 todavía murieron 200.000 niños a causa de la enfermedad. No obstante, ha desaparecido de 104 de los 161 países en desarrollo.
Después de estos logros, ¿por qué no ha crecido la inmunización desde hace diez años? Hay varias razones. Sigue habiendo vacunas que no están disponibles en muchos países con riesgo de epidemias. En especial, las vacunas contra la hepatitis B (la segunda causa de cáncer en todo el mundo), la fiebre amarilla, la rubeola y la haemophilus influenza tipo B -que provoca meningitis y neumonía-.
Hay razones médicas: en muchos países en desarrollo no es nada fácil determinar la causa de la meningitis o la neumonía, ya que pueden desarrollarse por diferentes microbios. En cuanto a la hepatitis B, se estima que una tercera parte de la población mundial ha sido infectada con el virus en algún momento de su vida; del total, unos 350 millones son enfermos crónicos. El virus permanece latente varios años y es cien veces más contagioso que el SIDA. La «invisibilidad» de la forma crónica de la enfermedad ha sido la mayor dificultad de las campañas de inmunización en los países en desarrollo. Por lo que respecta a la rubéola, hace falta una cobertura del 80% de los niños para garantizar que no la contraigan niños mayores o madres jóvenes (cuando se contrae durante el embarazo, en el 90% de los casos resulta la muerte del feto o múltiples disfunciones en los niños). En el caso del sarampión, la cobertura debe ser del 90% para evitar la transmisión.
Otra razón ha sido la relajación por parte de los gobiernos y de los donantes, cuando parecía que alguna enfermedad estaba bajo control. Así ha ocurrido con la fiebre amarilla: en los últimos veinte años ha habido 12 veces más casos que en los veinte anteriores, y ahora hay 44 países en riesgo (33 en África). Esto ha provocado que la OMS haya tenido que promover campañas de emergencia para frenar epidemias en zonas urbanas. El mayor inconveniente es que son campañas muy caras y dejan exhaustas las reservas de vacunas. Mucho más eficaz sería una labor preventiva, si se tiene en cuenta que la vacuna contra la fiebre amarilla se conoce desde 1937, es muy barata y una sola dosis tiene efectos durante un mínimo de diez años.
A pesar de las dificultades, la inmunización es una de las intervenciones sanitarias de menor coste y, además, los precios de las vacunas han bajado mucho: las seis vacunas del Expanded Programme on Inmunization cuestan 25 dólares, mucho menos que los tratamientos contra cualquiera de las enfermedades que previenen. Sin embargo, muchos países tienen problemas económicos para acceder a las vacunas más caras (hepatitis B, haemophilus influenza tipo B). Además, algunas enfermedades se han hecho resistentes a los tratamientos y otras (SIDA, tuberculosis, malaria, meningitis, disentería, encefalitis japonesa, cólera, etc.) no tienen vacuna o están en desarrollo. Uno de los mayores obstáculos es que en los países desarrollados se invierta poco en investigar vacunas contra algunas de estas enfermedades, porque no es rentable o porque la vacuna, cuando la enfermedad también se da en los países ricos, no siempre es eficaz en otras partes del mundo.
De ahí que el informe concluya que sin el apoyo del sector público y el compromiso por parte de los países en desarrollo de comprar las vacunas en cuanto estén disponibles, la inversión en investigación y desarrollo seguirá estancada. La Global Alliance for Vaccines and Inmunization, que suma los esfuerzos de la OMS, UNICEF, el Banco Mundial, gobiernos, ONG, fundaciones y empresas privadas, nació en 2000 para desarrollar esa nueva estrategia. Entre gobiernos, fundaciones y contribuciones privadas la Alianza han conseguido ya 1.750 millones de dólares para conseguirlo.