Max Gallo: laico y católico

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El escritor francés Max Gallo acaba de publicar una trilogía novelesca, en la que pinta un gran fresco histórico alrededor de tres personajes que marcaron la historia del cristianismo en Francia: san Martín de Tours, el rey Clovis y san Bernardo de Clairvaux. Tratándose de un ardiente defensor de los valores republicanos y laicos, biógrafo de Robespierre y Rosa Luxemburg, su interés por estos personajes ha suscitado comentarios sobre su propio itinerario espiritual.

En el prólogo a su saga Les Chrétiens (Ed. Fayard) relata que en octubre de 2001 asistió al bautismo del bebé de un amigo. Antes de la ceremonia, el padre dominico que iba a celebrarla le tomó aparte y le sugirió contar en una novela la vida de esos tres personajes. Después, las palabras del padre durante el bautismo le impresionaron tanto que se sintió removido y se puso a rezar.

En una entrevista publicada en La Vie (25 septiembre 2002), Laurent Grzybowski le pregunta si la laicidad republicana que defiende es compatible con la identidad católica.

«No es contradictorio», responde Max Gallo. «Laico y republicano, soy también católico. Sería una estupidez querer contraponer estas dos identidades. Los que se niegan a vibrar con el recuerdo de Reims y los que leen sin emoción el relato de la fiesta de la Federación no comprenderán jamás la historia de Francia. Mi trabajo de escritor, desde hace algunos años, consiste precisamente en tratar de dar la imagen más completa posible de la diversidad de nuestra historia nacional. Les Chrétiens se inscriben en la misma línea que una biografía de Napoleón, de De Gaulle o de Victor Hugo. Todo esto gira en torno a una interrogación sobre los fundamentos de nuestra colectividad nacional y de la identidad francesa».

¿Esta toma de conciencia ha cambiado su existencia?, indaga el periodista. «Curiosamente, he redescubierto el sentido de la oración, la que practicaba durante mi infancia. Es para mí un momento de sosiego. Uno tiene todas esas tensiones del día, de la tarde y de la mañana, y el hecho de rezar me serena.

«Más profundamente, frente a todos los fanatismos y a todas las tentaciones sectarias, me parece necesario que nos paremos y dediquemos un tiempo a plantearnos algunas cuestiones fundamentales, espirituales, que afectan al sentido de la vida. A este respecto, el cristianismo me parece que es una religión que trata de evitar las oclusiones, teniendo en cuenta al mismo tiempo la fuerte demanda de espiritualidad de nuestros contemporáneos. Esta religión se apoya en una convicción fuerte e innovadora: en cada hombre hay algo divino y sagrado. Esta convicción es también la mía».

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