Roma. Más que por la estricta novedad de su contenido, el discurso de Juan Pablo II ante el Parlamento italiano el día 14 impresionó, sobre todo, por el lugar donde hablaba, por el modo en que lo hizo y por el calor con que lo acogieron los miembros de todos los partidos políticos.
Entre los aspectos de fondo que abordó durante los cuarenta y siete minutos de alocución, el Papa se refirió al peligro de la alianza entre democracia y relativismo ético; y, en conexión con lo anterior, aludió al riesgo de que una democracia que no tenga en cuenta los valores éticos, inscritos en la naturaleza del ser humano, termine por producir algún tipo de totalitarismo, escondido o manifiesto.
Había mucha expectación por lo que el Papa diría…
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