Una investigación independiente ha concluido que no tienen base alguna las acusaciones de abuso sexual presentadas contra el arzobispo de Sydney, George Pell, por un ciudadano australiano. Este aseguraba que hace 40 años, cuando él tenía 12 años, Pell, entonces seminarista, abusó sexualmente de él. El caso ha quedado cerrado, pero ha puesto de manifiesto la ligereza con que se puede montar una campaña de prensa sobre bases infundadas.
Cuando surgió la acusación el pasado agosto, Pell declaró desde el primer momento que era mentira. Se manifestó dispuesto a someterse al procedimiento establecido en la Iglesia para investigar acusaciones de este tipo contra clérigos, y a colaborar abiertamente. Para preservar la dignidad del cargo de arzobispo, se tomó un permiso temporal hasta que concluyera la investigación.
La investigación independiente, realizada por un antiguo juez del Tribunal Supremo de Victoria, Alec Southwell, ha concluido que las acusaciones eran falsas.
Al surgir la denuncia, la prensa dio una gran cobertura al asunto. Los medios llegaron a publicar narraciones del inventado abuso atribuido a Pell, dejando siempre en el anonimato al acusador. Ahora se sabe que quien decía ser la víctima de Pell había sido declarado culpable de tráfico de drogas y otros actos delictivos. La comisión que investigaba el asunto advirtió al acusador que podía presentar una denuncia ante la policía, pero nunca lo hizo.
La cobertura informativa dada a las acusaciones contra Pell respondía a la actitud hostil con que algunos medios de prensa le recibieron desde que llegó a Sydney, procedente del arzobispado de Melbourne. Mons. Pell está considerado como un hombre fiel al Papa, que no duda en mantener la doctrina de la Iglesia en asuntos controvertidos como la conducta homosexual, el aborto o las investigaciones con embriones humanos.
Las críticas se acentuaron cuando, con motivo de la crisis de abusos sexuales en EE.UU., se acusó a Pell de no haber dado la debida importancia a casos de este tipo cuando era obispo auxiliar de Melbourne. En realidad, cuando Mons. Pell era arzobispo de Melbourne hace seis años, creó la primera comisión independiente para investigar las acusaciones de abusos sexuales cometidos por clérigos.
Incluso personalidades ajenas a la Iglesia católica, como el presidente del Consejo Australiano de Libertades Civiles, Terry O’Gorman, han llamado la atención ante la «histeria» provocada por acusaciones de abusos sexuales a menores. O’Gorman cree que se está olvidando con tanta facilidad la presunción de inocencia que una ley debería restaurar ese principio.