Desde el último verano no ha cesado en Estados Unidos el debate en torno a la clonación y la investigación con embriones. En agosto, el presidente George Bush decidió permitir la financiación federal sólo para experimentos con líneas de células madre embrionarias ya existentes, no para la creación de nuevas líneas que impliquen la destrucción de embriones (ver servicio 112/01). El 31 de julio, la Cámara de Representantes aprobó por amplia mayoría un proyecto de ley que prohíbe cualquier tipo de clonación humana. Falta que Senado haga lo mismo, pero aquí las posibilidades son menos claras. Bush ha pedido a los senadores que decidan contra la clonación, y la mayoría del público sostiene la misma postura.
En el Senado, donde -a diferencia de la Cámara de Representantes- hay mayoría demócrata (por la mínima diferencia), se han estancado este y otros proyectos apoyados por el presidente. Ante la incertidumbre sobre lo que decidirán los senadores, partidarios y contrarios de la clonación se han empleado a fondo haciendo campaña. Ha habido anuncios en los medios de comunicación, y cada parte ha llevado a expertos y personalidades para testificar ante la comisión del Senado que preparaba el proyecto.
Si bien los partidarios de la clonación han contado con el apoyo de la Academia de Ciencias y de famosos como Christopher Reeve, el otro bando goza de mayor favor entre el pueblo, según muestran las 400.000 firmas que ha conseguido reunir. Lo mismo indica una encuesta realizada por el Pew Research Center for the People & the Press y dada a conocer el 9 de abril. El 77% de los entrevistados se oponen a los experimentos de clonación humana, aun con fines terapéuticos. En cambio, el 43% están a favor de que el gobierno financie investigaciones con células madre (pero la pregunta no precisaba si se refería a las células embrionarias o a todas), 12 puntos menos que en otra encuesta de agosto pasado; los de opinión contraria son el 35% (29% en agosto).
La oposición de la gente a la clonación fue uno de los argumentos que esgrimió Bush el 10 de abril, en un discurso en que pidió a los senadores que la prohibieran. «La vida es una creación, no una mercancía», dijo el presidente a un auditorio compuesto de médicos, científicos, legisladores, activistas religiosos y enfermos. Y añadió: «Los progresos en la nueva biotecnología no deben realizarse a costa de la conciencia humana. A la vez que exploramos posibilidades, debemos siempre preguntarnos qué está bien, y no olvidar que ni siquiera los fines más nobles justifican cualquier medio».
Pero quizá más importantes han sido las declaraciones hechas el mismo día por el senador republicano Bill Frist, cirujano especialista en trasplantes de corazón, que en estas materias goza de notable prestigio entre los legisladores. Según explicó Frist en un programa de la CBS, aunque se manifiesta a favor de que se investigue con células madre embrionarias, no acepta que se consigan por clonación. Crear un embrión «para experimentar -dijo- lleva a la destrucción de ese embrión, lo cual es a mi juicio moralmente inaceptable». Y concluyó: «Después de considerar insalvables objeciones éticas sobre la investigación con embriones humanos clónicos, he llegado a la conclusión de que una prohibición total es la política correcta en estos momentos».
Algunos Estados tienen legislación propia en materia de la investigación con embriones. Uno, Dakota del Sur, ha prohibido experimentar con células madre embrionarias. Este mismo Estado y cinco más han aprobado leyes que prohíben usar fetos o embriones procedentes de abortos. Nueve -uno de los anteriores entre ellos- no permiten investigar con embriones sobrantes de la fecundación in vitro.