La copia ilegal de programas informáticos está muy extendida. Se propaga entre amigos, aunque Internet y la banda ancha han puesto la guinda. En principio, las empresas dejan de ganar dinero con cada copia. Pierden mucho entonces. Quizás por eso no ponen más trabas a la piratería: más les vale remar que reducir cada abordaje. Lo que está claro es que son tiempos de cultura pirata, en uso y generalizada. Y como en toda corriente, lo difícil es ir por libre. Pero hay maneras.
En la mayoría de los casos, copiar software comercial es ilegal. Lo dicen los contratos, las condiciones de venta, las leyes y algunos indicios (licencias, mochilas de hardware, activación por teléfono o Internet, etc.). Las leyes del mercado protegen a quienes inventan el software y están ilusionados con vivir de eso. De manera que si alguien copia los programas de manera ilegal (para uso personal -no hace falta tener negocios-; para instalarlos en más ordenadores de los permitidos por las condiciones de venta, etc.) ocasiona un perjuicio económico -el llamado lucro cesante- a los titulares de los derechos. Si además los copia para falsificarlos o venderlos más baratos, obtiene un enriquecimiento injusto.
En Internet, en algunos casos los programas están en páginas al alcance de cualquier internauta (la descarga no siempre es gratuita); en otros, hay un principio de acuerdo de intercambio: la contribución de programas al fondo común da derecho a descargar los que uno quiera. Esta práctica -que se realiza a través de redes peer to peer (P2P)- se conoce como warez: programas comerciales que se ofrecen gratuitamente.
El intercambio de música y películas se está persiguiendo mucho. Las grandes compañías discográficas y cinematográficas se han aliado para acabar con las redes P2P, como Napster y sus clones, o saturarlas y dañar las copias gratuitas, como ha ocurrido con KaZaa, Movie88, Morpheus, etc. Les está costando mucho dinero frenar la costumbre e inventarse alternativas (MGM, Paramount, Sony, Universal y Wagner han creado MovieLink, un servicio de alquiler de películas por Internet que empezará a funcionar a finales de año). Continuará en sus pantallas.
Sin embargo, el intercambio de software no se persigue tanto. Hay varias razones. Costaría mucho más dinero y solo hay un gigante del software, Microsoft, más preocupado -aparentemente- por la seguridad de sus productos que por las copias ilegales. Digo aparentemente porque afirman que «la medida de nuestro éxito no será detener la piratería de software, que posiblemente es un objetivo inalcanzable. El éxito se medirá en un mayor conocimiento de los términos de los acuerdos de licencias y un mayor cumplimiento de las mismas». Suerte.
Quizás se pueda detener a los piratas profesionales, pero la cultura sigue. Además, según las malas lenguas, algunos sistemas operativos y programas comunes se han impuesto gracias al pirateo masivo durante años. Y las empresas saben que eso crea dependencia cuando toca comprar software.
El caso del software viejo
Si en la mayoría de los casos, copiar es ilegal, ¿cuándo no lo es? Las limitaciones de los contratos y de las condiciones de venta no suelen ser eternas. Cuando salen al mercado versiones mejoradas de los programas y dejan de comercializarse las anteriores, se entiende que la empresa suministradora ya no gana dinero con esos productos, con lo que desaparece la posibilidad de provocarle un perjuicio económico. En este caso, se pueden copiar los programas sin problemas, instalarlos en más ordenadores que los fijados en las condiciones de venta, etc.
Por qué se lanzan nuevas versiones si existe este riesgo nos llevaría muy lejos. En principio, las empresas resuelven el problema porque ofrecen a sus clientes alguna ventaja, como actualizar su versión a un precio mucho más bajo. Y, si se pueden usar las versiones anteriores, ¿por qué se piratean las nuevas? Porque aunque las condiciones de venta no duran siempre, las versiones suelen convivir varios años en el mercado. Cuando salió Windows 98, aún se vendía Windows 95, y así. Pero la razón principal se llama versionmanía o afán desmedido por poseer la última versión de los programas informáticos.
Código pirata
La cultura del pirateo tiene elementos patológicos, como la versionmanía. Neurológicos, como el olvido voluntario de que la compra de un programa da derecho a utilizar el software, no a clonarlo. Profilácticos: «van a sacar una versión nueva y me voy a quedar atrás». Técnicos: «¿por qué las fuentes de los programas están cerradas y no me dejan modificarlas a mi antojo?». Económicos: «los sistemas operativos y los programas comunes son demasiado caros, y las condiciones de uso son leoninas».
Sería interesante hacer la autopsia a cada argumento, pero quizás el económico es el más socorrido, y el que menos se sostiene. ¿Alguien recuerda cómo se llama el que se apropia de lo que no puede o quiere pagar? No obstante, la mayor contradicción es que para usar al cien por cien los últimos programas del mercado hay que tener un PC con bastante memoria RAM, un disco duro grande, un microprocesador veloz, conexión a Internet, lector de CD y DVD, un monitor ancho, un par de altavoces resultones, tarjetas gráficas no coreanas, un buen antivirus con derecho a actualizaciones periódicas, etc. Demasiado caro como para comprar el software que nos obliga a tener esas máquinas…
Las empresas de software tienen un discurso único al respecto. En síntesis: «Invertimos fuertes sumas de dinero en investigación y desarrollo, y necesitamos cobrar por nuestros productos o, de lo contrario, vemos peligrar nuestra actividad. En España se venden 1,5 millones de ordenadores al año, pero esta cantidad no se corresponde con las ventas de software. El índice de piratería español es del 52%; en China, del 97%; en Estados Unidos, del 18%. Hay múltiples formas de piratear; desde la más básica, que es no pagar por el software, hasta otras más sutiles, como comprar licencias para diez PC y usarlas en cien, por ejemplo. Es necesario un cambio cultural para terminar con el pirateo. Disponer de software legal tiene la ventaja de poder disponer de todos los servicios postventa, recibir actualizaciones, información sobre nuevas versiones, etc., además de la tranquilidad moral de estar actuando correctamente».
De acuerdo, pero hay muchos usuarios que ni tienen equipos último modelo, ni se pueden permitir comprar software, ni odian a las empresas informáticas. Es más, es muy posible que pirateen por cultura. Les gustará saber que hay alternativas a esa costumbre.
El esfuerzo antipirata
En otros terrenos, lo costoso es dar con los distribuidores de las imitaciones (ropa, relojes, perfumes, etc.). En el caso de la informática es al revés: si no quieres ser pirata te lo tienes que proponer de firme. El esfuerzo empieza nada más comprar el PC: «dice el de la tienda que lleva software preinstalado». Son las llamadas versiones OEM, para instalar exclusivamente en equipos nuevos. Se trata de acuerdos que existen entre los fabricantes de equipos y las empresas de software. El fabricante del PC añade un valor a sus productos; la empresa de software consigue un nuevo usuario que quizás quiera actualizarse en el futuro; el cliente consigue software a un precio más bajo; y el de la tienda vende. Lo que ocurre en bastantes ocasiones es que el de la tienda hace copias de las versiones OEM, las preinstala, eso sí, pero no da al cliente ni la documentación ni la licencia. El cliente sale contento pensando que le han hecho un favor. Bienvenido al barco pirata.
El primer esfuerzo está ahí; en exigir la versión OEM original -no una copia- porque es realmente más barata que la que se vende por separado. Este paso es fundamental en el camino alternativo al pirateo.
Si nuestro PC no lleva «software preinstalado», el esfuerzo está en determinar qué programas necesitamos realmente. Si no, existe el riesgo de pedir a un amigo que instale los programas… Se puede decir que un usuario doméstico necesita un procesador de textos con corrector ortográfico, una hoja de cálculo, una base de datos, un navegador, un gestor de correo electrónico, un compresor de archivos y un antivirus. Aunque tampoco están de más un reproductor de música, un organizador y un lector de archivos .pdf.
En cuanto al sistema operativo, he visto un Office 2000 instalado en un PC (de 1Gb) con Windows 95. Quiero decir que si el software que usamos no es muy pesado casi cualquier sistema operativo sirve. De manera que se puede utilizar un sistema operativo menos reciente (se venderá sin soporte y más barato que en su día) o que no se comercialice, sin necesidad de piratear las últimas versiones.
Resuelto el sistema operativo, solo queda decidir si queremos gastar dinero o no en el procesador de textos, la hoja de cálculo, la base de datos y el antivirus. Los demás programas son gratuitos, como se verá.
Programas baratos
En la mente del consumidor, al software le pasa lo mismo que a los demás productos del mercado. Si es barato es malo y si es caro es bueno. Por esta regla, para los programas que faltan (procesador de textos, hoja de cálculo, base de datos) lo bueno es MS Office XP. El XP cuesta entre 360 euros (actualización) y 840 euros (versión completa). Sin embargo, hay muchos programas o suites (paquetes de programas) asequibles que realizan las mismas funciones que los que se piratean. O por lo menos, las mismas funciones que el usuario medio utiliza habitualmente (según algunos, la mayoría de los usuarios solo utilizan el 10% del potencial del Office). Así, MS Works Suite 2002 cuesta alrededor de 115 euros y contiene los programas de uso común; Sun StarOffice 6.0 se puede conseguir por 75 dólares; y 602Pro PC Suite Plus por 30 euros.
Otra alternativa es usar programas que ya no se comercializan. Pero si el temor a «quedarse atrás» es insuperable y ni siquiera hay dinero para comprar los programas citados, también se pueden usar programas gratuitos. Hay suites muy parecidas a las de pago, aunque no tengan todas sus características. StarOffice y 602Pro PC Suite tienen versiones gratuitas para uso doméstico. La versión inglesa de EasyOffice también es gratis. Otra posibilidad es OpenOffice que es una especie de versión gratuita y abierta de StarOffice.
Si en lugar de suites queremos adquirir programas aislados también existen alternativas. Entre los procesadores de texto (los comerciales más comunes son MS Word, Corel Word Perfect y Lotus Word Pro) es donde hay más variedad de calidad. Así, por ejemplo, StarOffice Write -que tiene incluso funciones de las que no se usan nunca-, AbiWord, RougDraft, etc. Estos programas son compatibles con la mayoría de formatos de texto, tienen correctores ortográficos, estilos de escritura, permiten crear plantillas, insertar imágenes, etc.
En cuanto a las hojas de cálculo, las más populares son MS Excel, Lotus 1,2,3 y Corel Quattro Pro. Pero solo hay una alternativa convincente, Starcal, que está integrada en la suite de StarOffice. Es compatible con Excel, permite crear gráficos y diagramas, etc.
Si no hay dinero para la base de datos es mejor fabricarla con otro programa, pues no hay buenas alternativas. La alternativa al antivirus de pago es un caldo de cultivo… No vale la pena escatimar ahí.
Una vez repasados los programas básicos, podemos seguir llenando el ordenador sin gastar dinero. Los programas freeware son programas gratuitos que se pueden descargar de Internet o instalar desde los CD que regalan las revistas especializadas. Los autores conservan los derechos, de manera que nadie los puede comercializar ni modificar. No hay que confundirlos con el free software, que se distribuye con el código fuente de los programas: los usuarios pueden modificarlos y comercializar las versiones mejoradas con la única limitación de citar al autor original y señalar los cambios. Estos programas se suelen distribuir bajo la llamada Licencia Pública GNU (GNU is Not Unix) y pueden ser gratuitos o no, pero siempre deben ir acompañados de las fuentes para permitir a los destinatarios seguir aplicando la misma filosofía. Es decir, estos programas no se pueden patentar, ni registrar y, aunque nadie está obligado a aceptar la licencia, es lo único que da permiso para distribuir los programas.
Filosofía de la gratuidad
La explicación de esta licencia, editada por la Free Software Foundation, está en www.gnu.org/philosophy/why-free.es.html: más que antipiratería es un movimiento anticopyright. En cambio, no hay una única intención que justifique el freeware: inventas un programa para uso personal y luego te sientes generoso con el planeta; un granito de arena contra los precios del software comercial; un soporte publicitario; un modo de conseguir bases de datos de los usuarios; una manera de ganar adeptos que prueban los programas para luego lanzar versiones comerciales con cierta base, etc. El gran éxito de los programas freeware es que reducen mucho las funciones de los programas equivalentes de pago que, como están pensados para todos los públicos, tienen demasiadas utilidades.
A partir de este momento, llenar el PC no tiene coste. Los navegadores y clientes de correo no necesitan alternativas porque casi todos son gratuitos. Internet Explorer y Netscape Navigator son los navegadores más extendidos, además incorporan servicios de correo (Outlook Express y Netscape Messenger, respectivamente). Otros gestores de correo de muy buena calidad son Eudora (antes de pago, ahora freeware) y Pegasus Mail.
Los compresores más usados son WinZip y WinRar, pero hay alternativas gratuitas como 2000Zip, ZipCentral y Aladdin Expander (todos descomprimen archivos .zip). En cuanto al retoque fotográfico, los programas están diseñados para el ámbito profesional y no tanto para el doméstico, pero las cámaras digitales se han abaratado tanto que puede ser de interés conocer la aplicación GIMP (no tiene nada que envidiar a Photoshop). Y para evitar el peligro de «no poder leer un archivo que me envían» están las aplicaciones Excel Viewer (archivos .xls, etc.), PowerPoint Viewer (.ppt), Word Viewer (.doc) y Acrobat Reader (.pdf), también gratuitas.
Por lo demás, hay cientos de programas gratuitos de agenda, organizadores, de diseño 3D, de animación y vídeo, de sonido, de administración de ficheros, de intercambio de ficheros (FTP), de acceso remoto a otros ordenadores, etc. La fiesta pirata tiene salida.
Que la fuente te acompañe
Hay otra manera de estar a la última (versionmaníacos, atención), no quedarse atrás, no gastar nada o muy poco y ser compatible con el mundo. Pero es la alternativa que cuesta más esfuerzo: pasarse a Linux.
Linux es un sistema operativo gratuito, creado en 1991 por Linus Torvalds, un estudiante finlandés de informática. Su intención era crear un núcleo de sistema (kernel) que funcionara en los nuevos ordenadores 80386 de Intel, por lo que adaptó el sistema MINIX (basado en UNIX) a ese microprocesador. Pidió sugerencias en un grupo de noticias y muchos se animaron a contribuir en el nuevo sistema operativo.
Pero al popularizarse como alternativa a otros sistemas operativos, algunos empezaron a comercializar versiones (como se ha visto, las mejoras al free software se pueden vender) y a introducir utilidades que hacían Linux más accesible, como el gestor de ventanas X Windows y el software de escritorio (arrastrar y pegar entre aplicaciones, control de sesiones, panel de control organizado, etc.). Ahora, aunque depende de las versiones, es tan fácil de instalar como Windows.
Para lo que nos ocupa, es una alternativa. Hay multitud de distribuciones (conjunto de archivos de sistema, aplicaciones y utilidades) Linux gratuitas, la gran mayoría bajo licencia GNU (es decir, acompañado de las fuentes). Se pueden descargar por Internet; o instalar con los CD de regalo que llevan algunos libros y revistas especializadas; o sencillamente copiar cualquier versión gratuita que llegue a nuestras manos. También se puede adquirir una versión comercial (RedHat, Debian, Slackware, Suse, Conectiva, Caldera, Mandrake, Corel Linux, Hispafuentes, etc.).
La gran ventaja es económica: las ediciones para usuarios domésticos o son gratuitas o cuestan entre 25 y 100 euros. Pero además, Linux funciona en ordenadores con procesadores a partir de i386; no necesita más de 32 MB de RAM; ocupa medio Gb (sistema operativo y aplicaciones comunes); hay manuales gratuitos en Internet; incluye los programas más usuales (texto, hojas de cálculo, etc.); permite ejecutar programas del sistema Windows con emuladores; se puede usar por varias personas en el mismo PC sin que nadie (salvo el administrador) pueda leer o borrar los archivos de los demás; es muy seguro cuando se navega por Internet; etc.
También tiene pegas. La primera es que hay que dedicarle tiempo. Por eso, es aconsejable probar las versiones que arrancan desde un CD, sin necesidad de instalar, o instalarlo en una partición del disco duro hasta familiarizarse con los nuevos programas: manteniendo el sistema operativo y los programas que ya tengamos. También es complicado configurar redes con muchos ordenadores; servidores web y de correo; instalar algunos componentes de hardware, etc. Sin embargo, el uso común (procesador de textos, navegar por Internet, correo electrónico) es sencillo.
Muchas empresas han adaptado sus productos a Linux. De hecho, es ya uno de los sistemas operativos presentes en más plataformas (relojes, PDA, ordenadores, videoconsolas, etc.), y cada vez es más frecuente en servidores de empresas, redes, servidores de Internet, universidades. Los más entusiastas dicen que las cosas funcionan porque los servidores trabajan en Linux. En cualquier caso, Linux es una alternativa un poco más compleja que las demás y quizás haya que tener otras razones para usarlo además de querer dejar la piratería.
Direcciones de software gratuito
Una sencilla búsqueda en Google mostrará muchas páginas para descargar programas gratuitos. Algo que no ocurre al buscar la frase «no es necesario piratear», pero esto es otra cuestión. Estas páginas pueden ser de interés:
www.sun.com www.softonic.comwww.donfreeware.comwww.tucows.comdownload.com.comLinux:www.linux.orgwww.redhat.eswww.hispafuentes.comwww.slackware.comwww.linux-mandrake.com/es/Ignacio F. Zabala