EE.UU.: la Academia de Pediatría se declara a favor de que las parejas homosexuales puedan adoptar niños

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El pasado 4 de febrero, un comunicado de la American Academy of Pediatrics (AAP), asociación médica que agrupa a más 55.000 pediatras estadounidenses, declaraba que «los niños que han nacido o han sido adoptados por un miembro de una pareja de gays o lesbianas merecen la seguridad de tener dos padres legalmente reconocidos». La adopción conjunta, explica la AAP, tendría para los niños ventajas prácticas en materia de herencia, en caso de separación de la pareja, etc. «Por tanto, la AAP apoya los esfuerzos jurídicos y legislativos que hagan posible la adopción de niños por el segundo padre o copadre en esas familias».

El comunicado hace referencia a un informe técnico publicado en la revista Pediatrics (2002 [109]:341-344), que edita la AAP. La Dra. Ellen C. Perrin es la autora del artículo, avalado por el Comité sobre Aspectos Psicosociales de la Salud Infantil y Familiar, uno de los 40 que tiene la asociación. El artículo, titulado Coparentalidad y segunda paternidad adoptiva en padres del mismo sexo, es calificado por la AAP como declaración institucional, o sea, es una orientación profesional para los asociados.

El informe señala que «un creciente cuerpo de literatura científica demuestra que el desarrollo emocional, cognitivo, social y sexual de los niños que crecen con uno o dos padres homosexuales es equiparable al de los niños cuyos padres son heterosexuales». El artículo también defiende que en el desarrollo de los niños parece influir más la naturaleza de las relaciones dentro de la unidad familiar que la particular estructura que ésta adopte. Después de reconocer que es imposible obtener estadísticas fiables sobre el número de padres que son homosexuales, el artículo cita un estudio de 1995, realizado por Laummann (Universidad de Chicago y National Opinion Research Center), según el cual entre 1 y 9 millones de niños norteamericanos tienen al menos un padre homosexual.

La toma de postura de la AAP ha sido recibida con algunas críticas. «No es más que un insensato apoyo a la campaña para hacer pasar por normal a la paternidad homosexual, en perjuicio de los niños», ha declarado The Family Research Council. Su presidente, Ken Connor, considera de muy baja calidad el artículo de la Dra. Perrin, y añade que «hay pruebas de que los niños criados por homosexuales sufren confusión de identidad sexual. El estudio trivializa la importancia de la contribución que ambos géneros prestan al desarrollo de los niños».

David Blankenhorn, presidente del Institute for American Values y autor de un libro -Fatherless America- sobre los niños que viven sin el padre, tampoco está de acuerdo con la AAP. Subraya que los niños se crían mejor con un padre y una madre. «Con las parejas homosexuales -añade- comprobaremos lo mismo que ya sabemos sobre las consecuencias del divorcio en los niños» (USA Today, 4-II-2002).

Sin base científica

Por nuestra parte, hemos pedido opinión a dos especialistas. El Dr. Ignacio Villa, profesor de Pediatría de la Universidad Complutense y jefe de la Unidad de Docencia, Investigación y Dismorfología del Hospital Gregorio Marañón (Madrid), antes de valorar el informe aparecido en Pediatrics, recuerda que la AAP no legisla, sino que ofrece orientaciones a los pediatras para que puedan hacer uso de ellas en su actividad clínica.

Si se tiene en cuenta que la misión del pediatra -como define la OMS- es hacer posible la entrada del niño en la etapa adulta en perfectas condiciones físicas, psíquicas y sociales, señala que es difícil entender cómo la AAP puede sostener que un niño que no tiene en su hogar el influjo conjunto de las figuras paterna y materna puede desarrollarse en esas condiciones. «No existe ningún estudio científico que avale esa tesis», dice Villa. En cambio, considera científicamente probado que la estabilidad de la relación de los padres influye decisivamente en el desarrollo físico, psíquico y social del niño. «Existen -apunta Villa- estudios serios que sitúan la inestabilidad de las parejas homosexuales en niveles muy superiores a la de las parejas heterosexuales».

Sobre la fiabilidad del informe de Pediatrics, Villa señala que, como director de una publicación (Acta Pediátrica Española), tiene a menudo ocasión de comprobar cómo se intenta hacer uso sesgado de datos estadísticos poco serios al servicio de la ideología. «Confío en que una postura tan irresponsable como la adoptada por la AAP no sea tenida en cuenta por los pediatras. Como miembro de la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos de Madrid, no me parece ético que los pediatras prestemos apoyo a la adopción de niños por parejas homosexuales. Los homosexuales merecen todo mi respeto, pero la pretensión de entregar niños en adopción a parejas homosexuales supone un riesgo irresponsable que no debemos correr. Esas parejas son atípicas, una cola de la curva de Gauss. La adopción debe procurar una familia -un padre y una madre- a un niño. El niño tiene derecho a un padre y una madre, pero no existe el derecho a ser padre o madre. Bastantes problemas tenemos los pediatras con los nuevos trastornos conductuales en los niños, que están obligándonos a afrontar una revolución en la patología infantil». En suma, concluye Villa, «la postura de la AAP sobre esta materia parece fruto de presiones e intereses ajenos al mundo de la medicina y de la ciencia».

Tono apologético

Después de estudiar el artículo publicado en Pediatrics, Aquilino Polaino-Lorente, catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense, hace dos análisis, uno científico y otro sociológico. En el primero, Polaino destaca la falta de rigor que supone citar una estimación de 1 a 9 millones de niños que en Estados Unidos tiene al menos un padre o madre homosexual. «Eso no es estadística. No es admisible ese rango de variabilidad, ni tampoco que no se expliciten los procedimientos seguidos, ni el modo en que se ha compuesto la muestra, si es aleatoria o sesgada… No sabemos tampoco el concepto de padre gay o madre lesbiana que manejan los autores del estudio».

Para Polaino, las conclusiones del artículo, en las que la AAP se apoya para tomar postura y formular recomendaciones a sus asociados, no tienen carácter científico. «En primer lugar, los propios autores del artículo reconocen que la muestra que han tomado no es significativa, pero además no es de recibo que se comparen los intereses maritales y parentales, las prácticas de crianza, la estrategia de resolución de conflictos y de afrontamiento de parejas homosexuales con los de parejas heterosexuales partiendo del a priori de que esos intereses son similares. No se puede vender un a priori como si de una conclusión se tratase. El artículo no deja claro qué entiende por estilo de vida, con lo cual difícilmente puede comparar, igualar o distinguir ese estilo de vida en parejas heterosexuales y homosexuales».

En el aspecto sociológico, Polaino percibe en la declaración de la AAP un tono de apología de la homosexualidad y una pretensión de realizar o al menos facilitar un asalto a las leyes, para cambiar la realidad. En esa línea se sitúa la tercera de las recomendaciones de la AAP a los pediatras: apoyar iniciativas de reformas legales para que se permita la adopción conjunta por parte de parejas homosexuales. Polaino cree que la actitud de la AAP no parece responder a motivaciones científicas, sino más bien a consideraciones o presiones de otro género. Este caso le recuerda lo ocurrido en 1973, cuando la Asociación Americana de Psiquiatría excluyó la homosexualidad del catálogo de trastornos psíquicos (cfr. servicio 79/01).

Alberto Fijo

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