En una entrevista publicada en La Croix (29-X-99), el pastor y teólogo luterano Marc Chambron explica cómo católicos y luteranos han llegado a armonizar dos nociones tenidas antes por incompatibles sobre el papel de la fe y las obras en la justificación, como muestra la reciente declaración conjunta (ver servicio 154/99).
Durante siglos, los luteranos han estimado que los católicos no ponían suficientemente la gracia en el centro de su doctrina y hablaban demasiado de la cooperación del hombre en su salvación. A su vez, los católicos pensaban que los luteranos no ponían bastante el acento en que, aunque somos salvados por la fe y no por las obras, estas son una manera de agradecer a Dios su amor. Pero se ha dado una evolución por ambas partes. Los luteranos han subrayado más que la fe debe producir obras buenas, y la gracia dar fruto en la vida de los creyentes. Por parte de los católicos, Teresa de Lisieux dijo, hace cien años, que «Dios es misericordia», significando que es en primer lugar Padre antes que juez. Y Bernanos ha escrito: «Todo es gracia», es decir, exactamente lo que Lutero se había esforzado en decir cuatro siglos antes.
El Concilio Vaticano II ha supuesto igualmente una etapa importante en el camino del acercamiento, reafirmando que Dios es amor y reformando cierto número de textos. Después, la enseñanza y la predicación católica y protestante se han ido acercando más. Esto ha ocurrido porque, de una y otra parte, se subraya el amor de Dios, la gratuidad de la salvación, diciendo al mismo tiempo que las obras y toda la vida cristiana son igualmente importantes para mostrar que se ha acogido esa salvación gratuita.