El Papa en la India, frente al recelo del fundamentalismo hindú

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Juan Pablo II estará en Nueva Delhi del 5 al 8 de noviembre, para presentar a los fieles las conclusiones del Sínodo de Asia que se celebró en Roma en mayo de 1998. Su visita se produce en unas circunstancias en las que grupos de extremistas hindúes vienen realizando ataques contra los cristianos.

Entre enero de 1998 y febrero de 1999 el parlamento indio contabilizó 116 agresiones contra cristianos, 92 más que en 1997. La mayoría de los ataques ocurrieron en la Estados del norte del país, causando destrozos materiales. Pero este año, han muerto ya al menos seis personas.

Los extremistas se han envalentonado tras la victoria electoral del partido nacionalista hindú, Bharatiya Janata (PBJ), en abril de 1998, victoria ratificada también en las elecciones de este año. A partir de entonces, los cristianos experimentaron un recrudecimiento del acoso gubernamental, incitado por el ala religiosa del partido, y una serie de ataques violentos que se han atribuido a los grupos extremistas satélites del PBJ, el Bajrang Dal (juventudes fundamentalistas) y el Rashtriya Swayamsevak Sangh (brazo armado del PBJ).

Las instituciones religiosas cristianas gozan de gran prestigio entre la población (ver servicio 38/99). Sin embargo, los 23 millones de cristianos representan sólo el 2,6% de la población, en un país mayoritariamente hindú (80%).

Pero a los fundamentalistas hindúes les molesta el aumento de las conversiones al cristianismo. Hace trece años había 13 millones de católicos y ahora son 17 millones. La expansión se ha dado sobre todo entre las castas inferiores -dalits- y las tribus indígenas, conocidas como adavasis. Entre los cristianos, el 50% son dalits y el 25% adavasis. Tradicionalmente, ni los partidos políticos ni las organizaciones se han preocupado de su situación. En cambio, las instituciones cristianas llevan años trabajando en escuelas y hospitales que atienden las necesidades básicas de estos grupos.

Gracias a la educación que reciben, dalits y adavasis han empezado a participar en la vida política del país (ver servicio 161/98). El PBJ y algunas organizaciones hinduistas, controladas por miembros de las castas superiores, ven la promoción de estos grupos como un peligro para mantenerse en el poder. De hecho, el algunos Estados del nordeste del país, más del 90% de la población profesa la religión cristiana.

En estas regiones -las más pobres del país-, la convivencia entre las religiones no supone ningún problema: los hindúes saben que la India no es un país de una sola religión, además de que la libertad religiosa es un derecho constitucional. Sin embargo, los extremistas interpretan las conversiones al cristianismo en términos políticos, como una maniobra para ganar influencia en el país. Esto les ha valido las críticas del Partido del Congreso, en la oposición, que afirma que están traicionando el hinduismo, que es tolerante.

Los extremistas han reaccionado al más puro estilo clasista. Thomas Chellan, sacerdote del Estado de Orissa, está acostumbrado a oír frases del estilo «si las castas inferiores promocionan, ¿quién va a trabajar en el campo?», procedentes de miembros de las castas superiores. Según Smita Narsula, de Human Rights Watch, «la promoción de la sanidad, de la educación y de la independencia económica de los dalits y adavasis es uno de los factores que provocan la violencia y la propaganda anticristiana. Los extremistas quieren mantener la dependencia económica de estas comunidades» (La Croix, 5-X-99). Lo que confirma que el motivo de la violencia contra los cristianos tiene una explicación más social que religiosa, a pesar del tinte religioso de las soflamas fundamentalistas.

Desde finales de 1998, los cristianos han organizado manifestaciones para reclamar el respeto de las garantías constitucionales y pedir al gobierno que castigue la violencia. Los ataques han provocado diversas reacciones políticas (ver servicio 20/99) y la reprimenda del Departamento de Estado norteamericano al gobierno indio -en un informe sobre la libertad religiosa en el mundo- por no ser capaz de prevenir y castigar esos delitos.

Por su parte, dirigentes extremistas hindúes aducen que el documento sobre la Iglesia en Asia, que va a presentar el Papa, es un plan para conquistar el subcontinente indio, y pidan que se prohíban las conversiones al cristianismo.

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