Un pródigo Estado del bienestar y el descenso de la práctica religiosa son, según el informe The End of Altruism?, las causas de que en Gran Bretaña las donaciones con fines caritativos se hayan reducido en un tercio entre 1993 y 1997.
El informe, presentado por Graham Leach, economista del Institute of Directors, señala que entre 1993 y 1997 las donaciones con fines caritativos se redujeron en casi 1.000 millones de libras. La media mensual de donativos por cabeza ha pasado de 10,08 libras a 8,54 en ese periodo.
No obstante, sigue habiendo un pequeño grupo de filántropos de una generosidad desproporcionada, pues sus donativos sumaron casi la mitad del total en 1997.
Estos datos contrastan con los registrados en Estados Unidos el mismo año. Mientras en Gran Bretaña sólo el 0,5% de la renta nacional se destina a filantropía, en Estados Unidos la cifra asciende al 2%. Según la American Association of Fund Raising, los estadounidenses donaron 175.000 millones de dólares a entidades sin fin de lucro, lo que sitúa a Estados Unidos en cabeza de los países más generosos. Pero a diferencia de Gran Bretaña, cerca del 75% de los donativos salen de los bolsillos de particulares; el resto procede de fundaciones, legados, empresas y grandes fortunas del país (cfr. The Economist, 29-V-99).
En Gran Bretaña, según Leach, el motivo del descenso de donativos es el «excesivo afán» por parte del Estado de proteger al ciudadano. Esto ha difundido entre las generaciones jóvenes la creencia de que los problemas sociales son responsabilidad del gobierno, que debe resolverlos a través de los impuestos.
Otros explican el descenso de donativos por la introducción de la Lotería Nacional, cuyos ingresos sirven en parte para financiar obras benéficas. Pero Leach piensa que no hay pruebas de que la lotería haya influido en el número y cantidad de las donaciones, pues el descenso comenzó antes.
Por último, el estudio señala que las creencias religiosas tienen un efecto importante en los donativos a entidades benéficas. Esto se ha advertido entre los británicos menores de 30 años, que es el grupo de población que ha experimentado el mayor descenso de práctica religiosa y, a la vez, el que más ha reducido sus donaciones con fines caritativos.