Contrapunto
La escuela no es inmune a las modas. Lo que fue útil, y más tarde se desechó, a veces vuelve como el último descubrimiento. Así podría ocurrir con algo que tiene que ver precisamente con la «moda» escolar: el uniforme. Es verdad que el uniforme ha seguido vigente por lo general en colegios privados de élite; pero en la enseñanza pública había desaparecido. Ahora el cambio ha empezado a producirse en California, tierra emblemática del vive y viste como quieras. Desde este nuevo curso, los 57.000 alumnos de las escuelas de Long-Beach deben llevar uniforme, y, según The Economist (3-IX-94), esta obligación podría extenderse pronto a todo el Estado.
De repente, las autoridades educativas han descubierto que el uniforme tiene una serie de ventajas. Advierten que los uniformes hacen menos visibles las diferencias sociales entre los alumnos, dan una imagen más seria a la clase y una impresión de comunidad más unida. Por otra parte, será un modo de eliminar las «señas de identidad» de las bandas que dividen a los alumnos y de algunas indumentarias con connotaciones racistas. También se cree que el uniforme puede contribuir a reducir el absentismo y la violencia, ya que el alumno se lo pensará dos veces antes de fumarse la clase o agredir a otros cuando el uniforme puede delatarle. En fin, el cambio no gustará a las chicas, pero a las madres les encantará que sus hijas no tengan que resolver todas las mañanas el «¿qué me pongo?» para ir a la escuela.
Ahora que vuelve a discutirse si es mejor o no la coeducación, sólo faltaba el retorno del uniforme como signo de una «restauración» en la escuela. Pero quizá es más bien un signo de pluralismo. Se va viendo que, también en la escuela, lo mejor es que en cada sitio se adopten las soluciones que van bien para las personas que la frecuentan. El «uniforme pedagógico» está lleno de inconvenientes.
Juan Domínguez