Contrapunto
Dicen las malas lenguas que un médico sana, dos dudan y tres, muerte segura. Lo que no dicen es qué ocurre si el médico es una máquina, la consulta está en el propio domicilio y las preguntas tienen el acento cibernético de un ordenador. Se trata de programas informáticos y servicios de línea directa pensados para controlar la propia salud; una herramienta educativa que no pretende sustituir la labor de los médicos ni provocar autodiagnósticos, aunque sí reducir las consultas innecesarias.
Actualmente, 5 millones de norteamericanos utilizan estos servicios, y se prevé que en 1997 la clientela ascienda a 18 millones. El uso es sencillo. Se selecciona una de las distintas categorías que se ofrecen (ojos/visión, por ejemplo) y a continuación se contesta sí o no a la serie de preguntas (¿se le nubla la vista en el ojo que le duele?, ¿le ha cambiado el color del iris?). El programa responde con una lista de posibles diagnósticos y un extenso elenco de medicamentos o remedios rápidos. El doctor Warner Slack, pionero en este campo, afirma que muchos pacientes se encuentran más cómodos hablando con el ordenador que con sus propios médicos. Además, no sienten reparo en confesar sus hábitos o tendencias.
Parece que la salud preocupa a muchos y que todo lo que prometa mejorarla es buen negocio. Por eso, la medicina informática, aunque quizá pueda curar algunas enfermedades, probablemente también contribuirá a extender otra que empieza a ser epidémica: la hipocondría.
Ignacio F. Zabala