Cruzando el umbral de la esperanza, escrito en polaco por el Papa, fue traducido al italiano y aprobado por el autor; de esa versión se han hecho las traducciones a las demás lenguas. Entre los que lo han leído con profundidad está su traductor al español, el escritor Pedro Antonio Urbina, que nos comenta sus impresiones.
Juan Pablo II ocupa un buen lugar entre los autores más traducidos del mundo. Según el último Index Translationum, publicado por la UNESCO, de 1979 a 1992 se habían editado 844 traducciones de Juan Pablo II, sin olvidar las 39 traducciones de obras de teatro y de poemas escritos cuando sólo era Karol Wojtyła. A éstas habrá que añadir las 21 traducciones en que ha sido lanzado su nuevo libro Cruzando el umbral de la esperanza. El novelista, poeta y ensayista Pedro Antonio Urbina es responsable de la versión en castellano que se edita en España, Hispanoamérica y Estados Unidos.
— La fórmula del libro-entrevista hace pensar en un diálogo espontáneo, pero ¿cuál es en realidad el género del libro?
— No es propiamente un diálogo espontáneo. Es, sí, una entrevista; pero Juan Pablo II contestó a las preguntas por escrito y sin premura de tiempo: contestó durante sus ratos libres. Realmente, más que contestar, toma pie de las preguntas para escribir sobre lo que le preocupa, para exponer su preocupación y su desvelo por el hombre y su mundo. Las preguntas de Messori están muy bien hechas; pero el Papa se va por donde quiere, por donde piensa que debe irse; tanto es así, que sólo había veinte preguntas, y el Santo Padre contestó tan ampliamente que entresacaron quince temas más a los que antepusieron posteriormente sus preguntas. Así queda el libro con 35 respuestas a 35 preguntas. Y queda suelto, ágil: es y no es una entrevista, es más bien un monólogo espontáneo, entrañable, sincero, directo. Un monólogo troceado, como por capítulos.
— ¿En qué se diferencia del Juan Pablo II que conocemos por las encíclicas y textos magisteriales?
— Se parece al que conocemos en directo, se parece a ese hombre, que además es el Papa, que, requerido por los gritos de la gente joven, por ejemplo, sale al balcón e improvisa unas palabras amables, de amigo, de padre. Y el libro se parece a veces a una carta de familia, a una confidencia, a un relato autobiográfico. Otras veces se parece a una clase. En ocasiones se trasluce el Papa de las encíclicas, pero en breve, en contestación brevísima y contundente, a veces dura, con voz de grito. Las más, en invitación cariñosa, persuasiva. Es un libro insólito, más que eso, el primero en su género: el Papa habla como Karol Wojtyla sin dejar de ser Juan Pablo II, vicario de Cristo. Muestra su humanidad, se acerca al hombre y a la mujer de hoy como si le urgiera, y de tantos modos que parece desear decir: ¿Qué más puedo hacer por ti? De hecho, en su última respuesta se despide poniéndose al servicio de todos, en una frase elegante y conmovedora.
— ¿Qué visión da Juan Pablo II de la situación de la fe en el mundo de hoy?
— Se ponen juntas, por medio de preguntas, las cuestiones actuales más acuciantes o importantes o permanentes. Y no es tanto eso lo nuevo, y que esté todo junto en relativamente breve espacio, sino que se puede apreciar al leerlo la visión de conjunto, la verdad que unifica todo, la sencillez de la verdad. Dado el carácter del libro, el Papa puede dar una visión unitaria de la historia del pensamiento, de la historia de la humanidad, de la Redención, de puntos concretos conflictivos, de soluciones, de orientaciones, de caminos… Lo nuevo me parece que es eso: como la verdad es sencilla y el Papa la abarca, la ve, la dice. Aquí la verdad está dicha desde el lado de la Esperanza; pero todo es uno, lleva a la Fe y a la Caridad. Y hay que ponerlo también con minúscula, es decir, desde la esperanza humana, que lleva al Papa a hablar de la fe en el hombre, a animar a la solidaridad y al amor mutuo. Juan Pablo II habla con optimismo y contagia.
— Messori ha dicho que no ha querido plantear al Papa ni cuestiones eclesiásticas ni políticas. ¿Qué tipo de preguntas hace?
— Hace preguntas que interesan a la Iglesia, no preguntas de curia o de jerarquía. Pero sí son preguntas que interesan a la Iglesia, es decir, al hombre y todo lo del hombre. En la primera pregunta Messori se excusa por ser largo, por ir a la raíz; eso pienso que hace en todas las preguntas: va a la raíz de todas las cuestiones permanentes, y las plantea como las plantea el hombre y la mujer de hoy. Pues si se quieren las respuestas o soluciones para hoy, hay que plantear el problema como lo tenemos hoy. Y así se hace en el libro.
— ¿Qué dificultad ha tenido que resolver para traducir el libro?
— La prisa. Corría mucha prisa tenerlo a tiempo. Y lo traduje en veinte días. Como todo lo que dice es verdad, es sencillo y está dicho de una manera clara, no hubo dificultades… literarias. Me dieron trabajo las citas, tanto las de la Biblia como las de documentos del VaticanoII, porque el Papa -tiene derecho a hacerlo- reescribe los documentos del Vaticano: parece otra cosa, tienen otro aire, están vivos. En una publicación dijeron de mi labor de traductor, de mí en concreto, que era experto en citas bíblicas: al principio me molestó la atribución de esa rara especialidad; pero luego me dio risa. La verdad, sin embargo, es que hay mucha cita, reescrita.