Obsesión por la salud

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La Dra. Faith T. Fitzgerald escribe en The New England Journal of Medicine (21-VII-94):

(…) Tanto el público como los médicos han empezado a confundir, respecto a la salud, el ideal con la norma. (…) Si la salud es normal, entonces la enfermedad y los accidentes son faltas. De quién o de qué es la falta, varía: de la contaminación ambiental, por ejemplo, o del gobierno, de los mismos médicos, de la dieta, del radón, o de discriminaciones políticas. Hoy actuamos como si realmente creyéramos que la enfermedad, el envejecimiento y la muerte fueran hechos antinaturales y todo tuviera remedio. Pensamos que basta saber lo necesario -o gastar lo necesario- para poder prevenir o dominar la enfermedad y la muerte.

Antes, si una persona caía enferma, era alcohólica, tenía tuberculosis o maltrataba a su familia, era una pena; pero una pena para tal persona y para su familia: eso era asunto suyo. Pero en los últimos decenios tanto la existencia de esas imperfecciones como los remedios se han convertido en asunto de la sociedad, sobre todo desde que la sociedad ha aceptado la responsabilidad de pagar las consecuencias de tales imperfecciones.

Hoy el tratamiento de la drogadicción, la prevención de la violencia doméstica, el uso de cinturones y cascos de seguridad son responsabilidad de la sociedad. Paralelamente, sin embargo, como las imperfecciones perjudican la salud, son también responsabilidad de los médicos. Así, tanto los médicos como la sociedad tienen un interés creado respecto a ciertas conductas, antes consideradas asuntos privados, que perjudican la salud. En algunos casos, si una persona no se cuida, ahora resulta que daña a la sociedad, ya que la sociedad tiene que pagar las consecuencias. Y la sociedad confía a los médicos la tarea de educar y dirigir a la gente para eliminar las conductas que provocan enfermedades.

(…) Pero lo que entendemos por comportamientos insanos está sujeto a incertidumbre y a la arbitrariedad de la moda. Nuestros conocimientos sobre la base científica de la salud cambian con el tiempo. Muchas personas mayores recuerdan la época en que los baños de sol, la leche, el pan, la mantequilla y la carne eran buenos y los médicos los recomendaban. (…)

¿Por qué distinguimos entre modos de vida socialmente inaceptables y otros aceptables, incluso aunque unos y otros puedan favorecer enfermedades y limitaciones físicas? Fustigamos al fumador pero felicitamos al esquiador. Sin embargo, tanto esquiar como fumar pueden ocasionar daños y fuertes gastos, y son claramente arriesgados. Hemos creado una nueva especialidad médica para tratar los accidentes deportivos, lo que equivale a reconocer en el deporte un peligro para la salud. Y aunque sin duda el ejercicio físico y el deporte tienen también efectos beneficiosos, la literatura sobre las complicaciones de algunos deportes es tan amplia que, si fueran medicinas, estarían prohibidos hace años.

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