La confianza ciega en la medicina y la incapacidad creciente de la población para soportar los sufrimientos psicológicos más corrientes están llevando al uso indiscriminado de psicofármacos. Algunos médicos se sienten presionados por los pacientes para que resuelvan sus problemas y tienden a recetar medicamentos que, a la larga, pueden ser perjudiciales. Este fenómeno ha sido resaltado en unas jornadas de estudio que reunían en Barcelona a médicos especialistas en salud mental de la sanidad pública catalana.
El 22% de la población española dice padecer alguna depresión o ansiedad. Y cada vez se diagnostican más casos de trastorno mental en los centros de asistencia primaria. Estas cifras no son reales porque, en opinión de Luis Sales, psiquiatra de un centro de salud mental de Barcelona, «cualquier sufrimiento psicológico, a veces absolutamente normal, como la pérdida de un ser querido o las consecuencias de un despido laboral, es tratado muchas veces como una depresión, con psicofármacos que no están en absoluto indicados».
Algunos expertos en psiquiatría señalan que el problema es que la mayoría de los médicos de cabecera no cuentan con suficiente preparación para atender consultas de pacientes aquejados por supuestas enfermedades mentales. Pero como la industria farmacéutica ha invadido el mercado con psicofármacos, los médicos recurren a ellos de manera indiscriminada. Se prescribe más de lo necesario, y frecuentemente se pasa por alto que muchos ansiolíticos y antidepresivos pueden crear dependencia en el paciente. Por otro lado, los pacientes que han sido mal diagnosticados tienden a depender cada vez más del sistema sanitario, con lo que van saturando las consultas.
La creciente demanda de salud mental acarrea que incluso los centros especializados en esta rama tengan problemas para atender a sus pacientes: buena parte de las consultas se refieren a trastornos psicológicos no graves. Y mientras los médicos de los centros atienden esas demandas no pueden atender correctamente a los enfermos con males más graves, como la psicosis o la depresión mayor.
El problema no es sólo español. En 1993, los médicos franceses han llegado a firmar 60 millones de recetas de calmantes, tranquilizantes y antidepresivos. Y con estas prescripciones superan las de cualquier otro tipo de medicamentos, si se exceptúan antibióticos y analgésicos. Francia es el país líder en consumo de psicofármacos: un informe del año 91 calculaba que el 20% de los hombres y el 30% de las mujeres que acuden a un médico general abadonan la consulta con un diagnóstico de ansiedad o depresión y la receta correspondiente.
En Estados Unidos antes sólo los psiquiatras recetaban los antidepresivos, pero ahora es costumbre que lo hagan los médicos generales. La extensión del consumo también se debe a los pacientes: antes sólo los depresivos ingerían psicofármacos, pero ahora se tiende a hacerlo ante irritaciones o molestias que no tienen nada que ver con la depresión. Así, los norteamericanos gastan anualmente 3.000 millones de dólares en psicofármacos y el mercado sigue creciendo.