Ante la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer
Naciones Unidas está preparando sus maletas para viajar a Beijing (Pekín). Del 4 al 15 de septiembre próximos se celebrará en la capital china la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer. En el equipaje de los participantes está el borrador de la Plataforma de Acción sobre el que girarán los debates. Pero los problemas de la mujer tienen facetas peculiares según las diversas culturas y países. En el caso de España, ha sido el Ministerio de Asuntos Sociales el encargado de elaborar el informe oficial sobre la situación de la mujer.
El documento base que Naciones Unidas presentará en Pekín ha sido perfilado durante el mes de abril en Nueva York (1). Pero recordemos los precedentes. Existía un borrador previo, elaborado por la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, que abordaba tres grandes temas: los cambios que se han producido en el mundo femenino en los últimos 20 años; los principales problemas de este colectivo y los objetivos estratégicos que se pretende conseguir tanto en los países pobres como en los ricos.
Reducir la pobreza femenina
No es desconocido el hecho de que la mayor parte de los desfavorecidos del mundo (70%) son mujeres. De ellas, 750 millones son analfabetas y con excesiva frecuencia desconocen sus derechos.
Preocupa a Naciones Unidas la desventaja para la mujer en el acceso a la educación y a los servicios de salud (incluyendo la planificación familiar). También se lamenta de los niveles de violencia contra mujeres, así como su escasa participación en la toma de decisiones económicas y políticas.
Para reducir drásticamente la pobreza femenina durante el próximo lustro, el documento incluye propuestas como: incrementar la escolarización de niñas y adolescentes; facilitar el crédito bancario y la formación profesional a mayor número de adultas; recomendar la inclusión de las tareas domésticas en la contabilidad del Producto Interior Bruto (PIB); potenciar una distribuición más equitativa del trabajo doméstico entre el varón y la mujer; reconocer la influencia de los medios de comunicación en la violencia contra la mujer y en la explotación publicitaria de su imagen.
Las estrategias que Naciones Unidas planteará en Pekín no difieren esencialmente de las formuladas en anteriores Conferencias sobre la Mujer (1975 en México D.F., 1980 en Copenhague, 1985 en Nairobi) ¿Aportará algo positivo para las mujeres la Conferencia de Pekín? Al respecto hay opiniones para todos los gustos.
Los más escépticos piensan que la política positiva en favor de la mujer promovida desde la ONU, puede quedar, como tantas otras resoluciones de la organización, en pura teoría.
Otros sectores, entre ellos países de tradición cristiana y la Santa Sede, mantienen una postura crítica hacia algunas propuestas de la ONU, en lo que se refiere a los denominados «derechos reproductivos» y control demográfico, a la vez que aprueban otras recomendaciones.
El informe español
Cada país miembro de Naciones Unidas presentará en Pekín un informe sobre la situación de la mujer en su territorio. El correspondiente a España ha sido elaborado por el Instituto de la Mujer, del Ministerio de Asuntos Sociales (2). En 190 páginas, analiza los últimos datos estadísticos sobre demografía, igualdad de oportunidades, acceso a la educación, empleo y responsabilidades políticas, niveles de pobreza y violencia contra las mujeres, etc.
Uno de los temas que pueden despertar más polémica en los próximos meses es la ampliación de la despenalización del aborto, si es que el gobierno se decide a presentarlo. Por otra parte, se otorga carácter prioritario a la plena incorporación de la mujer al ámbito público, a la mejora de su imagen en los medios de comunicación y a la paridad en el reparto del trabajo doméstico. Respecto a lo último, se afirma textualmente que es necesaria «una corresponsabilización de hombres y mujeres en relación al trabajo reproductivo, en paralelo a la que ya tiene lugar en relación al trabajo productivo». Frase que puede animar a los grandes almacenes a crear un Día del trabajador/a reproductivo.
La natalidad, ¿cuestión de Estado?
En lo que respecta a la fecundidad, España está a la cola de los países europeos, con una tasa de 1,2 hijos por mujer. En ocasiones se piensa que la natalidad es una «cuestión de Estado», como si dependiera exclusivamente de la protección oficial hacia la familia. En realidad, aunque la política gubernamental influye, la mentalidad anticonceptiva de manera especial y el trabajo femenino extradoméstico poseen gran peso específico a la hora de determinar la tasa de fecundidad de las españolas.
Durante el año 1974 (último de una etapa de alta natalidad) nacieron en España 682.010 niños; en 1992 sólo vinieron al mundo 395.989. La deducción por hijo en el Impuesto sobre la Renta es de unas 20.000 ptas. anuales (una de las más bajas de Europa); aunque se llegue a considerar «numerosa» a la familia con tres hijos, de hecho, la protección fiscal de la familia sigue siendo una asignatura pendiente.
En cuanto al apoyo efectivo a las madres que trabajan también fuera de su casa, se ha avanzado, en teoría al menos. El pasado marzo el Senado dio luz verde a una proposición de ley sobre la excedencia laboral. Según esta normativa, la madre o el padre trabajadores podrán solicitar un permiso de paternidad, que puede durar entre 14 semanas y tres años. Los empleadores de la madre o el padre en excedencia verán reducidas las cuotas de la Seguridad Social entre un 95% y un 50% (según se vaya agotando el periodo de permiso). Además, el empresario deberá reservar ese puesto de trabajo en idénticas condiciones (lugar, categoría y sueldo) si la madre o el padre en excedencia se reincorporan al cabo de 12 meses.
La paridad empieza en casa
Si entre los hombres y las mujeres que trabajan no hay diferencias respecto a jornada laboral, no puede decirse lo mismo en el ámbito doméstico; según el informe español, como media, la mujer dedica 3,5 veces más de horas que el varón al trabajo del hogar.
De todos modos, se observa entre muchos hombres, sobre todo entre los más jóvenes, una evolución mental y práctica hacia posturas más solidarias. Entre su actitud y la de sus padres puede haber un abismo. Los chicos de ahora son capaces de dar un biberón, cambiar y bañar a sus hijos, improvisar una cena o poner el lavaplatos. Por fortuna, muchos han asimilado que sus retoños son de su mujer y de ellos. Estos nuevos hábitos facilitan enormemente a la mujer su misión como esposa-madre-trabajadora.
Sin embargo, hoy por hoy, emplear a una mujer en edad fértil es, según los empresarios, un pésimo negocio. Por este motivo, con frecuencia, las posturas más inmovilistas respecto al empleo femenino provienen del sector empleador. No es infrecuente que al entrevistar a una candidata a un puesto de trabajo se le pregunte si piensa quedarse embarazada en los próximos meses.
La paternidad responsable para muchas españolas está hoy en función del temor al paro o al jefe de personal. Hay quien ha sabido defender sus derechos y ha llevado su caso al Tribunal Supremo, que falló a su favor por haber sido despedida de la empresa ante su embarazo.
Dentro y fuera del hogar
En España las mujeres constituyen el 35% de la población activa; la mayoría trabaja en el sector de servicios. Gran parte del empleo femenino es precario y el paro les afecta con mayor rigor que a los varones; en cuanto a los salarios, es frecuente que una mujer con idéntica preparación, antigüedad en la empresa y categoría, cobre entre un 20 y un 30% menos que sus compañeros. La falta de igualdad de oportunidades ha llegado al Tribunal Supremo; el último caso es el de 138 trabajadoras de una empresa de perfumería que recibirán 220 millones de pesetas por la discriminación que suponía cobrar un 30% menos de la nómina de sus colegas varones.
Los hábitos y valores que cada mujer cultiva en su casa pueden ser trasplantados con éxito a la vida laboral extradoméstica, máxime si se posee la formación profesional o académica necesaria. En su Mensaje con motivo del Día Mundial de la Paz, el pasado 1 de enero, Juan Pablo II se refería a esta realidad: «cuando las mujeres tienen la posibilidad de transmitir sus dones a toda la comunidad, cambia positivamente el mismo modo de comprenderse y de organizarse la sociedad, que refleja mejor la unidad sustancial de la familia humana».
Las cualidades femeninas tienen mucho que hacer en el ámbito laboral fuera del hogar. En este sentido es válida la opinión de María Jesús Prieto, directora general de Sistelcom, una de las principales empresas españolas de telefonía móvil, que ha sido elegida «Directivo del año». Para la Sra. Prieto, Ingeniera de Telecomunicaciones, el trabajo femenino extradoméstico no debería valorarse tanto por un número fijo de horas, sino por unos objetivos alcanzados con horario flexible. Además, asegura que «hombre y mujer poseen capacidades complementarias, pero ésta tiene una visión más integral de los problemas y cuida más de la calidad intermedia del proceso. La sociedad se enriquecerá el día que se generalice la presencia de la mujer en los Consejos de Administración».
Sin embargo, hay también bastantes mujeres que han comprobado que el trabajo fuera del hogar ha sido un espejismo decepcionante o una posibilidad que les roba felicidad. Éste es el argumento de un desenfadado libro escrito por la periodista Carmen Pérez Tortosa, titulado ¡Quiero ser maruja! La autora dice que «a las mujeres nos han hecho un flaco favor con el cuento chino de que para realizarse, hay que trabajar fuera de casa. Por muy favorables que sean las condiciones laborales, en ningún sitio vas a estar mejor que en tu hogar donde puedes invertir buena parte del tiempo en beneficio de tus seres queridos».
Una vez más parece claro que el trabajo de la mujer es una realidad ambivalente: puede constituir un enriquecimiento o ser un arma de doble filo; en cualquier caso es una realidad sociológica que requiere la atención de todos, también de la comunidad internacional que se reunirá en Pekín.
Beatriz ComellaMujeres de todo el mundo, reuníosEl pasado 26 de abril, Gertrude Mongella, Secretaria general de la IV Conferencia de la ONU sobre la Mujer, junto con la ministra de Asuntos Sociales española, Cristina Alberdi, presentaron a los medios de comunicación en Madrid esta conferencia internacional.
La señora Mongella adelantó que, según las previsiones actuales, en Pekín se reunirán unas 30.000 personas en la Conferencia internacional más populosa en la historia de la ONU.
Mongella, que es licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad de Dar-es-Salaam (Tanzania), ya fue vicepresidenta de la III Conferencia de la Mujer, en Nairobi, y presidió en aquel entonces el grupo africano. Ha ejercido como profesora y, hasta 1991, ha ocupado diversos puestos ministeriales en dos gabinetes, en buenas relaciones con el gobierno chino. Actualmente es Alta comisionada de las Naciones Unidas en la India.
En el curso de la conferencia de prensa, la señora Mongella recalcó que se trata de construir a partir de los puntos que son comunes a todas las mujeres del mundo, y que hay que dejar a un lado lo que las separa. Su opinión es que «los problemas de las mujeres no son muy diferentes de un país a otro, y lo que varía es la intensidad de esos problemas». Pero basta una comparación entre las discriminaciones contra las mujeres en la India y en China -de las que la señora Mongella llevará buena cuenta- con las de cualquier país industrializado de Occidente, para corroborar que los problemas no son más o menos intensos, sino dispares.
En otra ocasión, Mongella ya señaló que no existe una agenda única mundial. «Hay sólo una agenda mundial y una nacional. Pero las mujeres pondrán énfasis y darán prioridad a las cuestiones de manera diferente, dependiendo de su lugar de origen y de sus objetivos».
Probablemente, lo más controvertido del documento Plataforma de Acción -texto básico que se discutirá y aprobará en Pekín- se referirá al apartado de Salud. En Pekín se volverá a discutir el significado de términos que no fueron establecidos, por falta de acuerdo, en la pasada conferencia sobre Población y Desarrollo, en El Cairo. Tales como «género», u otros que quieren acuñarse como «salud reproductiva» o «derechos de la reproducción».
Mejoras en la educación
Aunque la Conferencia se dedicará sobre todo a proyectar el futuro, mirará también al pasado, para recordar las metas de las «Estrategias de Nairobi», que debían aplicarse antes del año 2000. En la esfera jurídica incluyen la igualdad de derechos para las mujeres, la abolición de la esclavitud y la prostitución, el establecimiento de una edad legal mínima para el matrimonio y el castigo del infanticidio femenino. En materia social, se reclama que todas las mujeres tengan acceso al permiso por maternidad, y se pide mejor atención a la salud materna, la planificación familiar, la nutrición y la educación, y el aumento de los presupuestos nacionales dedicados a la salud.
La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación de la mujer, de 1979, ha sido aceptada hasta ahora por 133 países, muchos de ellos con reservas, por contradecir las pautas culturales mayoritarias.
El borrador de la Plataforma de Acción dice que, desafortunadamente, las estadísticas desglosadas por sexo todavía no abarcan todos los campos -lo que facilitarían la mejora de las condiciones de la mujer- y propone su desarrollo. No obstante, con los datos disponibles se observan tendencias alentadoras. Por ejemplo, en la esfera educativa, el porcentaje de mujeres analfabetas ha disminuido en el mundo del 46,5% en 1970 al 33,6% en 1990. Además, cada vez hay más mujeres y niñas en escuelas y universidades. En casi todos los países occidentales desarrollados, hay más niñas que niños en la enseñanza secundaria. Esto sucede también en casi toda Latinoamérica y en los países de Europa del Este. También en la Universidad las mujeres son mayoría en muchos países, aunque no en áreas de ciencias.
Las regiones con disparidades educativas más fuertes en desventaja de las mujeres son Oriente Medio, Asia meridional, y África. Sólo en algunos países estudian enseñanza secundaria más niñas que niños: Emiratos Árabes Unidos y Qatar (en Oriente Medio); Sri Lanka, Malasia, Nueva Zelanda, Hong Kong y Singapur (en Asia); y Bostwana, Lesotho o Namibia (en África), según estadísticas (con datos de 1990) del informe de la UNICEF sobre la infancia de 1994.
Retos económicos
En el ámbito enconómico, también aumenta el número de mujeres que trabajan fuera de casa. Las mujeres ocupan el 41% de los empleos en los países desarrollados y el 34% en todo el mundo. Ha mejorado la igualdad salarial entre hombre y mujer, pero las Naciones Unidas estiman que todavía las mujeres ganan entre el 30 y el 40% menos de sueldo que un hombre por trabajos comparables.
Una meta económica planteada por las Naciones Unidas de cara a Pekín es conseguir una nueva definición de «personas económicamente activas», a fin de incluir a muchas mujeres que realizan tareas productivas no remuneradas en países en desarrollo, especialmente en el sector primario. (En caso de llevar esta propuesta a sus conclusiones últimas, ¿se incluirá a las amas de casa?).
Otro propuesta de las NU -con intención de facilitar que la mujer trabaje fuera del hogar- es incentivar a los empresarios para ofrecer servicios de atención a los niños de padres que trabajan.
La lucha por alcanzar la paridad de mujeres y hombres en cargos políticos parece que no se resolverá a corto plazo, mientras sea una profesión poco seguida por ellas. Le Monde estima que, si el gobierno lleva adelante sus promesas, en Francia la paridad se alcanzará en torno al año 2010. Por ahora, la media de mujeres parlamentarias en los países de la Unión Europea es del 17%. Sólo Luxemburgo, Holanda y Dinamarca están por encima. Y precisamente Francia es el país con menos mujeres diputadas o senadoras (5%), en 1994. En la conferencia de prensa, la señora Mongella bromeó con la ministra española de Asuntos sociales, Cristina Alberdi, porque, apesar de las apariencias, el porcentaje de mujeres en el gobierno tanzanés es poco inferior al español.
José María Garrido_________________________(1) Cfr. servicio 58/95.(2) Las españolas en el umbral del siglo XXI. Ministerio de Asuntos Sociales. Madrid (1994). 190 págs.