Contrapunto
La Organización Mundial de la Salud (OMS) está dedicando muchos esfuerzos para erradicar la mutilación genital femenina o infibulación (1). Esta práctica supone la escisión total o parcial de los genitales externos femeninos sin que exista ninguna razón terapéutica que lo aconseje. Según los cifras de la OMS, se calcula que cada año son mutiladas cerca de 2 millones de jóvenes en África, Oriente Medio y ciertas regiones de Asia. Los efectos en la salud son dañinos, tanto a corto plazo (hemorragia e infecciones) como a largo plazo (entre otros, posible infecundidad, relaciones sexuales dolorosas, embarazos y partos difíciles, infecciones crónicas, incontinencia, etc.).
Sin embargo, la práctica está bien arraigada en algunas regiones, por razones de tipo cultural y tradicional que hacen difícil su eliminación. No es de extrañar que muchas jóvenes y niñas acepten voluntariamente la infibulación y no sean «obligadas» en sentido estricto. Sólo así podrán contraer matrimonio y serán respetadas por sus familias y comunidades. Ya que la práctica viene realizándose por personal no cualificado (barberos o parteras) y con escasas condiciones de higiene, los riesgos para la salud son mucho más graves.
Ante esta situación, la OMS plantea acciones a distintos niveles. Por un lado, los gobiernos deben tomar las medidas legales oportunas para abolir la práctica, lo cual ya está considerado en diversas convenciones y acuerdos internacionales. Además, es imprescindible desarrollar campañas informativas junto a organismos gubernamentales y no gubernamentales para dar a conocer los riesgos que comporta para la salud la mutilación genital femenina. Se considera que aunque la presión social sea fuerte, muchas mujeres y familias pueden optar por el abandono de la práctica si son conscientes de sus consecuencias.
Precisamente, en este sentido, la OMS llama la atención sobre el peligro de «medicalización» de esta práctica, es decir, de su realización por los profesionales de la salud. Esto, dice literalmente el citado organismo, «no debe ser permitido bajo ninguna circunstancia». La OMS considera que esta posibilidad llevaría a institucionalizar la mutilación genital y, aun teniendo en cuenta la mejora de las condiciones de higiene, podría ser utilizada para consolidar la práctica, revistiéndola de un falso valor terapéutico.
Lo que choca después de esta explicación de la OMS es encontrar que el aborto recibe un tratamiento distinto. A pesar de las dificultades de estimación y de ciertas manipulaciones al respecto, se da la cifra de 20 millones de «abortos inseguros» anuales -no realizados por personal médico o ilegales- o se achaca el 13% de muertes maternas a dicha causa, aduciéndolo como un motivo para la «profesionalización» de la práctica.
Claro está que podríamos considerar que el aborto también se realiza por razones culturales y que muchas mujeres «voluntariamente» se prestan a ello. También es posible que la «institucionalización» reduzca algunos riesgos para la madre (aunque ninguno desaparece para el feto) al realizarse el aborto con ciertas condiciones de higiene. Pero es que, al igual que la mutilación genital, desviar la práctica hacia su medicalización constituye una maniobra que disfraza su verdadera naturaleza.
La práctica de la mutilación genital femenina afecta, según las últimas estimaciones (2), a más del 70% de las mujeres etíopes, somalíes y sudanesas, al 50-60% de las kenianas, guineanas y egipcias y al 20-30% de las mauritanas. Pero a nadie se le ocurre establecer que la «solución» está en promover su práctica médica para asegurar que en el futuro las jóvenes estén «higiénicamente» mutiladas.
El argumento «cultural» de que la mutilación genital da a la mujer «mayor control sobre su cuerpo y sobre su sexualidad» encubre, según la OMS, el deseo de los hombres de controlar a las mujeres y constituye una hábil artimaña del poder patriarcal para presentar la cuestión como necesaria y beneficiosa para quien la sufre. Lo sorprendente es que cuando la misma frase -control sobre el propio cuerpo y sexualidad- es empleada continuamente para justificar el aborto, no se perciba un idéntico grado de cinismo.
Aurora Pimentel________________________(1) Womens Healt. Position Paper for the IV World Conference on Women, OMS (1995), pp. 16-17.(2) Naciones Unidas, Situación de la Mujer en el Mundo, 1995. Tendencias y Estadísticas, p. 74.