Testigo de la incoherencia

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Contrapunto

Una familia de La Línea (Cádiz), testigos de Jehová, ha sido noticia estos días por oponerse a que su hija recién nacida, que necesitaba ser operada urgentemente, fuera sometida a tratamientos que exigieran una transfusión de sangre. Al igual que en otros casos, las informaciones presentaban a los padres como fanáticos, dispuestos a sacrificar a su hija por sus creencias religiosas.

El padre ha querido explicar su conducta en una carta abierta. Hace constar que «quiero a mi hija como ninguna otra persona podría hacerlo». Reconoce que objeta a la transfusión sanguínea, pero no rechaza los tratamientos que puedan proteger la salud de su hija, pues él mismo buscó la ayuda de los médicos. Y, frente a los que le presentan como un padre desnaturalizado, lanza una pregunta: «¿Cómo pueden erigirse en jueces y llamarme asesino quienes (ya sé que no todos) defienden la interrupción del embarazo, el vil asesinato de criaturas realmente indefensas? (…) Yo ni dejaré morir conscientemente a mi hija, ni jamás agrederé a los hijos que pueda tener en el vientre materno ni de ningún otro modo».

En este caso, el vecino de La Línea es un buen testigo de la incoherencia de nuestra sociedad. En el mismo periódico que trae la noticia se anuncian clínicas donde se realizan abortos a petición hasta las 22 semanas. Si en ese mismo estadio del embarazo una madre se negara a someterse al tratamiento necesario para salvar la vida del hijo que espera, se le negaría el derecho a hacer tal cosa. Si la madre decide abortar, se dice que hay que respetar su libertad de conciencia; si aduce razones religiosas de conciencia para hacer correr un riesgo a su hijo, es una fanática que debe ser perseguida. En uno y otro caso, lo justo es el criterio que ha seguido ahora el juez para autorizar la operación, porque la hija «tenía derecho a la vida independientemente de lo que sus padres opinen».

Juan Domínguez

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