Contrapunto
En los últimos tiempos se han hecho muchos esfuerzos para mejorar los resultados escolares de las chicas, a las que se consideraba peor atendidas. Ahora, varios países observan que el fracaso escolar afecta más a los chicos, y algunos se preguntan si el actual sistema escolar les discrimina.
El debate está abierto en la enseñanza pública británica. Allí las chicas tienen mejores resultados escolares que los chicos en el examen del Certificado General de Estudios Secundarios (GCSE). Es un hecho incontestable, pero tiene matices.
En primer lugar, se trata de un triunfo relativo. Según los resultados del examen nacional que realiza la School Curriculum Assessment Authority para comprobar el nivel de inglés, matemáticas y ciencias de los alumnos de 11 y 14 años, el 40% no ha alcanzado el nivel esperado en esas edades. Además, un tercio termina la enseñanza obligatoria con puntuaciones mediocres y con los niveles de lectura y conocimientos matemáticos y científicos básicos de dos cursos inferiores. En ese 40% hay chicos y chicas.
Por otro lado, algunos advierten que una cosa es que las chicas triunfen y otra que los chicos fracasen. Se trata de dos fenómenos distintos y cada uno tiene su explicación. El cuerpo de Inspectores, órgano encargado de controlar la calidad de enseñanza en el Reino Unido, señalaba en un estudio publicado el pasado octubre que los profesores de secundaria, mujeres en su mayoría, tienden a ver con prejuicios a los chicos. Los consideran menos sensibles, poco responsables y menos capaces de trabajar en equipo que las chicas. Según el estudio, estos «puntos de vista discutibles» de las profesoras desaniman a los chicos. Por su parte, Chris Woodhead, Inspector Jefe de las Escuelas, piensa que el problema del fracaso de los chicos está en la escasez de modelos masculinos en la escuela.
Janet Daley, columnista del Daily Telegraph, opina que el triunfo femenino se explica porque el actual sistema escolar valora más una serie de cualidades en que destacan las chicas (esfuerzo, orden, diligencia); en cambio, evita la competitividad, que para los chicos es siempre un acicate. Además, se ha perdido un marco de disciplina firme que los chicos necesitan. Con lo cual se puede afirmar que el modelo escolar se ha feminizado: las profesoras son mayoría y potencian los valores específicos que hacen progresar a las chicas.
Todas estas razones se escucharon en su día cuando se debatía la coeducación. Los defensores de la enseñanza diferenciada siempre han visto necesario adaptar las explicaciones al diferente grado de maduración psicológica y a la distinta forma de entrar en contacto con la realidad de chicos y chicas. Y se defendía que cuanto más homogéneo fuera el grupo de escolares, más eficaces serían las enseñanzas del profesor y más alto el nivel de aprendizaje. Porque era conocido que el estilo del muchacho es más agresivo, racional y discontinuo y el de la chica más fluido, continuo y maduro. No son nuevos, por tanto, los motivos que se han dado para explicar la situación actual.
Caben tres soluciones. Primera, quedarse en la instantánea fotográfica de que «las chicas son mejores», sin mayores análisis. Segunda, ser un auténtico maestro gurú capaz de tratar a cada uno de los alumnos en función de su desarrollo psicológico. Y tercera, replantearse si el éxito de todos los alumnos exige dar una educación diferenciada a chicos y chicas de acuerdo con sus necesidades cuando sea preciso.
Ignacio F. Zabala