Podría pensarse que, puesto que cada año son infectados de malaria 500 millones de personas, y mueren 1,5 a 2,7 millones por esa enfermedad, las empresas farmacéuticas están compitiendo a contrarreloj para hallar una terapia eficaz, como ocurre con el SIDA. En realidad, sucede que muchos grandes laboratorios apenas investigan sobre vacunas contra enfermedades infecciosas porque no les resulta rentable, según han denunciado la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef.
La OMS calcula que investigar y desarrollar una sola vacuna nueva cuesta de 50 a 200 millones de dólares, en función de su complejidad. Y, por ejemplo, en 1993, a la investigación sobre la malaria se dedicaron 84 millones de dólares, lo que supone unos 40 dólares por persona fallecida, muy por debajo de lo que se invierte para combatir el SIDA o el asma.
Y es que el SIDA y el asma afectan a muchos occidentales, que pueden pagar, mientras que el 90% de las víctimas de la malaria son africanos del área subsahariana (la malaria desapareció de Europa hace un siglo). Las compañías concentran sus inversiones en mejorar los caros profilácticos (de cloroquina, mefloquina, etc.) que consumen los occidentales que viajan a países tropicales para protegerse de la enfermedad.
Otra dificultad que desanima a las compañías farmacéuticas para gastar en vacunas es que los brotes de malaria varían por zonas y requieren medicamentos diferentes, que además suelen perder pronto su efectividad.
Hasta ahora la vacuna antimalaria más eficaz ha sido la Spf 66, patentada por el colombiano Manuel Patarroyo y generosamente donada a la OMS. En sus primeras pruebas reducía la infección en tasas del 31% al 55%. Lo que supone salvar cientos de miles de vidas con una inversión mínima de 10 a 20 dólares por persona curada. Sin embargo, un nuevo estudio, que Patarroyo ha criticado, sugiere que la vacuna no es tan eficaz.
Para el semanario The Economist (28-IX-96), la investigación privada podría llegar a ser rentable. Pues la gente pobre de África subsahariana se gasta hasta una quinta parte de sus ingresos anuales en protegerse contra el mosquito anopheles con mosquiteras. En otras zonas endémicas, como el sudeste asiático, el progreso económico permitirá pronto a la población comprar medicamentos; y en India hay ya una clase media de 100 millones de personas que pueden gastar en vacunas.
Desde 1990, el 80% de los 130 millones de niños que nacen cada año son vacunados contra las principales enfermedades en su primer año de vida, lo cual ha sido un gran logro. Según la Unicef, unos 12 millones de niños mueren cada año, 3 millones de ellos antes de cumplir una semana. Si todos fuesen vacunados convenientemente, se evitarían dos millones de muertes infantiles. Pero las vacunas todavía no son eficaces al 100% y hace falta llegar a ese 20% de niños no vacunados en su primer año.