São Paulo. Un informe provisional de la subcomisón de Derechos Humanos de la ONU, divulgado en agosto, afirma que en Brasil hay medio millón de prostitutas con menos de 18 años. Pocos días después de divulgarse estos datos, uno de las principales revistas semanales brasileñas, Veja, con circulación próxima al millón de ejemplares, contestó vehementemente la información en un artículo indignado contra el organismo internacional.
Si fuesen verdaderos los datos difundidos por la ONU, una de cada diez alumnas de todas las escuelas se dedicaría a la prostitución al finalizar el horario escolar. Si, terminados sus estudios, la mayoría siguiese en tal ocupación, hoy habría cuatro millones de prostitutas en Brasil. Más gente de la que trabaja en la banca, la metalurgia o la administración pública.
La presidenta del Consejo Nacional de los Derechos de la Mujer, Rosiska Dárcy de Oliveira, ha rechazado la afirmación de la ONU, y comenta que nadie sabe cuáles fueron los criterios utilizados para llegar a ese medio millón. Lo que sí se sabe es que en 1990 una ONG de Recife -capital del Estado de Pernambuco- vinculó cifras no relacionadas entre sí: el número de chicas sin hogar en Recife dedicadas a la prostitución, con los datos de la miseria a escala nacional. De la suma de peras y manzanas parecen haber surgido 500.000 jóvenes prostitutas.
La información, o mejor, la desinformación, ha dado la vuelta al mundo. Ya ha sido utilizada por UNICEF y otras instituciones. El representante del UNICEF en Brasil, Agop Kayayan, ha escrito a la revista afirmando que esta organización reconoce su error por utilizar, sin verificarla, una estadística «muy popular entre los medios de comunicación».
La divulgación de esa información provocó que numerososo lectores enviaran cartas de apoyo a la revista por estar «cansados de encontrar datos de organismos internacionales que parecen tener la preocupación de ridiculizar a nuestro país».
La misma semana en que la ONU publicó sus datos, un retrato diferente del Brasil surgió en la prensa brasileña. Aunque no ha sido divulgado por la ONU, refleja una imagen familiar para quien conoce Brasil por residir en el país.
El periódico O Estado de S. Paulo entrevista a la escritora norteamericana Patricia Anthony, con motivo de una nueva novela publicada en Estados Unidos. Ella estuvo en Brasil de 1970 a 1974, con su marido. Ambos eran profesores de inglés en la Universidad de Santa Catarina: «Después de vivir en Brasil -afirma- perdí todo rastro de racismo que pudiera tener (…). Cuando veo a alguien de color, ya no lo veo como un negro, sino como un ser humano. (…) Sin exagerar, el brasileño es el pueblo más encantador, maravilloso y divertido del mundo (…). Al llegar a Brasil fui acogida como miembro de una gran familia. Hoy echo en falta eso».
Este cuadro, más vital y verdadero, es frecuente en la boca de quien conoce de hecho Brasil. Es difícil, sin embargo, que la imagen quede reflejada en ciertas estadísticas que pretenden retratar la realidad del país.
José María Rodríguez Ramos