La reconciliación ecuménica pasa por superar los estereotipos que cada Iglesia se forma de las demás, opina el escritor ruso Vladimir Zielinsky en La Croix (21-VIII-97).
(…) Se habla mucho de la reconciliación con la ortodoxia, pero, ¿no sería útil saber qué imagen del catolicismo se madura en su seno?
De forma muy esquemática, se puede decir que hay al menos dos: una creada por el espíritu de la «resistencia», y otra que nace de un tendencia contraria a este espíritu. En la primera se ve el Occidente católico como un agresor permanente contra el que Oriente (…) traza una línea de demarcación que divide los «territorios canónicos» en la tierra como en el cielo. (…)
Ahora bien, si se mira este espíritu desde más cerca, se ve que la intolerancia no se dirige propiamente contra Occidente, sino contra los «occidentalistas» y «reformadores» de la propia ortodoxia. Estos «occidentalistas», que pueden ser mucho más simpáticos y ecuménicos, tienen por el momento una influencia muy limitada. Pero, a veces, su imagen de Occidente se forma también por una especie de reduccionismo. De la ortodoxia real se quita su intransigencia, se descuenta la pesadez moscovita y las demás cosas que no agradan, mientras que se salvan todas sus riquezas y, así, se compone una visión de la Iglesia católica que es una proyección de la ortodoxia tal como debería ser.
Estas dos imágenes nacidas en Oriente tienen algo en común: su carácter apasionado. Ahora bien, Occidente es más tranquilo, más propicio a otra posición respecto a Oriente: la de una benevolencia que crea a su vez lo que llamaré el mito de «Zagorsk» (nombre soviético de una pequeña ciudad donde se encuentra el monasterio de la Trinidad-San Sergio). Se trata de la imagen de la «Santa Rusia», con oficios litúrgicos largos y misteriosos, popes barbudos, y un pueblo piadoso, humilde y enigmático. Hay dos ideas ‘prefabricadas’ que acompañan a esta imagen: la primera reduce el conjunto de la ortodoxia a una especie de «Zagorsk» (sea ruso, rumano, griego o búlgaro), la segunda es que fuera de «Zagorsk» ya no existe una verdadera ortodoxia.
(…) Occidente crea su «Zagorsk» y espera al mismo tiempo que su producto se comporte a lo occidental, y mantenga un discurso educado, civilizado, sobre la reconciliación de todos con todos. Oriente, por su parte, espera que antes de hablar de reconciliación, Occidente retire sus tropas de la frontera del territorio canónico. En efecto, el catolicismo atrae a no pocos rusos, pero la ortodoxia también ha echado fuertes raíces en Occidente. La geografía religiosa del próximo siglo no será la de la historia pasada.
Pero para alcanzar la reconciliación real, hay que superar estas imágenes. Es preciso confesar abiertamente que las dos Iglesias se necesitan, que cada una tiene una dimensión que le falta a la otra.