El pasado febrero falleció a los 84 años de edad Robert Graham, jesuita estadounidense, historiador que investigó la acción de Pío XII y de la diplomacia vaticana durante la Segunda Guerra Mundial. The Economist (22-II-97) le dedica una necrológica de la que extraemos unos párrafos.
En los años 60 la jeraquía católica estaba preocupada por los persistentes ataques contra Pío XII, cabeza de la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial, al que se acusaba de haber preferido cerrar los ojos ante las atrocidades de los alemanes contra los judíos y otros. (…) Fue acertado por parte del Vaticano elegir a Robert Graham, jesuita, para investigar el pontificado de Pío XII. Era norteamericano, y por lo tanto estaba distanciado, al menos geográficamente, de los círculos vaticanos. Graham se había forjado como escritor en América, una revista de los jesuitas con fama de tratar temas controvertidos y de informar de una manera expresiva, desacostumbrada en publicaciones religiosas. El sitio para empezar la más importante investigación de su carrera eran los archivos del Vaticano.
Su obra, Diplomacia Vaticana, no sólo es un trabajo investigador de primer orden, sino que también está elegantemente escrita. Y sólo el estudio sobre Pío XII ocupa una docena de volúmenes. (…) Aunque toda síntesis corre el riesgo de la simplificación, se puede decir que al final de sus investigaciones Graham era un firme defensor de Pío XII.
La queja principal de los críticos de Pío XII fue que no hubiera hecho una condena pública del asesinato de judíos cuando la existencia de los campos de exterminio llegó a conocimiento del Vaticano. Se dijo que una declaración así podría haber detenido la matanza. Al menos, una carta pastoral recordando que matar judíos era pecado hubiera disuadido a los colaboracionistas de entregarlos a los alemanes. Graham dijo que Pío XII, trabajando entre bastidores, ayudó a la resistencia a librar a más de 800.000 judíos de las cámaras de gas, ocultándolos en iglesias y en el mismo Vaticano. Pío XII pensó que hablar públicamente contra los opresores habría empeorado las cosas para judíos y católicos. Sólo en el campo de concentración de Dachau había 2.000 sacerdotes católicos presos. Un enfrentamiento con los alemanes hubiera provocado represalias.
También se acusó a Pío XII de favorecer el ataque de Alemania a la atea Unión Soviética. Graham pudo averiguar que Alemania trató de conseguir el beneplácito del Papa para la campaña de Rusia, e incluso que la declarara una cruzada. Pero, para desilusión de Alemania, el Papa no habló sobre la invasión. En este caso el silencio papal fue más elocuente.
A pesar de los esfuerzos de Graham, no es probable que los críticos de Pío XII cambien de opinión (…). El Vicario, una obra del alemán Rolf Hochhuth que causó conmoción en los años 60 por presentar a Pío XII como colaborador de Alemania, todavía se representa. Y La declaración, una novela de Brian Moore que actualmente se está vendiendo bien, trata de un anciano criminal de guerra francés protegido por la Iglesia católica. Sin embargo, Graham estaba convencido de que en el futuro el público leería su obra con menos prejuicios y que la historia tendría mayor amplitud de miras.