El Consejo Ecuménico de las Iglesias celebra su cincuentenario en plena crisis

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El Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEI), nacido en Amsterdam en 1948, atraviesa la crisis más grave de su historia. Así se ha podido comprobar en su 8ª asamblea, celebrada en Harare, capital de Zimbabue, del 3 al 14 de diciembre. El motivo es el distanciamiento de las Iglesias ortodoxas -dos de ellas ya han abandonado el CEI-, que ponen graves reparos a la orientación del movimiento. Los principales puntos de fricción son la ordenación de mujeres y la postura favorable a la homosexualidad, adoptadas por casi todas las demás Iglesias -protestantes y anglicanas- integradas en el CEI.

Al CEI pertenecen 338 Iglesias cristianas. La Iglesia católica no forma parte de la organización, pero desde 1965 tiene en ella un estatuto especial: participa en los trabajos de algunas comisiones, mantiene una representación permanente en la sede del CEI, en Ginebra, y envía una delegación a las asambleas.

Durante la asamblea de Harare, el CEI perdió a la Iglesia ortodoxa búlgara, que hizo allí oficial su decisión de abandonar. En mayo del año pasado ya se dio de baja la Iglesia ortodoxa de Georgia, y en el curso de la asamblea, la rusa se retiró por sorpresa del comité central. Estas despedidas reflejan la incomodidad creciente que sienten los ortodoxos dentro del movimiento.

En otra época, los regímenes comunistas alentaban la participación en el CEI de las Iglesias ortodoxas de Europa oriental, que se incorporaron al movimiento en 1961. Era una buena ocasión de propaganda, favorecida por la orientación progresista del movimiento: las reuniones del CEI siempre acababan con manifiestos cuasi-políticos -contra la explotación del Tercer Mundo, las dictaduras latinoamericanas…- consonantes con la retórica soviética. También en Harare ha habido declaraciones de ese estilo, pero ahora dominan las cuestiones relativas al sexo, que incomodan a los ortodoxos.

El tono de las Iglesias ortodoxas también ha cambiado. Han salido debilitadas del comunismo y, cuando tratan de recuperar su propio terreno, se han tropezado con lo que llaman la «agresión proselitista» de otras Iglesias cristianas, sobre todo protestantes. Además, al tratar de reconstruirse reforzando su identidad, encuentran la línea dominante del CEI cada vez más «occidental» y alejada de su sensibilidad. Y sus dificultades internas les han hecho perder interés por el ecumenismo.

Por este motivo, las quince Iglesias autocéfalas, en una reunión especial celebrada en Salónica el pasado mes de mayo, decidieron enviar a Harare delegaciones reducidas y de bajo nivel, y no participar en los actos de culto comunes que tendrían lugar allí. Así, el patriarcado de Moscú ha tenido en la asamblea sólo cinco representantes, presididos por un sacerdote, mientras que la Iglesia católica envió a un obispo a la cabeza de una delegación de 25 miembros.

La crisis fue reconocida por el secretario general del CEI, el pastor luterano alemán Konrad Raiser, al presentar su informe a la asamblea. Se refirió a «señales de incertidumbre sobre el objetivo del CEI», pues dentro de él hay quienes piensan que «el movimiento ha cumplido su ciclo de vida y hoy muchas Iglesias, incluso las que dieron nacimiento a la organización, están más preocupadas por sus crisis internas y por reforzar sus propias estructuras». Al desaliento contribuye, añadió, la «sensación de frustración» por los resultados del CEI, que no ha logrado que se avance hacia la comunión entre las Iglesias cristianas.

Por su parte, el delegado ruso expresó sin ambages las quejas ortodoxas. Dijo que el CEI ha quedado dominado por «confesiones liberales de Occidente». Si los ortodoxos se ven obligados a abandonar la organización, explicó, será por «el vuelco que ha dado el CEI desde 1990». En concreto, «muchas Iglesias protestantes han adoptado las tendencias de las sociedades liberales occidentales, y el CEI está dominado por esa corriente».

En un intento de retener a las Iglesias ortodoxas, la asamblea aprobó constituir una comisión especial, la mitad de cuyos miembros serán ortodoxos. La comisión tendrá que proponer cambios en la «estructura, estilo y orientación» del CEI que puedan satisfacer a los descontentos.

Otra medida adoptada en Harare es la creación de un Foro de las Iglesias, que será una organización más flexible que el CEI, con fines sólo de diálogo, sin poder de decisión. El objetivo inmediato es constituir un espacio para acoger a la Iglesia católica y a los grupos pentecostales, que no son miembros del CEI. Pero el Foro ya ha sido visto por los ortodoxos como modelo de lo que quieren que sea en el futuro el mismo CEI: un organismo informal y «blando», de modo que ellos no tengan responsabilidad alguna por lo que otros digan.

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