El último informe anual de UNICEF, Estado mundial de la infancia 1999, se centra en la deficiencia de escolarización, y destaca que los dos sexos no la sufren por igual. En los países en desarrollo, las chicas presentan tasas de escolaridad notablemente inferiores a las de los chicos. Pero, aunque el informe no lo menciona, hay algunas buenas noticias: el éxito de varios programas ideados para que las niñas no abandonen la escuela.
Según el informe, que apenas aporta datos nuevos, en el mundo hay 130 millones de menores de 12 años sin escolarizar (21% del total), y de ellos, 73 millones (el 56%) son de sexo femenino. De todas las regiones en desarrollo, sólo en Latinoamérica y el Caribe la tasa de escolaridad femenina (90%) es similar a la masculina (89%). En todas las demás, las niñas están en desventaja: 55% frente a 61% en África subsahariana, 76% frente a 85% en Oriente Próximo y el norte de África, 63% frente a 75% en Asia meridional.
Esos datos se refieren a los niños que van a la escuela, pero no reflejan directamente la duración de los estudios. Según los cálculos de UNICEF, otros 150 millones de niños no han pasado en el colegio más de cinco años. Y aquí, las niñas vuelven a estar en desventaja con respecto a los chicos.
El abandono de los estudios es consecuencia de la pobreza: se produce cuando los padres no pueden renunciar al trabajo remunerado de los hijos o a su ayuda en las tareas domésticas o agrícolas. Además, incluso en algunos países donde la educación primaria es gratuita, tener a los hijos en la escuela supone gastos adicionales -uniformes, compra de libros, transporte- que muchas familias no pueden permitirse. En esas circunstancias, las chicas suelen dejar la escuela antes que los chicos, porque las familias las consideran más necesarias para ayudar en casa o estiman poco su educación. Esto último es frecuente en los países donde las jóvenes se casan pronto y pasan entonces a pertenecer a la familia del marido: para los padres invertir en la educación de las hijas es como un lujo superfluo en el que ven escasa utilidad.
Frente a estos obstáculos, varias iniciativas recientes han logrado retener a más niñas en la escuela dando facilidades a ellas y a las familias. Así, entre 1990 y 1996, Malawi duplicó la tasa de escolaridad femenina haciendo gratuita la enseñanza, suprimiendo la obligación de llevar uniforme y abriendo nuevos colegios -para lo que hubo que contratar 22.000 maestros más-, a fin de que sea más fácil encontrar uno cerca de casa. Estas medidas están pensadas para los dos sexos, pero han beneficiado más a las chicas, que son las primeras que se quedan sin ir a la escuela cuando hay alguna dificultad.
Otros programas están dirigidos específicamente a las niñas. En algunos países -como Bangladesh, Guatemala o Pakistán- se dan becas para compensar a las familias por la pérdida de ingresos que supone enviar una hija a la escuela. En algunas zonas de México, para aumentar la asistencia de chicas a clase ha bastado permitirles que lleven consigo a la escuela a los hermanos pequeños que han de cuidar. El éxito de estas iniciativas muestra que se puede reducir la desventaja de las chicas si se sabe atacar las dificultades que las alejan de la enseñanza.