Tras 20 años de pontificado, Juan Pablo II cuenta con acérrimos defensores y detractores, pero lo cierto es que no deja indiferente a nadie. En artículo publicado en The Daily Telegraph (3-X-1998), su director, Charles Moore, explica algunos aspectos de la mentalidad del Papa, con ayuda de una entrevista que realizó al cardenal Ratzinger. Seleccionamos algunos párrafos.
Visité al cardenal Ratzinger, el «panzer» alemán, pesadilla de los críticos del Papa y autoridad intelectual del Vaticano. Él oyó hablar por primera vez de los escritos de Wojtyla en 1964, le conoció durante el Cónclave de 1978 y le ha servido en el Vaticano desde 1982. Desde entonces, el Papa y él se reúnen informalmente la mayoría de los viernes para charlar sobre teología.
El estilo del diálogo de Juan Pablo, dice Ratzinger, es «provocativo». Aborda asuntos intelectuales como un filósofo, no como un teólogo. Ratzinger le describe como un «verdadero filósofo que apunta al corazón de las cuestiones fundamentales de nuestra vida». Es el primer Papa que es filósofo y cuya filosofía no es específicamente católica, ni incluso específicamente cristiana. Sus trabajos académicos versaron sobre la fenomenología: la teoría del significado innato de cada experiencia humana.
El cristianismo es, para Juan Pablo II, la única respuesta satisfactoria a la pregunta filosófica «¿qué es el hombre?». Lo que responde a su obsesiva búsqueda de la dignidad humana, una búsqueda que le lleva una y otra vez a la historia de la Creación y la Caída narrada en el Génesis, y, desde ahí, a la Redención de Jesucristo, el segundo Adán.
Juan Pablo II dice que su primera encíclica, Redemptor hominis, «aspira a ser un gran himno de alegría por el hecho de que el hombre ha sido redimido por Jesucristo, redimido en el cuerpo y en el espíritu». Para él, la redención dicta a cada hombre lo que debe hacer. Y también lo que el Papa debe hacer.
Un Papa debe oponerse a todo lo que -en palabras de Juan Pablo- pone el «tener» por encima del «ser». Esto significa que la obsesión materialista del marxismo respecto a la propiedad de los medios de producción es errónea. Significa que la visión global que el capitalismo tiene de los hombres como instrumentos de producción es errónea. También los abortistas se equivocan al ver al feto como un agresor o una molestia, cuando, de hecho, se trata de un ser humano e inocente.
Lo acertado es lo que el Papa llama «la afirmación de la persona como persona». En todas las facetas de la vida humana busca esta afirmación y dice que, «quizás, más que el hombre, es la mujer quien reconoce a la persona porque la mira con su corazón».
Para Juan Pablo II, mucho más que los Papas anteriores al Vaticano II, la Iglesia, su misión y sus procedimientos, vienen después de esto, en lugar de precederlo. La Iglesia es el instrumento necesario instituido por Cristo, no el fin de todas las cosas. Esta es la única razón de su disciplina. Ratzinger dice con ironía que parte de su trabajo es «ayudar al Papa con los ‘noes’ necesarios». La inclinación natural del Papa es decir que «sí».
Con Juan Pablo II, afirma Joseph Ratzinger, la gente puede creer que «la casa de Dios es sólida y que podemos vivir en ella». Obviamente, hay millones de personas que no creen esto y una minoría de católicos que no lo acepta fácilmente. Pero la cuestión es que lo que el Papa hace y dice no es contradictorio: es coherente, interesante y muy difícil de ignorar.