Hace poco se ha sabido que el Ministerio de Hacienda francés reclama a los Testigos de Jehová 303 millones de francos (49 millones de dólares) por impuestos no pagados durante años. La organización piensa que la decisión es injusta y así lo hizo saber este verano en una carta abierta al presidente Jacques Chirac, publicada en una plana del International Herald Tribune (8-VII-98).
La deuda equivale aproximadamente a lo que la secta recauda en cinco años por los donativos de sus seguidores, de los que dice tener entre 130.000 y 200.000. Como no puede saldarla, se arriesga a ver expropiados algunos de sus inmuebles, aunque ha anunciado que está dispuesta a recurrir hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El caso se remonta a enero de 1996, cuando comenzó la inspección de Hacienda. El examen de los documentos duró un año y se extendió al período de 1993 a 1996. El veredicto: pagar 300 millones de francos (150 millones de impuestos y otros tantos por intereses y multa). El problema es que los Testigos de Jehová han considerado los donativos de sus miembros como ofrendas para el culto, y no han declarado esos ingresos al fisco. Por su parte, el Ministerio de Hacienda afirma que los donativos deben ser gravados al 60% (por una ley de mayo de 1992), a lo que hay que añadir los intereses devengados por la demora del pago.
En 1905, la ley de separación de las Iglesias y el Estado estableció eximir de impuestos los donativos que reciben las asociaciones con un fin cultual. Pero los Testigos de Jehová, a pesar de sus intentos, no han conseguido que el Ministerio competente, el de Interior, les reconozca como asociación cultual. Al contrario, en 1996 el informe parlamentario Gest-Guyard incluyó a los Testigos como una de las sectas más peligrosas en el país, y con mucho la más numerosa. El informe recibió no pocas críticas de las partes implicadas, de juristas, etc., que ni siquiera estaban de acuerdo en la definición de una secta. Desde el suicidio colectivo de un grupo de adeptos a la Orden del Templo Solar en Suiza, en otoño de 1994, las autoridades francesas vigilan con más precaución a las sectas. El primer grupo de Testigos de Jehová se instaló en Francia en 1906.
De las 800.000 asociaciones declaradas en Francia, sólo un 5% se benefician de las exenciones fiscales por cumplir los criterios de utilidad pública, beneficiencia o asistencia (art.795 del Código general tributario). Estas últimas están eximidas de pagar impuestos en el caso de donaciones o legados.
El pulso entre la Administración central francesa y los Testigos de Jehová se hace más tenso por el hecho de que algunos tribunales regionales han reconocido el carácter cultual a varias asociaciones locales de la secta. Desde hace dos años, ha habido nueve decisiones judiciales a favor de no cargar con impuestos el dinero recaudado en los lugares de culto («salones del reino») de los Testigos de Jehová. Pero los ministerios de Interior y Hacienda rechazan estas decisiones, basándose en una sentencia del Consejo de Estado.