En alguna ocasión el presidente Boris Yeltsin ha dicho que en Rusia «la crisis de seguridad nacional número uno» es el sistema de salud pública. De los numerosos hospitales, la mitad siguen funcionando con pocos pacientes a pesar de que las instalaciones están muy viejas. Entretanto el gobierno sigue distribuyendo los fondos con criterios que no atienden a las necesidades de la población.
Una parte del problema se podría resolver con dinero: el año pasado, el gasto sanitario en Rusia fue de tan sólo 75 dólares por persona (en Estados Unidos fue de 4.000 dólares por persona). Pero, además de dinero, haría falta reordenar un sistema caótico heredado de la planificación estatal. Falta dinero mientras que sobran edificios y camas: en Rusia hay 130 camas de hospital por cada 10.000 habitantes, frente a 40 en Estados Unidos.
Cerrar alas de hospital o edificios sería lógico. Pues los hospitales infrautilizados tienen enormes gastos de mantenimiento y muchas veces los servicios de unos y otros se solapan. Pero resulta que las autoridades sanitarias siguen distribuyendo el escaso dinero basándose casi exclusivamente en el número de camas por hospital, sin atender al uso que se les da ni a otras necesidades económicas reales.
De este modo se producen derroches como el que cuenta Michael Specter en un reportaje aparecido en el International Herald Tribune (5-II-98). En Tomsk, ciudad siberiana de 500.000 habitantes, existen 88 hospitales, 12 de los cuales tratan sólo a enfermos de tuberculosis. El Centro Pedriático de Tuberculosis de la ciudad de Tomsk este año ha recibido un millón de dólares de los fondos regionales. Con ese dinero someterá a tratamiento a los 13 niños afectados de tuberculosis y que este mes «llenan» el hospital (de 500 camas y con una plantilla de 134 profesionales). El tratamiento es caro y anacrónico, según la Organización Mundial de la Salud, y la enfermedad tendría mejor curación llevando a los niños a casa y suministrándoles otros medicamentos. Lo que no ocurrirá. Se entiende que en Rusia el año pasado muriesen de tuberculosis (que es curable) más personas de las que la contrajeron en Estados Unidos.
En 1995 la esperanza de vida en Rusia ha bajado a 58 años para los hombres y a 72 para las mujeres. Un joven ruso de 20 años tiene hoy sólo un 50% de probabilidad de llegar a los sesenta años, cuando en países como Francia o España esa probabilidad es del 90%.
A consecuencia de la crisis sanitaria, la población rusa total decrecerá durante el próximo decenio al menos en un millón de personas por año, según predicciones del gobierno. Tal pérdida de población ha ocurrido contadas veces en la historia, y hasta ahora sólo como consecuencia de guerras, plagas o hambrunas.
Por otra parte, a los problemas sanitarios comunes en las provincias rusas, se añade, en la región siberiana, el mal funcionamiento del transporte público. Por este motivo, una parte de la población no tiene acceso fácil a una atención médica decente.